Amelia.
—¡Que no van a secuestrarme en allá! —miré a mi hermano gemelo y a mi mejor amiga de 14 años, luego de haberles contado una noticia, que a la vez era muy triste, pero una muy esperada para mí misma—. Es una gran oportunidad para mi… digo, es mejor ir.
—Yo creo que deberías de ir, es una gran oportunidad si te das cuenta —dijo mi hermano que mostraba una sonrisa, como si hubiera ganado un premio—. ¿O, tú que dices Cass? —volteó a ver a la joven adolescente que estaba al borde del llanto.
Acto seguido, mi “hermanita menor” dio un minúsculo salto hacia mí. Generando un abrazo de oso entre nosotras, a lo que mi gemelo se unió hasta que el sollozo de la menor cesara. Paso un buen rato de aquel acto amoroso, mientras mi hermano jugaba sus videojuegos en la sala, Cass y yo, decidimos hacer mis maletas para mi viaje.
—Terminamos Cass —lancé la última maleta—, vamos por algunas galletas. —ella no dijo nada, solo asintió con la cabeza.
Al salir de mi cuarto y bajar las escaleras, visualicé a mi gemelo muy concentrado jugando uno de sus videojuegos.
Hay veces que la vida nos da oportunidades únicas, las cuales no se deben desperdiciar.
Acto seguido, me lancé en su encima. Reí hasta que no pude respirar, ósea, le había hecho perder la partida del juego por la que había puesto tanta concentración —ni en el colegio prestaba tanta atención—, me alejé tan rápido para no recibir la consola en alguna parte de mi rostro.
Ya en la cocina, nos encontramos con mi querido progenitor. Un hombre cerca de la tercera edad, que siempre mantenía un porte elegante y que leía el periódico en sus tardes libres —no era de salir mucho, solo para ver a sus amigos hacía tal "esfuerzo"— con su taza de café amargo en la mesa.
—Hola papá. —saludé de la misma manera, pero con un matiz algo abatido.
—Hola mi princesa, es un gusto volver a verte Cass. —levantó la mirada para responder al saludo con un tono de voz muy tranquilo al visualizar a la menor.
—Buenas tardes tío Iván. —se escuchó aquella voz tan dulce, pero no sonaba como siempre, tenía un timbre roto, incluso apagado.
—Veo que ya te dieron la noticia, ¿Verdad, pequeña?. —la miró con un aura tan tranquila como si todo estuviera “normal”.
—Si… pero —apretó sus labios entre si mismos para levantar la mirada y atraer la atención del mayor—, ¿Ella se tiene que ir? Digo, ¿Qué tal si estudia cómo Chris?. Sé que hay más formas para que ella se quede con nosotros. —exclamaba con una inmensa desesperación. Estaba muy angustiada.
Mi padre solo se levantó de su sitio y se dirigió hacia ella, pues las lágrimas ya estaban cayendo por sus mejillas, otra vez. Era muy comprensible, mi familia y la suya eramos muy unidas, desde que su padre había "fallecido", siempre se asomaba tras la puerta de nuestra casa, su madre siempre la recogía para llevarla a casa o incluso se quedaban a dormir.
De un momento a otro, alguien llamó a la puerta.
Mi hermano que se encontraba en la sala —maldiciéndome—, se dirigió a abrir la entrada de nuestra humilde morada, mientras que yo, toda una chismosa desde nacimiento me asomaba por el marco de la entrada de la cocina —en mi familia era normal el chisme—. Solo pude visualizar la figura de una mujer de cabello castaño claro, debía de tener por unos 40, o tal vez menos.
—Buenas noches señora Vanessa, ¿Gusta pasar? —dijo el menor al ver a la mujer en la puerta y haciéndole un movimiento con las manos para que pase—, mi madre está en el patio regando sus flores… digo, si es que quiere quedarse a charlar con ella.
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Bajo El Manto De Estrellas
Teen FictionAmelia y Spencer eran muy unidos en su infancia, pero hubo un error, equivocación o más bien un malentendido que lamentablemente los separó y creo una barrera invisible entre ellos, sin contar la distancia y el tiempo. Pero siempre hay un momento en...