CAPÍTULO 2

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Narra Alejandro:

Otra vez la agotadora y deprimente rutina diaria. No sé en qué momento pensé que sería buena idea formar una vida laboral como maestro, pero no puedo quejarme; tengo estabilidad económica, aunque sentimental no tanto. Hace más de tres años no convivo amorosamente con nadie, pero qué más da, no me interesa involucrarme en esos temas por el momento.

La verdad es que no duermo mucho, ya que tengo que planear las metodologías y contenido académico hasta muy tarde de la noche, y el Instituto no me queda cerca de casa. Así que tengo que levantarme casi a las 3:30 a. m., todo para que ni siquiera le presten atención a mi clase.

Mi nombre es Alejandro, tengo 28 años; en algunos meses, 29, y soy maestro en el instituto Lincoln hace aproximadamente un año y dos meses. Si soy sincero, no es que disfrute este trabajo, pero a veces la vida es de esta forma, no haces lo que te gusta, sino lo que deberías. A mis alumnos no les interesa lo que les enseñó y, a mí la verdad, tampoco si lo aprenden o no. Pero desde que llegué tuve una alumna estrella; sin embargo, después de 6 meses en mis clases, no volvió a tener el rendimiento de antes, pero igual sigue siendo mi mejor alumna. Es lindo que se interese tanto... Ahora sé que se llama Taylor, es bastante introvertida y, ya que lo pienso, nunca le he visto hablando con nadie. Pero es una chica muy guapa; su rostro es angelical, tiene ojos grandes, aunque con ojeras, pestañas muy largas y abundantes, labios carnosos y rojizos naturalmente, cabello corto pero un poco más abajo de sus hombros y con un tono negro bastante lindo, tiene piel pálida, es de complexión delgada pero muy atractiva, inspira tanta delicadeza. En algunas clases la observó por detenidos momentos, aunque ella no se da cuenta porque ni siquiera me mira mientras explico los temas. Supongo que ya no le gustan mis clases. En todo caso, ¿qué estoy diciendo? Eso no importa, ella solo es mi alumna.

Esta tarde me escribió un mensaje; casi muero al saber que era ella, pero tengo que poner límites. No es adecuado que un maestro y una alumna dialoguen por sus redes personales. Parece que el idiota de Antonio le gritó por unos simples auriculares, pero no soy tonto, sé que la trata de esa forma porque hasta ahora es la única que no permite que le hable para algo más que temas académicos, y él acosa a casi todas las chicas. No sé por qué aún no dicen nada, es incómodo y poco respetuoso.

Esta mañana me levanté con el pie izquierdo y justo tengo que hablar con Antonio. ¡Perfecto! Estoy harto de todos esos inútiles buenos para nada.

Cuando llegué al instituto, Antonio se encontraba en la cafetería. Lo vi desde el portón y yo tenía un mal humor impresionante. Me dirigí hacia él con una expresión en mi rostro completamente seria y procedí a decirle con un tono agreste:

—¿Le gritaste?

—¿De qué hablas, Alejandro? No te entiendo.

—¿No entiendes? Mira, Antonio, no sé qué "problemitas" tengas, no me interesan, pero a mis alumnos no les grites, no los mires mal, no nada. ¿Quién te crees? —Le dije mientras ponía mi mano en su hombro, apretando de forma amenazante.

—Ah, ¿te refieres a esa chica, Taylor? No estaba prestando atención; debo tener autoridad con los alumnos —quitando mi mano despacio.

—¿Sabes que es la que obtiene el mejor promedio de todo el instituto?

—Pues, en mi clase no se permiten ese tipo de distractores, ni porque tú me lo digas. Mi clase, mis reglas.

—Por lo menos prestaste atención a que con ello maneja su ansiedad.

—A nadie le importa eso Alejandro, ya no molestes, tengo que irme —extendió su mano para despedirse cordialmente.

—Ya te lo dije Antonio, a mí sí me importa. Me preocupo por mis estudiantes. Taylor conservará sus auriculares. Y si de casualidad se te ocurre volver a dirigirte de forma irrespetuosa hacia ella, conocerás una parte de mí que nadie debería. ¿Entiendes?

Ahora no.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora