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Zoro

Habían pasado semanas desde que Robin y yo confesamos nuestros sentimientos. Desde entonces, nos habíamos estado viendo a escondidas, compartiendo momentos en medio de la vida caótica del Sunny. Era complicado, pero encontrábamos maneras de encontrarnos en medio del caos. Aprovechábamos cualquier oportunidad para estar juntos, manteniendo nuestra relación en secreto.

Nuestro lugar predilecto para esos encuentros era la bodega del Sunny, entre barriles y cajas. Robin había sugerido el lugar, sabiendo que sería uno de los sitios menos frecuentados por la tripulación. Sabía que era el lugar menos romántico para verme con ella, pero no me importaba. A mi nunca me habían preocupado ese tipo de cosas y dada nuestra circunstancia era el lugar perfecto: silencioso, apartado y oscuro. Entre el espacio lleno de provisiones y herramientas, había un rincón que nos proporcionaba la privacidad que necesitábamos, donde las luces eran tenues y el sonido de las olas contra el casco nos envolvía en una atmósfera de intimidad, lejos de las miradas curiosas de nuestros compañeros.

Una noche, mientras todos dormían, Robin y yo decidimos reunirnos en la bodega una vez más. Me encontré esperando en la penumbra, los brazos cruzados y la mente perdida en pensamientos sobre ella y nuestro inminente encuentro. La puerta crujió suavemente y, al levantar la vista, vi a Robin deslizarse dentro, cerrando la puerta con cuidado detrás de ella. Sus ojos se iluminaron al verme, y una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Zoro. —susurró, acercándose con pasos ligeros y rodeando mi cuello con sus brazos. Me incliné para besarla. Sentí como mi corazón se aceleraba al tenerla tan cerca.

Nos sentamos en el rincón apartado. La penumbra nos envolvía.

—¿Cómo estás? —preguntó Robin, su voz suave y llena de calidez.

—Mejor ahora que estás aquí. —admití, sin apartar la vista de sus ojos.

Sin decir una palabra más, me incliné hacia ella y nuestros labios se encontraron de nuevo en un beso suave y tierno. Había algo en esos momentos robados que hacía que cada segundo juntos fuera invaluable.

Nos separamos lentamente, y Robin apoyó su cabeza en mi hombro, suspirando contenta.

—Me encanta estar aquí contigo, Zoro. Aunque sea en un rincón oscuro de la bodega. —dijo, riendo suavemente.

—A mí también me gusta. —respondí, acariciando su cabello. Nos quedamos allí, disfrutando de la paz y la intimidad, hablando de todo y de nada al mismo tiempo.

—Nunca pensé que estaríamos aquí, juntos, así. —dije, rompiendo el silencio. Mi voz sonaba más suave de lo que solía ser, probablemente por la cercanía y la paz que me transmitía Robin.

Ella sonrió, una de esas sonrisas que siempre lograban desarmarme.

—La vida tiene maneras extrañas de sorprendernos, ¿no es así?

Asentí, tomando su mano entre las mías. Sus dedos eran delgados y suaves, pero sabía cuán fuerte podía ser. Por mi mente pasaron nuestras peleas juntos como tripulación, cómo luchábamos codo a codo, confiando en la habilidad y fuerza de nuestros compañeros.

—Hemos pasado por mucho. —continué, mirando sus ojos.— Y aún así, aquí estamos.

Recordé en qué momento Robin se había unido a la banda. Como había pasado de ser una enemiga a ser alguien imprescindible para todos nosotros. Además de cómo mis sentimientos habían cambiado respecto a ella con el paso del tiempo. Me preguntaba si en algún momento sería capaz de confesarle todo aquello.

Robin me miró con una intensidad que hizo que mi corazón se acelerara.

—Aquí estamos. —repitió ella, y se acercó para besarme.— ¿Sabes? Estos momentos son de los que me hacen sentir más viva.

Entre espadas y sentimientos | Roronoa Zoro x Nico Robin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora