Cápitulo 1

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Tres lunas habían pasado desde que Media Hoja y Roblecillo habían partido al Clan Estelar. Un tranquilo ambiente reinaba en el campamento del Clan del Trueno. Tan diferente al día del enfrentamiento gatuno.
Dentro de la maternidad había un bulto durmiente, era Pequeño León, su pelaje antiguamente dorado ahora lucía apagado.
Afuera de la guarida había dos gatas murmurando con las cabezas muy juntas.

— ¿Qué hacemos, Corazón de Cuervo? Estrella Helada sigue insistiendo, quiere que Pequeño León sea nombrado aprendiz esta noche. — maullaba una reina de pelaje marrón. — Y tiene razón, ese gato no puede seguir echando la culpa eternamente.
Los ojos de la felina se empañaron cuando dijo esas palabras.
— Creo que nosotras tendremos que sacarlo de su lecho. — masculló la otra gata, una esbelta felina de pelaje negro. — No puede seguir ahí más tiempo, es demasiado grande, vamos, Flor Caída.
Ambas gatas entraron a la cálida maternidad procurando hacer silencio para no despertar a unos cachorros dormitando. Se acercaron a lo más profundo de la maternidad. Un cachorro estaba tumbado, oscurecido por las sombras.
— ¿Pequeño León? ¿Estás despierto? — llamó Flor Caída.—
El cachorro sacudió una oreja a modo de respuesta, pero no se movió, siguió tumbado.Corazón de Cuervo se acercó y le dio un toque con su hocico en el lomo del felino.
— ¡Déjenme! — habló Pequeño León y se enrosco detrás mío
— ¡Pequeño León! Vamos —ronroneó la joven reina con tono apremiante.—
El cachorro ignoró a la gata y se enroscó más en su lecho. Ambas gatas compartieron una triste mirada.
— ¿Tu crees que a Media Hoja le hubiera gustado verte así? — Pequeño León sacudió las orejas ante la mención de su madre—. Desde que empezaste a hablar has querido ser un guerrero. ¡Vamos cachorro, no desperdicies esta oportunidad! — Lo animó Corazón de Cuervo.
Hubo un pequeño silencio donde solo se escuchó la respiración del pequeño gato.
— ¡Pero no me lo merezco! — bufó Pequeño León.— Deje morir a mi madre.. y a Roblecillo. — miró con dolor a Flor Caída.
La reina se le acercó con paso quedo y lo tomó del cuello mientras gruñía.
— ¡Roblecillo también quería ser guerrero! — siseaba la gata marrón.— ¡Cumple ese sueño por él! ¿Quieres? —la voz se le quebró en las últimas palabras.
El cachorro se encogió ante las duras palabras de la reina. Agachó las orejas durante un momento.
— Flor Caída, no tenias que ser tan dura. — murmuró Corazón de Cuervo.
La gata no respondió, entrecerró los ojos mientras miraba con fijeza a Pequeño León.
Era evidente que estaba recordando a su hijo y mejor amigo del cachorro.
Un roce de hojas indicó que Pequeño León se había alzado y caminaba directo a la reina. Además de haberse quedado una luna más en la maternidad, era un gato muy grande para su edad. Su espesa cola se arrastraba sobre los lechos musgosos y sus ojos miraban apagados y distantes a ambas gatas.
— Lo haré — maulló con voz queda. — Lo haré para poder castigar a los gatos que mataron a Roblecillo y a mi mamá. —azotó su cola contra las matas hojosas de la maternidad.
Corazón de Cuervo soltó un suspiro profundo e intercambió una mirada dudosa con la otra gata. Ambas querían al antiguo Pequeño León, valeroso y determinado pero hacía falta mucho para que vuelva a ser él
— Se lo comentaré a Estrella Helada. — ronroneó Hojas Caídas, se acercó a Pequeño León y le dio una lamida en su frente.
La gata se dio media vuelta en dirección a la guarida del líder y Corazón de Cuervo se la quedó mirando con melancolía.
— ¿Sabes? Así como tu y Roblecillo eran mejores amigos, Flor Caída y Media Hoja también lo fueron. — murmuró la reina—. Para ella eres como su hijo.
Pequeño León respondió con un pequeño gruñido, para él su única madre era Media Hoja. La joven gata le dio un toque con su cola en el lomo del cachorro y se fue en silencio.
El gato dorado se quedó mirando el tranquilo campamento. Había gatos compartiendo lenguas y algunos reunidos en pequeños grupos. Abajo de los maullidos gatunos se podía oír el roce de las hojas sacudidas por el viento. Pequeño Leòn cerró los ojos durante un momento, preguntándose qué iría a pasar después. ¿Qué mentor le darían? ¿Cuándo comenzaría su entrenamiento? Preguntas que debería haberse formulado una luna antes. Aquello ya no le generaba muchas emociones, solo le daba molestia. ¡Él no merecía ser guerrero! Por su culpa habían muerto los dos gatos más importantes de su vida.
Unas pisadas y un aroma cargado a ratón le avisó que una patrulla había regresado. Alzó las orejas en dirección a la entrada del campamento.

Eran un par de aprendices.
Pequeño León desconocía sus nombres pero recordaba que ellos compartieron la maternidad con él durante un tiempo.
Observó como ambos gatos dejaban un par de ratones en la pila de carne fresca y saludaban a los gatos que se les acercaban. De repente, Pequeño León cayó en la cuenta de algo, él no había socializado en las últimas lunas, pues se encerró en la maternidad sin hablar con nadie. ¿Cómo irían a tratarle los demás miembros del clan? Había sido un inutil durante una luna entera, incluso teniendo la edad para nombrarse aprendiz.
Un leve maullido interrumpió sus pensamientos y Pequeño León volteo desconcertado.
— Eh, Pequeño León, ¿vas a comer algo? — titubeaba un pequeño gato negro.— Si quieres te traigo un ratón.
Al felino aquello le tomó por sorpresa, no pudo abrir la boca para maullar una respuesta, no había notado la presencia de aquel gatito. Tuvo que bajar la cabeza un poco para mirarlo, era diminuto, aunque, Pequeño León también era muy grande.
Era un felino de pelaje largo y completamente oscuro aunque muy desaliñado. Tenía unos ojos verdes apagados del color de los helechos, en ese momento destellaban de ansiedad. El cachorro dorado observó sus patas muy delgadas y débiles. Estaba absorto en sus pensamientos cuando un murmullo lo interrumpió.
— Te traeré un ratón. —susurraba el cachorro negro y corrió en dirección a la pila de carne fresca, sacudiendo su cola como un látigo.
Pequeño León miró sus patas con vergüenza, a pesar de haberlo examinado tanto no lo había reconocido. ¿Cómo no iba a conocer a un compañero de la maternidad?
— ¿De verdad querrá hablar conmigo? — se preguntó para sí mismo Pequeño León.
Luego lo vio de regreso avanzando a grandes zancadas, tenía dos ratones en la boca, supuso que el segundo sería para él. El otro cachorro agacho la cabeza e intentó maullar unas palabras de agradecimiento pero no le salieron.
— Te traje dos. Yo no tengo hambre, ya comí. — espero una respuesta pero al no recibirla, prosiguió.— Después de todo, los dos seremos aprendices, hay que estar fuertes para el entrenamiento.
— ¿De verdad? — se detuvo bruscamente, no creia que el gato negro ya pudiera ser aprendiz siento tan chiquitin.— Ah, está bien.
El gatito se agacho para comer su ratón, en ese momento al mirar su pelaje y ojos apagados supuso que el mismo también debería verse así. Una fuerte culpa le atenazó la garganta, si él nunca hubiera desobedecido ese día, su madre estaba ahí con él.
— ¡Nocturnino! — un bufido interrumpió su desdicha — .¡Te dije que te arreglaras! ¿Quieres que Estrella Helada te vea así?
Pequeño León agitó la punta de su cola al reconocer la voz. Era Corazón de Cuervo, que estaba de regreso con un conejo entre las fauces, que acababa de soltar, entonces cayó en la cuenta. Aquel pequeño cachorro negro, Nocturnino, era el hijo de Corazón de Cuervo, eran muy parecidos.
— Sí, Corazón de Cuervo. — murmuró Nocturnino encogiéndose ante el grito de su madre—. Voy a limpiarme.
La reina lo miró con furia y luego ladeó la cabeza mirando a Pequeño León.
— También deberías arreglarte, pequeño. —hablo con una voz tan dulce, muy diferente a la anterior.
El gato la miró perplejo durante unos segundos, luego se sacudió la cabeza y asintió sin decir nada.
— Ya hable con Estrella Helada, te nombrara a ti y a Nocturnino aprendices esta noche. — alzó el hocico al cielo y maulló.— No falta mucho así que ve preparándote.
Pequeño León sintió rencor por esa gata, ¿Por qué trataba tan mal a Nocturnino? El estaba peor después de todo.
— Corazón de Cuervo. — maulló el cachorro con un dejo de amargura —. ¿Cuántas lunas tiene Nocturnino? — no podía evitar hacer esa pregunta.—
La joven reina, que ya se estaba yendo, se puso tensa de repente erizando el pelaje de su lomo.
— Las suficientes para ser aprendiz. — gruño.— Además, tu ya deberías saberlo, creciste con él.
Se alejó a pasos tiesos, sin decir nada más aunque el cachorro notó su agresividad, no paraba de sacudir su delgada cola negra.
Pequeño León se quedó mirando a la joven reina con muchas preguntas bullendo en su cabeza, después de todo, no entendía a las familias. No había podido crecer con la suya completa.
Agitó las orejas y miró al cielo pensativo, notó que rápidamente se había oscurecido, los guerreros ya se estaban reuniendo en pequeños grupos.
Pronto sería su ceremonia.
Le recorrió un sentimiento de culpa intenso y sintió un hormigueo de ansiedad. Ojalá pudiera morir en un instante y poder volver a sentir el aroma de su madre o los maullidos de emoción de Roblecillo.
El se merecía ser aprendiz, no Pequeño León. Reprimió un bufido para sí mismo, no quería llamar la atención de todos los gatos. ¿Qué sería de su vida después de esa noche?

LA SENDA DEL GUERRERO -  LOS GATOS GUERREROS FANFICDonde viven las historias. Descúbrelo ahora