MI MUSA

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Estoy harto de dar vueltas en la cama, me siento en ella y me paso las manos por la cara y el pelo.

No puede afectarme tanto verla.

Tengo que mantener la mente ocupada.

Me cambio de ropa y me voy al gimnasio.
Me vendrá bien hacer ejercicio y no pensar en nada.

Llego temprano, apenas hay gente.

Media hora después de llegar el gimnasio es un hervidero de gente.

Muchas de las máquinas ya están ocupadas.

Sigo haciendo pesas para fortalecer los brazos durante diez minutos más.

Me seco el sudor con la toalla y la pongo en mi hombro, mientras miro a mi alrededor.

Y entonces la veo.

Lleva un conjunto que deja ver cada una de sus curvas, mi mirada se pierde en ellas.

Lleva unos audífonos y corre en la cinta como si estuviera sola en el mundo, huyendo de algo.

Ella no me ha visto todavia, la observo un poco más, mientras decido si acercarme a ella o irme.

Aunque antes de que decida qué hacer, mi cuerpo va en su dirección.

Me acerco a ella, que para la maquina y se quita los audífonos al notar mi presencia.

Cuando me ve, su cara de sorpresa deja claro que no era a mi a quien esperaba.

-Me estás siguiendo?-le pregunto para romper el hielo.

-Yo?, por si no te has dado cuenta yo he llegado antes, eso significa que eres tú el que me sigue a mi.- me contesta.

-No me importaría, la verdad. Estás entrenando para una maratón?-le pregunto.

-No, he estado un poco ociosa estas semanas atrás y tengo que ponerme en forma, mi gira arranca en apenas un mes.- me contesta.

Coge su toalla para secar las gotas de sudor que salpican su piel, y juro que no he visto nada más sexy.
No puedo evitar mirarla de arriba a abajo.

Ese conjunto deja poco a la imaginación y la mía está muy activa ahora mismo.

Se despide de mi y se va en dirección al vestuario.

Yo hago lo mismo, ya he terminado de entrenar por hoy.

Si lo que quería era quitármela de la cabeza, he conseguido lo contrario.

Me doy una ducha rápida y salgo del gimnasio.

Me acerco a mi moto, suena un mensaje en mi teléfono.

Lo saco de mi bolsillo para leerlo.

La veo salir, y sin pensar le pregunto.

-Caro todavía te gustan las motos?- mientras le enseño el casco con la esperanza de que venga por él.

Veo en su ojos la duda, pero se acerca sonriendo, coge el casco y se lo pone.

Sube a mi moto, al principio intenta no acercarse mucho, pero aumento la velocidad y tiene que hacerlo.

Mi cuerpo se pone tenso con su contacto, nunca había sido tan consciente de cada céntimo de mi piel como ahora que tengo su cuerpo, pegado al mío.

Recorro un par de manzanas sin saber dónde ir, sólo sé que quiero estar con ella un poco más.

Pienso rápido en lo que le gusta, la conozco y sé perfectamente donde llevarla.

Unos minutos después llegamos a Venice Beach.

Muchas veces cuando necesito pensar o siento nostalgia por mi país vengo aquí y me siento a observar el mar.

A Esa Qlona Yo Siempre La QuiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora