- 21 metros -

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El salto de los conejos de manera diagonal suele oscilar entre los tres metros. Saltan de esa manera tan apresurada para llegar a un destino deseoso.
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— ¿Nos vemos mañana?

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— ¿Nos vemos mañana?

Un pequeño suspiro se escapó de sus labios. — A la misma hora de siempre...

Rumi Usagiyama abrió las puertas del enorme edificio del ayuntamiento donde suele entregar los reportes de su sesión heroica. Los tenues destellos de las estrellas y la enorme luz de la luna la recibió cálidamente. Como siempre, la noche le recibía un día más.

Un nuevo suspiro pesado salió de su boca y comenzó a caminar entre la multitud. Su ya tradicional mochila donde cargaba con nada más que su traje de héroe. La misma gente a sus alrededores. La misma música. Su vista sobre el suelo y su mirada cansada divagando sin rumbo fijo denotaban su abrumadora rutina.


¿Qué debería cenar el día de hoy? —la chica divagó para si misma mientras continuaba con su trayecto.

Las constantes ráfagas de viento gélido golpeaban con delicadeza su rostro. Sus orejas se movían suavemente al unísono que su cabello blanco lo hacía. Desde hacía ya un tiempo que dejó su antigua casa, familia y amigos por seguir su sueño de ser heroína. Pese a que al principio todo era nuevo y una aventura para ella, después de un tiempo la dura realidad golpeó la puerta de su casa.

Huh... —sus orejas se movieron hacia una dirección y su nariz comenzó a olfatear algo. Si había algo que caracterizaba a Rumi Usagiyama eran esas dos cualidades. — Pastel de zanahoria. —su mirada se agudizó y una sonrisa feroz se dibujó en su rostro.

La chica desvió su camino recurrente dejándose llevar por ese delicioso aroma. Pese a que su obligación como héroe la llevaba a distintos puntos de la ciudad era también cierto que jamás se podría permitir el hecho de "disfrutar" de esos caminos. Por lo que haber tomado ese camino distinto guiada por sus instintos le resultó algo nuevo.
Observó a detalle sus alrededores. Puestos de comida callejera, bares, karaokes. Un sin fin de cosas cotidianas que le abrían un mundo nuevo para ella y se dejó maravillar.


Sus orejas se movieron a una dirección y su nariz olfateó al instante. — Bingo.

Rumi sonrió al llegar a su destino guiada por el mismo destino. Una pequeña pastelería, cálida a simple vista que le incitaba a entrar. Por fuera lucía rural, cómoda. Dejándose llevar una vez más abrió la puerta del establecimiento. Un par de meseras y sillas adornaban el lugar. Luces cálidas y música jazz de fondo hacían de conjunto.

Saltos de conejo | IzukuxRumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora