Quizás nadie tuvo la culpa, pero necesito a quien culpar. Tal vez estoy equivocado, pero me niego a aceptarlo.
¿A quien culpo?
Tal vez al viento, quizás al sombrero. ¿A quien le miento? No se a quien culpar.
Caminando por la plaza un día ventoso. Sin rumbo, perdido entre pensamientos filosóficos típicos del mal de amores. Algo cayó a mis pies sacándome de mis pensamientos, agarre el sombrero veraniego y me pregunté quién se pondría tal cosa un día nublado.
Lo mantuve entre mis manos un buen rato hasta oír unos gritos que lograron captar mi atención. Volteé y el viento soplo.
Corría una chica hacia mí. Sus cabellos miel revoloteaban. Me veía con esos ojos verdes contrastando con las hojas otoñales, que ahora, eran arrastradas por el viento. Agarraba con ambas manos su vestido para que esté se mantuviera en su sitio.
Llego a mí, nos miramos un buen rato y ella sonrió, yo no pude evitar sonreír al ver tan bella sonrisa. Ella pidió el sombrero, yo me sentí tonto por tardar en devolvérselo, cómo no quedar embobado ante tanta belleza.
Se coloco el sombrero veraniego, que poco tenia que ver con el otoño, el viento soplo, ella en un gesto rápido volvió a aguantar el vestido, que amenazaba con levantarse. Yo reí como nunca, no pude contenerme, ella rió conmigo. Que me lleve dios si esa no es la risa más hermosa que he oído.
Un otoño entre las hojas cayendo la conocí. Es culpa del viento, del sombrero, de los gritos, de las hojas, de sus cabellos, de sus ojos, de su sonrisa... o quizás es solo culpa mía.
Lo que tengo claro, es que es culpa de alguien. Que yo conociera a su madre ese día, es culpa de alguien.
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El alma no conoce de títulos
PoésieVarias historias... algunas de romance, y otras no tanto. Entra en mi cabeza un rato, ya dejé los asientos preparados.