• Catorce años •

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Simone había calmado la resaca.

-Qué manera de empezar el año nuevo -refunfuñó. Tomó un pequeño sorbo de su café e intentó que su migraña desapareciera. Gordon entró, arrastrando los pies y con el mismo tipo de gesto adolorido en su cara.

-¿Aguantando ahí? -preguntó él. Se paró detrás de su esposa y masajeó sus hombros con fuerza.

-Veremos -dijo ella.

-¿Dónde están los chicos?

-Andreas y Bill están inconscientes en la sala de estar -contestó Simone-. Creo que se consiguieron algo de ron. -Gordon simplemente rió.

-Son buenos chicos. -Simone se tensó un poco, pero no dijo nada-. ¿Estás bien? Has estado muy intranquila últimamente, querida.

-Yo solo... ¿No estás preocupado en lo más mínimo por los chicos? ¿Piensas...- respiró profundamente-... que son muy unidos?

-¿Andreas y Bill? -Gordon acercó una silla- ¿Simone?

-No -contestó. Su corazón latía con fuerza, queriendo decirle acerca de sus sospechas. ¿Por qué no podía? Él quería tanto a los chicos como si fueran suyos. Seguramente entendería... o seguramente no lo haría.

Ella no podría soportar si Gordon se sintiera asqueado por ellos o si los mirase diferente.

-Bueno -dijo Simone-, sí. Andreas y Bill. ¿Piensas que ellos son...?

Gordon se sirvió algo de café, frunciendo el ceño.

-¿Importaría si lo fueran, Simone?

-¡No! Oh no, no -respondió ella-. Por supuesto que no importaría. Únicamente me preocupo por ellos.

-Tom cuidará de Bill -afirmó Gordon, sonriendo.

- Sé que lo hará. -Simone plisó los labios. El comentario poseía significados diferentes para cada uno de ellos-. Él también me preocupa.

-Tom está bien, puede cuidarse a sí mismo -dijo-. Y nunca dejaría que nada le pasara a Bill.

-Gordon... -Simone dejó su taza y se quedó mirando a su esposo-. Si te dijera...

-¿Qué pasa?

Un fuerte ruido que provenía de arriba se oyó y Simone suspiró. Gordon incorporó, a través de la mesa, y apretó su mano.

-Lo siento -dijo ella con suavidad-. Tengo muchas cosas en la mente.

-Voy a llevarte a pasear el fin de semana, ¿está bien? -Terminó su taza de café y Simone sonrió-. Unas pequeñas vacaciones.

-¿Quién cuidará a los chicos? -quiso saber con fatiga.

-Son lo suficientemente grandes como para quedarse solos -respondió Gordon-. Les pediremos a los vecinos que presten atención por si necesitan algo.

La migraña de Simone se agravó.

-No lo creo.

-Vamos, será divertido para ellos. Y para nosotros -añadió-. Además, sabes que pronto estarán por su cuenta.

-Solo...-dijo Simone, trabándose y suspiró-. Maldición, ¿por qué tomamos tanto anoche? Ya no tenemos treinta años.

-Simone -Gordon le acarició la mano y luego apretándola-. Saldremos de vacaciones, no discutas conmigo.

Recién entonces, Bill entró a la cocina. Llevaba puesta todavía la ropa arrugada de la noche anterior.

-Buenos días -murmuró, sentándose en la mesa y encogiéndose hacia delante.

No se lo cuentes a mamá - Bill and Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora