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Sus labios besan mi cuello, mi pecho y se deslizan hacía el vértice de mis piernas. La punta de su lengua lame de arriba abajo y su boca se cierra alrededor de mi clítoris. Un dedo me acaricia el núcleo y lo introduce, despacio, luego veo como da vuelta la mano, poniendo la palma hacía arriba, y suma otro dedo en un ritmo lento y profundo.

- Eres hermosa...

Hace todo lo que tiene que hacer. Es dulce, se toma su tiempo y es generoso. Desde que empezamos solamente se concentra en mi y se dedica a que reciba placer. Todo, al igual que él, ha sido perfecto. Fuimos a cenar a un lugar increíble por el cual pudimos ver juntos el atardecer, el cual reservo para nosotros solamente, me regalo un ramo enorme de rosas y dos cajas de mis bombones favoritos, que me entrego al pasarme a buscar por la tarde por casa, bailamos y... de camino a casa, me entrego un collar con un rubí en forma del tamaño de una pelota de pin pong. Cuando llegamos a casa no había nadie pero mi canción favorita sonaba por todos lados.
Fue la cita perfecta.

La noche perfecta.

Azusa siempre ha sido perfecto, pero lamentablemente no me causa nada. La fascinación que hubo en algún momento ya no existe. Me toca con delicadeza mientras sus caricias aumentan un poco la velocidad, solamente un poco, a medida que mis gemidos se aceleran, indicando que estoy cerca, aunque no es así.

Mis dedos tironean de las sabanas con fuerza mientras aprieto con fuerza los ojos, luchando por conseguir algo de satisfacción de esto. No es que me de vergüenza fingir, ni que le tenga lastima por tener que fingir. Muchas veces tuve que fingir orgasmos por miedo a que un cliente me pegue o porque estaba intentando convencerme que si podía... si no porque Azusa no es tonto y, aunque no me vaya a agredir físicamente, se supone que... bueno somos novios. Es lo normal supongo.

- Azusa, espera - digo con una sonrisa coqueta.

Me siento en la cama y lo empujo delicadamente contra el colchón. Azusa se relame, con sus ojos siguiendo mis manos, me ayuda a subirme sobre sus caderas y separa las piernas. Me estiro sobre su cuerpo para llegar al cajón de la mesa de luz de su lado y saco un preservativo. Cuando ve el paquetito azul entre mis dedos y los dientes hay un poco de decepción dibujada en su rostro.

- ¿Pasa algo? - pregunto.

Niega.

- Me gustaría que alguna vez lo hiciéramos sin preservativo de por medio - confiesa al ver que sigo esperando que responda. - Llevamos un tiempo largo juntos. Yo confió en ti y tu, supongo, confías en mi.

Paso una mano por mi cabello, pasándolo hasta mi nuca y suspiro.

- Me voy a correr afuera.

- Eso no evita que me quede embarazada - Antes me hubieran engañado con eso, hoy no.

Palidece.

Si no fuera por la ayuda de Ashton para escabullirme de su celosa ojo protección... jamás hubiera visitado un ginecólogo y conseguir métodos anticonceptivos. Azusa tiene la intención de casarse conmigo Y de que me quede embarazada lo más pronto posible.

Detrás de esa petición hay más de lo que él quiere decir... y me molesta que piense que puede engañarme. Por más que no sea así, trate de intentar tener sexo conmigo sin protección cuando supuestamente no me cuido... es tan irritante.

- No - digo.

Azusa suspira, rueda los ojos y se deja caer contra las almohadas.

- ¿Y cuando, entonces?

Aprieto la punta y deslizo el preservativo hasta la base...

- Cuando te hagas la vasectomía.

- Venecia.

Mentiras verdaderasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora