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Lo miró por el rabillo del ojo, sin deshacer en ningún momento su postura, como reclamándole aquella pequeña risa ante algo que él consideraba serio.

—Te extrañé —dijo Zero, y Hao abrió los ojos. No mentía; esos años lejos de él habían sido una completa tortura, no solo por el hecho de haber perdido a su familia, o la sed de sangre que día a día amenazaba con llevarlo a la locura. Él realmente lo había extrañado, así como las tardes interminables de charla, o el sentir su presencia en esos momentos de inusual silencio.

Las barreras que Hao, ya acostumbrado a poner a su alrededor, se deshicieron ante aquellas palabras. Su expresión dura se suavizó, e incluso sus hombros parecieron relajarse.

—Yo también —respondió al mismo tiempo que descruzaba sus brazos y se atrevía a hacer algo que hasta ese momento no se había atrevido a hacer con nadie: lo abrazó. Sus brazos rodearon aquel torso y se aferraron a su espalda como si temiera que aquello solo se tratara de un sueño, un sueño del que pronto despertaría solo para descubrir que Zero jamás estuvo frente a él.

Zero no dudó, y también lo abrazó por los hombros; ambos fundiéndose en aquellas sensaciones que les hubiera gustado experimentar cuando eran niños.

—Y bien, ¿me vas a responder qué hacemos aquí? —preguntó Zero después de un pequeño lapso de tiempo; enseguida se arrepintió. Hao se separó de sus brazos y dio dos pasos hacia atrás, él tuvo el inusual impulso de estirar la mano y detenerlo. No quería volver a separarse de él, no quería dejar de ver sus ojos, sin embargo, se resistió a detenerlo. Lo observó caminar de regreso a aquella silla de sólida piedra, no obstante, Hao no se sentó en ella. Notó entonces como las manos de Hao se apretaban a los lados de su cadera, en todo momento dándole la espalda.

—Hao, ¿qué ocurre? —preguntó, y Hao suspiró. Aquella acción le dio un mal presentimiento, Hao no hacía eso, Hao siempre se mantenía firme a no ser que esos años lo hubieran cambiado más de lo que pensaba.

—No cualquiera entra al gran espíritu —dijo, pero no volteo a verlo.

—Eso me lo acabas de decir, pero...

—¿Sabes lo que en realidad es el gran espíritu? —lo interrumpió a la vez que levantaba la mirada al cielo. Él siguió su mirada, pero al igual que a su alrededor ahí no había nada, solo esa blancura perpetua e inmaculada—. El gran espíritu es una aglomeración de almas, Zero. En pocas palabras, aquí es donde inicia la vida, y aquí es donde termina.

Zero bajó la mirada. "Aquí es donde termina", pensó y cerró los ojos. Era claro que después de enfrentarse a ese sangre pura él no sobreviviría, sin embargo, lejos de sentir temor o alguna clase de sentimiento al respecto, lo único que sentía era una paz difícil de explicar. Además de eso, no lo negaría, estaba feliz. A lo mejor no eran las circunstancias que él había imaginado, pero después de varios años al fin había visto una vez más a Hao. Si ese era el costo de haberse enfrentado a Rido Kuran, él lo aceptaba con gusto.

—Estoy muerto, ¿no es así? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta. Hao sin voltear a verlo, asintió despacio.

—¿Y qué es lo que te preocupa? —Sus pasos se encaminaron hacia él—. Ese es el ciclo infinito de la vida, como el dios de una nueva era deberías de saberlo.

—¡No me hables como si supieras más de esto que yo! —dijo volteando a verlo con furia, sin embargo, cuando lo vio a escasos pasos de él, no pudo evitarlo, bajó la mirada y volvió a suspirar—. ¿Es acaso que no lo entiendes? —Su voz sonaba rota, algo que ni en sueños hubiera pensado, escucharía de él—. Estás aquí para..., que renazcas. ¡Ni siquiera deberías de estar aquí!

Hasta después de la muerte (Vampire Knigth x Shaman king)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora