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Robin

La brisa salada acariciaba mis mejillas mientras observaba desde la cubierta del Sunny el horizonte que se perfilaba en la distancia. Las velas se agitaban con la fuerza del viento, y el bullicio de mis compañeros resonaba en el aire. Una nueva isla se extendía ante nosotros, llena de promesas y aventuras por descubrir. Sin embargo, mi emoción se vio empañada por una molestia punzante en mi tobillo izquierdo, recordándome la pelea reciente que me dejó con una lesión en dicho pie.

—¿Estás bien, Robin? —preguntó Chopper, quien se encontraba a mi lado, con preocupación evidente en su voz.

—Estoy bien, Chopper. —respondí con una sonrisa tranquilizadora.— Gracias a tus cuidados como doctor solo necesito descansar un poco más y dejar que mi tobillo se recupere.

El pequeño reno se sonrojó ante mis halagos restándoles valor, como era habitual en él.

Nami se acercó a mí, su rostro reflejando una mezcla de compasión y preocupación.

—Robin, ¿estás segura de que quieres quedarte en el barco? No me gustaría que estuvieras sola por si acaso pasa algo.

Negué quitándole importancia.

—No te preocupes. Aprovecharé estas horas para adelantar algo de trabajo.

—Aún así... —comenzó a decir la navegante.— Le pediré a alguno de los chicos que se quede contigo. Alguien tiene que vigilar el barco mientras tu trabajas.

Antes de que pudiera responder, Nami desapareció de mi vista. Ahora se encontraba hablándole a Zoro, quien estaba sentado en su lugar predilecto donde siempre descansaba en cubierta junto a sus tres katanas.

—Tienes que quedarte en el barco. —le ordenó Nami.

—¿A cuento de qué?

—Robin no puede quedarse sola.

Su mirada se desvió hacia mi y le dediqué una pequeña sonrisa a modo de disculpa por las órdenes de la pelinaranja. Él volvió a desviar su mirada algo sonrojado. Me reí.

—Yo ya tengo pensado bajar a la isla y visitar algunas tiendas. —cruzó sus brazos mientras volvía a cerrar su único ojo sano.

—¿Ah sí? ¿Y con qué dinero? Porque que yo recuerde aún no he recibido ni un solo berrie que me debes. Así que te quedas con ella en el Sunny.

Zoro intervino con su habitual dureza.

—Deja de preocuparte, Nami. Robin sabe cuidarse sola. Y también del barco. —la interrumpió tajante.— Pídeselo a otro.

Nami se le quedó mirando sorprendida.

Su respuesta me hizo sentir una punzada de decepción, pero no me sorprendió. Zoro era así, directo y decidido en sus acciones. Pero no pude evitar sumergirme en mis pensamientos, reflexionando sobre la actitud de Zoro. ¿Por qué había sido tan reacio a quedarse conmigo en el barco? No solía importarle permanecer en el barco mientras los demás explorabamos las islas. Y es cierto que nunca habíamos tenido una relación demasiado cercana, más allá de nuestro compañerismo o de cuando hacía alguna broma para sonrojarle, pero nunca antes me había evitado de esa manera tan brusca. No al menos desde que me uní a la tripulación en Arabasta.

Las dudas y las preocupaciones se agolparon en mi mente, pero traté de apartarlas. Tan solo esperaba que después de todo lo que habíamos pasado juntos nuestra relación no volviese a la casilla de inicio tras los dos años entrenando en aquellas islas, pues hacía apenas menos de un año que nos habíamos vuelto a reencontrar toda la tripulación.

Entre espadas y sentimientos | Roronoa Zoro x Nico Robin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora