"El inicio de una historia": Prefacio

55 9 1
                                    

En el entramado de la burocracia educativa, persiste una interrogante tan antigua como el propio sistema: ¿Quién en su sano juicio concibe la idea de ingresar a numerosos adolescentes en instituciones educativas deficientemente financiadas? Instit...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En el entramado de la burocracia educativa, persiste una interrogante tan antigua como el propio sistema: ¿Quién en su sano juicio concibe la idea de ingresar a numerosos adolescentes en instituciones educativas deficientemente financiadas? Instituciones donde la mayoría de los estudiantes se perciben como desfavorecidos y los docentes, desprovistos de la motivación necesaria, carecen del ímpetu para instruir a sus pupilos. Este enigma, esta paradoja flagrante, desafía la lógica y la sensatez. Sin embargo, en los sinuosos recovecos de la estructura administrativa educativa, tales preguntas a menudo quedan sin respuesta, dejando a los jóvenes a merced de un sistema que, con frecuencia, parece estar en su contra.

Con paso firme, Clemente, quien se había planteado esa interrogante en su mente, el joven de cabellos castaños claros, atravesaba los pasillos de la escuela. Su porte denotaba una formalidad que contrastaba con el desorden reinante en aquel ambiente. Su honestidad, cual rareza en un entorno donde la hipocresía y la deshonestidad se entretejían en la cotidianidad, era palpable. Pero, por, sobre todo, Clemente se destacaba por ser el estudiante más distinguido de la institución. Sus calificaciones intachables lo precedían, ganándose tanto admiración como cierta envidia entre sus pares. A pesar de las miradas no siempre amigables que recibía a su paso, Clemente mantenía la calma y la concentración en su objetivo académico, siendo como un faro de luz en medio de la oscuridad reinante en aquel lugar.

La tarde avanzaba pausadamente, con el sol filtrándose a través de las ventanas polvorientas del aula, creando intrincados patrones dorados en el suelo desgastado. Al exterior, el mundo parecía proseguir su marcha indiferente, ajeno a los dramas y las pequeñas victorias que se suscitaban en el seno de aquel recinto educativo. Sin embargo, para los jóvenes que ocupaban los desgastados pupitres, aquel momento implicaba mucho más que el simple término de otro día escolar.

En los rostros de los estudiantes se inscribían historias de luchas personales, de sueños postergados y esperanzas desvanecidas. Para algunos, la escuela constituía un refugio, un lugar donde hallaban consuelo en los libros y en el conocimiento. Para otros, en cambio, era una especie de prisión, una jaula de la cual anhelaban escapar para forjar su propio destino en un mundo que, con frecuencia, parecía estar en su contra.

El día se despedía lentamente y solo restaba una clase para culminar la jornada escolar. Al adentrarse en el aula, las miradas habituales se posaron sobre Clemente, aunque esta vez parecían albergar un matiz distinto, como si algo estuviera por cambiar en el ambiente. Ajeno a las expectativas ajenas, Clemente se sumió en la lectura de un libro sobre demonología, una de sus ramas favoritas del saber. Las páginas de aquel volumen lo transportaban a mundos misteriosos y fascinantes, donde los límites entre la realidad y la fantasía se diluían y el conocimiento ancestral se entrelazaba con la imaginación desbordante.

Mientras las palabras del libro lo sumergían en esos mundos enigmáticos y atrapantes, la presencia del docente irrumpió en su lectura. Con paso seguro, el profesor se aproximó al ordenador para efectuar la llamada de asistencia, una práctica común para verificar la presencia de los estudiantes en el aula. No obstante, algo inusual captó la atención tanto de Clemente como de sus compañeros: un nuevo nombre en la lista, el de un tal Heimdal.

"Está es nuestra oportunidad de estar juntos"  [ESPAÑOL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora