Sensaciones de la vida de un Muerto

4. Humo

Cuando Katia despertó, un arrollador torrente de gente, olores y colores brillantes le entumecieron los sentidos. Unas fuertes y suaves manos le masajeaban la nuca y las sienes, invitándola a volver de la penumbra de la inconsciencia .

-Cariño vuelve, el bebé está a punto de nacer. Katia ? Oh Dios mío Katia no me dejes sólo. Nuestro bebé tiene que salir a adelante. Por nuestro amor, por nuestro amor, por nuestro amor ...

Eric, el entregado marido, repetía estas tres palabras como un mantra salvador de vidas y dador de muerte.
Al escucharle, Katia se abrió paso entre las enredadas cuerdas de su mente para volver a si misma.

En el momento que iba a inhalar para pronunciar palabra, el mundo se congeló, ella dejó de respirar y su corazón de latir. Su vista se fundió en negro y se dejó llevar por la sensación.
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Luz y ruido. Luz y ruido. Luz y ruido.
Lo único que podía sentir era un abrasante deseo de que parase. Quería que parara todo. Volver al pasado y haber decidido no volver a intentarlo. No quedarse embarazada otra vez, pues desde entonces sólo habían ocurrido cosas extrañas en su vida.
Siguió caminando en el enrevesado laberinto de sus pensamientos hasta que oyó una sola cosa.

-Para.

Confundida, giró la cabeza para buscar la fuente de aquel gutural sonido. Intentó preguntar en voz alta, pero una molesta presión fue ejercida en sus cuerdas vocales, impidiéndole realizar las vibraciones necesarias para hablar.

-No hace falta que hables en este encuentro. Estoy aquí para explicarte algo enterno y transcendental. Algo que te afecta a ti y a mí. La base de toda tu existencia y el propósito de la mía. La vida siempre ha sido objeto de debate e insurrección. ¿Quién otorga y arrebata la vida? Hete aquí la respuesta. Yo. No sabes quién soy todavía, pero no es la última que nos vemos. Tu hijo se muere Katia. Nacerá enfermo como los anteriores y apenas vivirá una semana.

Al oír esto, un grito corto y ahogado se apoderó de su cuerpo. Un estremecimiento la abatió y antes de caer al incorpóreo suelo con sus incorpóreas puso una mueca de dolor.

- Ah! Callate, estás pensando y es muy molesto. ¿Cómo pueden los humanos soportarse? Pequeños organismos insignificantes, polvo en el viento.
Mi tiempo aquí se acaba y antes de irme quiero proponerte algo.
Una vida por una vida. ¿Justo no?
Tu hijo vivirá, pero será mío desde sus dieciocho años hasta su muerte. A vosotros los padres mortales os quedará la satisfacción y la angustia de que vive pero nunca será realmente vuestro. Recae en tí la responsabilidad de la elección. No podrás contárselo nunca a nadie, tampoco a tu marido o al niño cuando crezca. Aceptas o no aceptas. Blanco o negro, sin escala de grises.

Y así es como nació de padre londinense y madre extranjera un pequeño niño completamente sano, con rosadas mejillas regordetas y una mata de pelo castaño y con una inquietante marca de nacimiento en la vértebra Atlas de color sangre y augurio de un difícil porvenir.