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El olor a agua salada se filtraba por su nariz, mientras sentía la brisa acariciar su piel y la arena bajo el tacto de sus dedos

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El olor a agua salada se filtraba por su nariz, mientras sentía la brisa acariciar su piel y la arena bajo el tacto de sus dedos. Sus ojos azules se movieron hasta vislumbrar algún punto perdido en la distancia. Su mente gritaba que estaba en casa, donde siempre quiso estar, pero­, ¿por qué no se sentía ­correcto?

Amaba ese lugar, con todo su ser, extrañar su lugar de origen era un sentimiento constante; al menos estar cerca del mar disipaba esa angustia. Aun así, no deseaba regresar para quedarse; sabía que estaba donde debía estar, y eso era todo lo que necesitaba tener claro.

Se dejó caer hacia atrás y se mantuvo mirando el cielo pintado por los colores del atardecer. Estaba pasando los últimos días de sus cortas vacaciones antes de volver, sabía que su vida en la tierra daría inicio, apenas llegara a Busan. No tenía miedo, al contrario, se sentía emocionado por la expectativa de lo que estaba por llegar. Con un último suspiro, se decidió que era hora de volver al hotel. Seguramente HoSeok se estaría preguntando dónde estaba y no quería preocuparlo.

Se sacudió la arena que se había pegado a sus manos y se levantó. No había traído casi nada, más que una toalla por precaución y su teléfono; ya que solo quería mirar el atardecer. En ese horario todavía no era un buen momento para entrar al mar, la playa estaba algo llena de personas y no podía arriesgarse a ser visto. El mundo marino debía quedarse escondido del ojo humano, justo como hasta ahora. Se colgó la toalla a los hombros y emprendió camino de vuelta a las habitaciones.

Su paso por la isla Jeju era temporal. Cuando pudo retomar la comunicación con HoSeok, este le informó que se encontraba en aquel lugar por trabajo, pero que podía pasarse y él le pagaría la estancia para volver juntos a Busan. Su propuesta fue una salvación, había huido de casa, pues su padre se negaba completamente a dejarlo ir, porque no concebía la idea de que quisiera irse de su lado a un mundo tan peligroso. Le dolió dejarlo, pero su mayor sueño siempre fue vivir en el mundo terrestre y no estaba solo. Tenía a su abuela materna, que era muy amorosa con él, siempre lo apoyaba y se ofreció para darle un techo en donde vivir. Por otro lado, su mejor amigo, él, vivía en este lugar desde hace un par de años y le había ido muy bien, no tenía forma de quejarse.

Él también quería vivir ese sueño, el mundo terrestre tenía mil y una maravillas que deseaba apreciar desde lo más profundo de su ser. A veces sentía que estaba idealizando mucho la vida que deseaba vivir, pero no lo sabría hasta pasar por ello. A sus casi treinta años no había vivido nada, no era un niño, pero su padre lo trataba como tal. Por mucho que fuera difícil para él desde la pérdida de su madre, no podía anclarlo a un dolor que se negaba a superar. A él también le dolía la situación, pero lamentablemente le tocó aprender a vivir con ello y continuar. Llorar no se la devolvería. Cuando era pequeño no lo entendía, él quería a su madre, por desgracia no iba a volver a verla ni escuchar su voz otra vez.

Vivir con ese dolor sin el apoyo de su padre fue duro, se refugiaba en el escape que otro mundo le brindaba, varias veces le habían mencionado que aquel espíritu aventurero y curiosidad lo había heredado de su madre. Lastimosamente, eso fue lo que la llevó a la muerte, pero él no pensaba correr con la misma suerte. Solo pedía confianza de parte de un hombre que quería, pero no iba a darle lo que deseaba, se negaba a perder lo único que le quedaba.

Love in the depths ² |TaeKook|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora