Capítulo 1 Carmesí

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Una brisa suave removía el cabello castaño de Sayuri, que se encontraba en el jardín de cerezos de la antigua casa principal del Clan Gojo.Su kimono de flores combinaba con la temporada. A pesar de la plácida imagen que brindaba la joven, el clan al que se había unido en matrimonio al casarse con el heredero varón más prometedor, la veía como un delicado adorno de porcelana estéril : luego de cinco años de matrimonio cada uno de los posibles retoños de la pareja se escapaban de su cuerpo sin formarse del todo. Dejándola en la soledad de promesas y aspiraciones rotas .

La incomodidad y presión de sus suegros nunca encontró eco en su esposo, que protegió su corazón diciéndole que no era realmente importante, que la transferencia del ritual no era exclusiva de su descendencia sino de todo el clan, así que no tenía que presionarse.

Corría el año 1923 y las esperanzas se cultivaban en el Imperio Japonés, un linaje de hechiceros ocultos cuidaban las espaldas del emperador y entre la joven generación Satoru Gojo era sin dudas el más talentoso. Una estirpe de samuráis sin espada que manejaban un vacío más cortante que la hoja de cualquier katana lo resguardaba.

La suave ironía se posaba en los hombros de la chica, su cuerpo había resistido varios a*ortos y rituales de fertilidad. En su familia política muchos creían que estaba maldita por un ente diferente que no era fácil de exorcizar. Pero ella nunca fue diana de una maldición, ni si quiera cuando sus poderes de hechicera no se manifestaban de pequeña. Era poseída cada noche con la esperanza de engendrar un heredero.Para su esposo no era disgusto, la deseaba profundamente pero ella era incapaz de sentirse cómoda sabiendo que tenia el deber de quedar embarazada y llevarlo a término.

Pensó en mo*ir : vestirse de kimono blanco y  quebrar su delgado cuello en alguno de los árboles de cerezo del patio. Dejar que la vida saliera de su cuerpo suspendida de alguna rama. Soñaba con sus pies levitando suavemente mientras dejaba de ser humana y se convertía en demonio como todos los hechiceros suici*as ...pero nunca tuvo valor para hacerlo, aunque a veces eso era lo que creía mejor para su esposo.

Un mal presentimiento recorría el cuerpo de Sayuri , estaba nuevamente embarazada de dos semanas como aprendió a detectar. Los pequeños seres desprendían energía maldita desde la implantación en su matriz y ella conocía de su existencia por sus habilidades mágicas aprendidas en la desesperación y frustración de quien desea ser madre. Luego al rededor de las seis semanas su vientre dejaba de ser capaz de abrigarlos, sufría dolores terribles y acompañada de sus sirvientas tenía que darse a la tarea de sobrevivir los dos días en que su pequeño hijo sin formarse se despedía de este mundo envuelto en un río carmesí que atormentaba cada una de sus células.

El jefe del clan Gojo, bebía alegremente junto a otro señor también jefe de un clan aliado .El clan Iori había servido a los Gojo durante siglos. Eran hechiceros de ojos avellanas y cabello negro , guardianes de varios templos en Kioto. Los Gojo decidieron mudarse a Tokio a inicios de siglo por peticiones del Palacio Imperial pero dejaron en los Iori el deber de proteger los templos, objetos malditos y maldiciones que no podían ser destruidas. Durante décadas hijos de ambos clanes se habían unido en matrimonio y creado guerreros formidables. Pero los Iori eran un territorio conquistado, no representaban para Yamato una ventaja política nueva, así que hacia cinco años, contra toda recomendación de su esposa decidió romper el compromiso de su hijo con la hija menor del jefe del clan Iori y casarlo con la brillante hechicera del clan Kamo, una joven que creaba sangre que quemaba con el poder del fuego, pero que por su condición de mujer nunca alcanzaría un nivel valioso para el ejército de chamanes. Quería ese poder para sus nietos. Ignoró cada noche en la que su esposa lo reprendía ,esa mujer con conocimientos del arte de la fertilidad y que era capaz de lograr que cualquier esposa que pasara por sus manos retomara el poder de ser madre, una especie de maldición inversa específica para el cuerpo femenino que la hacía ser muy reconocida y admirada.

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