Tradition.

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Ashley ya había tenido suficiente. Los días siguieron pasando y sus hermanos seguían tan molestos entre sí que se encontró despreciando la compañía de quien consideraba su favorito, pues incluso ese título se estaba deteriorando cada que quería integrar a Andrew y pronto el mayor de los gemelos se comportaba como si hubiera cometido una falta incorregible; siempre era a partir de ese momento que la actitud de Andy se tornaba amarga e inaccesible. Mientras volvía de la preparatoria, Ashley maquinó en la manera en que haría que sus malagradecidos hermanos hicieran las paces, ya que el sólo invitarlos ver películas o comer golosinas no estaba funcionando. Andrew pasaba cada vez menos tiempo en casa también y se le veía muy sospechoso saliendo del departamento durante la madrugada cuando creía que nadie estaba consciente para notarlo, así que pronto decidió que ese era el momento adecuado para abordarlo.

Por mucho que al mayor de los gemelos le gustara fingir que tenía sus pesadillas bajo control, a menudo se deslizaba durante la noche a su colcha en el suelo y la invitaba acostarse con él: aquella era una de esas noches, por lo que le sería más sencillo moverse.

Como un reloj amañado, Andrew se preparó para salir tan silenciosamente como un ladrón, emprendiendo marcha fuera de su habitación compartida. Ashley sólo esperó unos minutos antes de por fin removerse con suficiente fuerza para interrumpir el ligero sueño de Andy, quien nada complacido se quejó por ello e incluso trató de retenerla en la cama usando uno de sus fuertes abrazos. Por suerte Ashley había logrado esquivarlo antes de que arruinara sus planes.

—Ley- Ashley, ¿qué estás haciendo? Vuelve a dormir —murmuró con un tono de voz bastante estúpido, ya que si no se prestaba atención a sus palabras estas sonaban como balbuceos.

—En lugar de eso deberías levantarte, Andy. Andrew ha vuelto a salir después de la media noche, necesito saber a dónde va.

—Ugh, ¿por qué debería importarnos lo que ese psicópata esté haciendo?

—Precisamente porque es un psicópata es mucho más preocupante, ¿no crees? —bufó Ashley aburrida, saliendo del lecho de un salto. Andy gruñó y se frotó los ojos con descontento pero no tardó en imitar a su hermana pequeña, preocupado de que fuera a irse sin él. El infierno sabía que no podía confiar en que no atrajera a un depravado peligroso si caminaba sola por la noche con sus modos tan vulgares (por no decir "sexys") de vestir.

—Vamos, vuelve aquí, no me importa que tengas energías extras, puedes conciliar el sueño.

—Ya te dije que voy a averiguar el paradero de Andrew.

—Ashley, ¿no podemos hablarlo?

—No, necesito saber qué está haciendo sin mí allá afuera. Desde que pasa menos tiempo conmigo ha estado desarrollando pasatiempos extraños y no pienso permitir que se meta en la cama de alguna desvergonzada cualquiera o le dará sida, o peor, se le pudrirá el pene.

— ¿Qué mierda? ¿Realmente te estás preocupando por eso?

—Cállate, Andy. Tú tuviste suerte que esa puta traidora no tuviera una enfermedad mortal cuando te la cogiste, no voy arriesgarme que le pase algo malo a mi Andrew. No olvides qué tipo de centros funcionan a estas horas.

—Ashley, espera...

La menor de los Graves estaba lista cuando Andy apenas terminaba de vestirse el pantalón, así que ella salió de la habitación haciendo el menor ruido posible, después de todo no era una experta en el juego de la discreción, ya que siempre se le atravesaba algo ruidoso en el camino. El mayor de los gemelos estuvo junto a ella en la puerta un par de segundos más tarde y juntos emergieron a los pasillos del silencioso edificio. Andy continuo maldiciendo en voz baja mientras se acercaban al elevador sin encontrar rastros del menor de los gemelos, esperaban no estar cometiendo un error al asumir que se había dirigido directo a la calle.

Tumba para TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora