Ya era tarde, y aún no me ponía los benditos zapatos.
Busqué, debajo de mi cama, en el ropero, incluso en la ventana, donde usualmente Cristina esconde mis cosas.
Mire el reloj, empotrado en la pared...9:50! Ya era demasiado tarde.
Me puse unas medias grises que combinaban con todo mi uniforme, el color gris reinaba en este orfanato, las paredes, las camas...incluso las flores eran grises, no exageró, las niñas mas pequeñas se dedican a hacer pequeñas flores de papel, y usualmente usaban papel de colores, pero hasta eso era gris acá.
Baje con mucha velocidad, salte los cinco últimos escalones y corrí al salón principal, por suerte aún no abrían la puerta principal.
El salón principal, era una sala amplia con varios sillones de distintos colores y texturas que habíamos recibido de la caridad, algunos eran bonitos, como uno que era verde con lineas azules, pero otros estaban tan demacrados , que podías notar a simple vista el relleno, era demasiado desagradable.
La señorita Salas estaba parada frente a una fila de niñas, todas vestidas con el mismo traje, una camisa gris y unas bermudas del mismo color.
- Llegas tarde...- refunfuño, apenas me vio aparecer.
Su cabello negro, estaba recogido en su usual moño, solo que hoy lo llevaba con tres veces mas laca que normalmente., dicen que ella fue bailarina de ballet en su juventud, pero por algún extraño motivo termino siendo la directora de un orfanato. Hoy llevaba un traje naranja , reservado para ocaciones importantes, que solo le faltaba un tono para ser fosforescente, sus zapatos negros y gigantes que la hacían ver mas alta de lo que ya era, parecía un gigante.
- Lo siento señorita Salas, prometo que no volverá a pasar.- Agaché mi cabeza y le volví roja.
En el orfanato Granville, siempre, el primer martes de todo el mes era una tortura, en especial para mi, la huérfana más grande.
Tenia 14 años, en una semana iba a cumplir los deseados 15, y aun no había salido de ese lugar, desde muy pequeña siempre he anhelado salir y tener una familia, pero eso nunca pudo ser.
Desde que poseo memoria, siempre vi a mis compañeras irse, con nuevas familias, con nuevos padres, yo era la única a la que no habían adoptado, y la razón era más que evidente, y estaba a la vista de todos.
Desde que nací, poseo una orejas en punta, y no bromeo. Cuando nací mi madre me abandono en la puerta con solo una manta y una nota que decía cuídenla, la nota era verde y aun la guardo, es lo único de color que poseo. Apenas la señorita Salas, en ese entonces con 35 años cumplidos, se me acerco ...aquí es donde la versión varia, hay personas que me dijeron que dio un grito tan fuerte que despertó a los demás niños del orfanato, otros me dicen se desmayo, yo creo que ambas son creíbles, pero nunca sabré la verdad.
- Bueno, como les decía, hoy es un día especial...- rodee los ojos, había escuchado este discurso unas mil veces y me cansaba siempre oír lo mismo, para las niñas era algo nuevo,pero para mi, era la misma tontería.
Bla, Bla, Bla, padres...Bla Bla, conducta ejemplar, Bla Bla Bla, serán adoptadas.
Para mi cada una de sus palabras era mentira, una mentira tras otra, yo lo habia intentado todo, siempre ser amable, tener buena educación, hacer comentarios "intelectuales"...nunca nada había funcionado, apenas veían mis orejas la magia se esfumaba...y se alejaban de mi.
La señorita Salas se volteo y camino hacia las grandes puertas marrones que retenían a las parejas que querían adoptar.
Voltee a ver a las chicas, se veían muy emocionadas, Lucia estaba con los ojos brillosos, Ana tenia las manos enredadas en la camisa... Todas estaba emocionadas, era su primera o segunda vez, yo...yo ya no tenia esperanza.