- 3 metros -

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El salto de los conejos de manera diagonal suele oscilar entre los tres metros. Saltan de esa manera tan apresurada para llegar a un destino deseoso.
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Si Rumi Usagiyama tendría que buscar una explicación para su preocupación excesiva por hacer una cena decente podría atribuirlo a que siempre fue una chica perfeccionista

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Si Rumi Usagiyama tendría que buscar una explicación para su preocupación excesiva por hacer una cena decente podría atribuirlo a que siempre fue una chica perfeccionista. Le gustaba que todo saliera bien y como ella quería.

— ¡Yo no me equivoqué! —la chica gruñó al tutorial que observaba desde su móvil. — ¡Tú te equivocaste, profesor de porquería!

Su rostro molesto manchado de mil y un ingredientes de sus múltiples intentos fallidos por cocinar algo era lo que predominaba en su cocina. Rumi había decidido tomar las riendas de ser la anfitriona para la cena de año nuevo. En sus años anteriores se limitaba a ordenar comida rápida, hacerla parecer que ella lo había hecho y listo, problema resuelto.

Estúpido niño arbusto lindo. Todo es tu culpa... —susurró en un suspiro cansado.

Pero ahora había un motivo verde suficiente para hacerle cambiar de rutina.

...

La chica observó el reloj de pared, faltaba poco más de dos horas para que llegara la hora acordada. Derrotada, se dejó caer al suelo de la cocina. Cerró sus ojos y dejó escapar un suspiro agotado de sus labios.
Después de instantes, el timbre de su departamento sonó.

— Entra... —su llamado fue alto pero sutil, denotando su cansancio.

El abrir y cerrar de la puerta tomó presencia, así como sus pasos se acercaron hasta donde ella se encontraba. Su sutil risita le hizo fruncir el ceño con molestia pero le envolvió de felicidad que estuviese allí.

— Vine lo más rápido que pude al ver tu mensaje. Creí que cuando pedías por ayuda era por algo más difícil. —el chico volvió a dejar salir una suave risita.

Tsk... —refunfuñó. — No me molestes, mocoso...

Un breve silencio los envolvió a ambos. Rumi abrió los ojos con lentitud al notar la ausencia de palabras y al hacerlo, su vista enfocó una suave sonrisa acompañada de un par de pecas que extendían su mano hacia ella.

— Anda, la gran heroína Mirko no puede ser derrotada por un par de pimientos y carne.

Rumi observó fijamente aquel gesto del chico. Su mirada sobre ella, observándola como jamás lo habían hecho le hizo avergonzarse y suspirando, tomó con suavidad la mano del chico hasta incorporarse de pie.

— Vamo...

El hablar de Izuku fue interrumpido por un inesperado abrazo por parte de Rumi. Ella se aferró a su pecho y escondió su rostro en él, haciendo que sus orejas hicieran cosquillas en su nariz.
Su corazón latiendo con más y más fuerza tomó el control de su presencia.

Saltos de conejo | IzukuxRumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora