HADES
Yidda camina como siempre a dos metros detrás mío por el largo corredor.
Uno, que a veces parecía interminable por la emoción, cuando mi padre necesitaba mi presencia por algo grato.
Y otras, que en dos zancadas llegaba a la gran puerta, cuando era para una reprimenda y esta, era las mayorías de las veces.
Cuando era niño nunca entendí ese comportamiento de Yidda, hasta creí que era algún tipo de juego y como tal, quería participar desafiándolo.
Algunas veces me detenía de golpe y con precisión; y él también lo hacía.
Intenté en otro momento apurar mis pasos para alejar esa distancia perfecta, pero al voltear divertido y riendo infantilmente, Yidda como una especie de sombra de mi persona, impecable cumplía esa jodida distancia.
Hombre delgado si los hay, baja estatura, cabeza totalmente rapada y con apariencia seria e impenetrable sobre su mirada rasgada.
Pero no había que dejarse engañar bajo esa fachada física y vestido de traje en punta en blanco, porque Yidda con sus poco más de 60kg podía enfrentarse solo a un batallón de hombres bien preparados con sus armas y tan solo él con las suyas, manos y pies marciales; o como decía la leyenda, bajar de raíz un árbol con sus buenos metros de altura con el toque de la palma de una de sus manos.
Yidda era mi héroe.
No mi padre como para cualquier niño.
Pero Yidda era para mis ojos ese perfecto héroe que podía aniquilar a cualquiera de la liga americana que tantos comics leí, cual con inocencia infantil le decía y dando vuelta estos mangas de superhéroes para que vea el motivo del porqué no estaba, él simplemente y sentado al lado mío en el patio trasero de casa mientras quebraba nueces de su cascarón para mí, solo se limitaba a sonreír por mi inocencia y negar.
- Yo tengo que usar mi fuerza, solo para proteger al oyabun (jefe). - Partió la nuez y me entregó la mitad y obedecí, comiendo con ganas mientras Yidda comía la otra parte. - Giri to ninjo (obligación y humanidad). - Repitió esa oración y digo repitió, porque desde que tengo prácticamente uso de razón se lo escuché a Yidda como también al resto de hombres que siempre están rodeando a mi padre.
Como un ejercito, pero no lo sabría en ese momento de mi niñez confirmarlo, pero sí, ahora.
Centena de centenas, esparcidos en el país como en casa.
Siempre.
Y con ellos, crecí.
Me acostumbré a sus presencias, cual me sería raro no verlos.
Me gusta pensar por eso que son familia, tal, que sus espíritus giran siempre y honorablemente en mostrar una lealtad inquebrantable a mi padre, el oyabun.
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Cibrian de Hades... Mi villano favorito
Storie d'amoreMarly, una chica de gran corazón y que lleva una vida tranquila en su último año de secundaria, descubre el amor. Al chico de su sueños. Cibrian de Hades. Sin embargo Marly se da cuenta que el chico nuevo que adora no es un príncipe azul, más bien...