Nudo

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El viernes finalmente llegó y me encontré en el taller de baile tradicional, listo para sumergirme en el mundo de los caporales. El ambiente estaba lleno de energía mientras el maestro nos guiaba a través de los pasos básicos. Sin embargo, a medida que avanzaba la sesión, el maestro comenzó a gritar instrucciones, pidiéndonos que habláramos más alto y saltáramos más alto.

—¡Vamos, chicos! ¡Más alto! ¡Más fuerte! ¡Más energía! —gritaba el maestro, con una pasión contagiosa.

Mientras intentaba seguir sus instrucciones, mi mente se quejaba internamente. Mis piernas y brazos ya comenzaban a doler por el esfuerzo, y apenas habíamos empezado. Me preguntaba cómo iba a sobrevivir a toda la sesión si ya me sentía agotado.

—¡Vamos, Stiles! ¡Más alto con esos saltos! —gritó el maestro, señalándome específicamente.

Traté de obedecer, forzando mis músculos cansados a seguir moviéndose. Cada salto me costaba más que el anterior, y mi respiración se volvía cada vez más pesada. Pero a pesar del cansancio, algo dentro de mí seguía impulsándome a dar lo mejor de mí mismo.

—Solo un poco más, Stiles. Tú puedes hacerlo —me repetía mentalmente, tratando de ignorar el dolor y la fatiga.

Mientras seguía practicando los pasos básicos para caporales, me di cuenta de que estaba empezando a disfrutarlo. A pesar de las dificultades, había algo emocionante en aprender algo nuevo y desafiante. Y aunque mis piernas y brazos protestaban con cada movimiento, mi espíritu se elevaba con cada salto y cada grito de ánimo del maestro.

Finalmente, después de una sesión intensa pero gratificante, el maestro nos dio un descanso. Me dejé caer en el suelo, sintiendo cada músculo de mi cuerpo protestar por el esfuerzo.

Fue entonces cuando una chica bastante hermosa se acercó a mí, entregándome una botella de agua con una sonrisa reconfortante.

—Aquí tienes, parece que podrías necesitarla —dijo la chica, su voz suave y tranquilizadora.

Agradecí con un gesto y reconocí a la chica de inmediato: era la misma que me había guiñado y coqueteado cuando vi por primera vez la danza de caporales. La sorpresa se reflejó en mi rostro cuando se presentó como Sandra.

—¡Ah, eres tú! Gracias, Sandra. No sabes cuánto aprecio esto —respondí, tratando de mantener la calma a pesar de mi sorpresa.

Sandra sonrió con dulzura.

—De nada, Stiles. Es normal cansarse después de la primera sesión de baile, pero te acostumbrarás. Solo tienes que seguir practicando y pronto estarás saltando y girando como un profesional —dijo con palabras reconfortantes.

Asentí, agradecido por su amabilidad y por sus palabras de aliento. Aunque aún me sentía agotado, la idea de mejorar y dominar los pasos de caporales me llenaba de determinación.

—Gracias, Sandra. Lo tendré en cuenta —respondí con una sonrisa, esperando poder demostrar que podía superar el desafío.

Sandra me devolvió la sonrisa y luego se despidió, dejándome con la botella de agua y mis pensamientos. Mientras observaba cómo se alejaba, no pude evitar sentir una mezcla de gratitud y curiosidad por esa chica misteriosa que parecía haber aparecido en mi vida en el momento justo.

Después de que Sandra se alejara, me quedé reflexionando sobre su encuentro. Su amabilidad y su actitud habían despertado mi curiosidad, así que decidí seguirla un poco más allá para hacerle una pregunta que había estado rondando mi mente desde que me había guiñado el ojo en el baile.

—Oye, Sandra, ¿puedo preguntarte algo? —llamé, acercándome a ella con cautela.

Sandra se giró hacia mí, con una sonrisa intrigante en su rostro.

Amor en la saya. [Sterek]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora