- 6 metros -

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El salto de los conejos de manera diagonal suele oscilar entre los tres metros. Saltan de esa manera tan apresurada para llegar a un destino deseoso.
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Si Rumi Usagiyama tendría que buscar una razón para excusar sus nervios al estar frente aquella puerta podría decir que un villano peligroso se encontraba tras de ella

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Si Rumi Usagiyama tendría que buscar una razón para excusar sus nervios al estar frente aquella puerta podría decir que un villano peligroso se encontraba tras de ella. Mirko, la héroe consejo jamás sentía nervios frente a un villano, pero esa sería su coartada.

¡No seas cobarde, Rumi Usagiyama! —la chica se recriminó en un susurro.

Los suaves copos de nieve que caían en un silencio armonioso se dejaban desenvolver entre su presencia. Algunos se entrelazaban en su cabello blanco, largo y delicado. Sus orejas descubiertas solo por ese día y su naricita moviéndose en un suave carmesí por el frío.

No seas cobarde...

Rumi observó el cielo nocturno. La suavidad de la tenue luz de la luna que se postró sobre sus ojos rojos la tomó como una pausa de donde sus suaves labios dejó escapar un pequeño suspiro.

— Ya comenzaba a extrañarte.

La voz frente a ella le tomó por sorpresa. Rápidamente dirigió su mirada hacia donde provenía donde una cálida sonrisa y un par de suaves ojos verdes la recibieron.

— Tsk... —desvió su mirada con cierta vergüenza. — Hace frío, mocoso...

Izuku dejó escapar una pequeña risa y con cautela invitó entrar a Rumi a su casa. La calidez la recibió al instante. Suave música de jazz sonaba de fondo y el dulce aroma del café y pastel embriagó por completo sus sentidos.
Rumi fue guiada por el chico hasta la sala donde se encontraba todo listo. El toca discos en una esquina de la habitación, sobre la pequeña mesa de centro, tres tazas de café y un par de postres de compañía y en uno de los sofás, aquella señora de la cafetería esperaba un una dulce sonrisa.

— Señorita Rumi, me alegra que esté aquí. —un suave abrazo le tomó por sorpresa.

La señora bajita de cabello verde la estaba abrazando con suavidad. Un poco sobresaltada, Rumi observó a Izuku quien rió ligeramente.

— Mi hijo me ha contado tanto de ti que ya siento que eres parte de la familia. —mencionó con una suave sonrisa.

Al escuchar eso, el rostro de la chica conejo se tintó suavemente de rojo. Su colita moviéndose poco a poco y el golpeteo que hacía su pie comenzaron a suceder.
Rumi movió su mirada hacia Izuku, quien volvió a sonreírle suavemente pero ahora sobre sus pecas, un tenue carmesí lo acompañaban.
El tiempo pasó fugazmente. Mientras la música seguía avanzando la noche le hacía compañía. El café y el postre se acabó. Las risas aumentaron y los regalos se otorgaron.

Saltos de conejo | IzukuxRumiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora