En un mundo de reinos en guerra, un chico y una chica de lados opuestos se conocen. Ella tiene esperanza de detener la guerra; él ha perdido la fe. Con el tiempo, el amor nace entre ellos, desafiando las barreras del conflicto. Juntos, sueñan con un...
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Las mujeres, cada una, posee una belleza única que va más allá de lo físico. Desde la fuerza de su carácter hasta la ternura de su corazón, cada mujer es un lienzo pintado con colores vibrantes de diversidad y gracia. Su capacidad para amar, sanar y nutrir es incomparable, y su presencia enriquece nuestras vidas de innumerables maneras. Admirar a las mujeres es rendir homenaje a la esencia misma de la humanidad en toda su grandeza y belleza.
En este reino, la veneración hacia las mujeres es una parte intrínseca de su cultura y tradición. Se considera sagrado que las mujeres lleguen al matrimonio en un estado de pureza, lo que refleja el profundo respeto hacia su integridad y dignidad. Los hombres son educados desde una edad temprana en el valor del respeto hacia las mujeres, entendiendo que cualquier falta de respeto hacia ellas es considerada una transgresión grave.
El castigo por faltar el respeto a una mujer es severo y se aplica de manera justa y firme. Esto no solo protege a las mujeres, sino que también fomenta un ambiente de igualdad y respeto mutuo dentro de la sociedad. Los hombres que no tratan a las mujeres con el debido respeto enfrentan consecuencias que van desde sanciones sociales hasta medidas legales, dependiendo de la gravedad de su falta.
Esta cultura de reverencia hacia las mujeres no solo fortalece los lazos familiares y comunitarios, sino que también promueve un sentido de justicia y equidad en toda la sociedad. En este reino, el respeto hacia las mujeres es una piedra angular de la moral y la ética, y su protección y dignidad son prioridades inquebrantables.
—¿Pero por qué no me dejan salir? – pregunta la pequeña rubia.
—Si sales y te llega a pasar algo, no me lo perdonaría – habla al fin el rey.
—Ni siquiera he visto la luz del sol, ¡no he salido de aquí desde que tengo memoria! ¡Esto es injusto y a ellos si los dejas salir!
—Es diferente, y lo sabes.
—Pero…– no termina de hablar por qué la interrumpen.
—Sin peros, ya te lo dijo y lo sabes perfectamente.
La pequeña rubia se da la vuelta y sale del gran salón, sin seguir protestando, en medio del camino empieza a crear un plan para escapar, pero es imposible, todo el castillo está rodeado de demonios y gente que protege a la familia.
En medio de la noche la pequeña rubia se logra escapar, dándole una sustancia a los guardias quién cuidaban la entrada, sin saber a dónde ir se dirige hacia un bosque, oscuro y lleno de ríos de sangre, pero de la nada una persona le pone un pañuelo en la nariz, el cual contenía cloroformo, logrando así desmayar a la pequeña chica.
Ratos más tarde, la rubia se despierta en lo que parece ser un calabazo, se trata de levantar, pero es imposible, sus manos y pies están atados con cadenas a la pared, llorando y suplicando que no le hagan nada, llega el Rey del reino Celestium.
— ¿Dónde la encontraron? – pregunta.
—En medio del bosque, estaba desorientada.
El rey la mirada de pies a cabeza tratando de descifrar quién podría ser, alguien de su reino o alguien del reino opuesto, uno de los suyos o algún enemigo.
—Quién eres – pregunto el rey curioso por los ojos que llevaba, sin responder, el rey vuelve hacer la misma pregunta – Por última vez, quién eres?!
—Nadia– la pobre chica responde sin aliento alguno.
—¿De dónde eres?
—No tengo permitido decirlo.
—¿¡DE DONDE ERES!? – dice esta vez gritando.
— La hija del rey infernal, por favor ya suélteme – Habla entre sollozos.
—¿Hija del rey infernal? Pero si él no tiene hijas, que chistosita, di la verdad.
—Ya se lo dije, soy hija de los reyes infernales, hija menor.
—No te creo ni mierda – cansado y sin paciencia, le escupe en los pies a la rubia, sale de la habitación dejándola sola.
La rubia, la cual se encontraba en la silla, se dio cuenta de lo que había hecho, tenía prohibido decir quién era, y ahora por su culpa empezará una nueva guerra.
—Por favor Deimos, ven rápido – súplica hablando sola.
