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omnisciente

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omnisciente.

—¡Rubia! —Lo llamó, ocasionando que Joaquín se asusté y los libros que estaba colocando en esa estantería, se le caigan—. Uy —comenzó a reírse estallado. Cordovero lo miraba con sus peores caras y eso fue lo más gracioso.

—¿De qué te reís? Ridículo —dijo enojado y bajó algunos escalones de la escalera de aluminio—. Y no me digas «rubia», ¿quién sos? Pesado —agregó muy molesto. Demasiado diría Ivo, aunque eso último lo ignoró.

—Es que... Fue gracioso, admitilo. —Siguió burlándose pero ya se calmó porque los ojos verdes de Joaquín iban a matarlo, o eso parecía—. Te buscan en recepción. Vine a avisarte eso —enunció con una sonrisa, clavando sus ojos en el rubio.

Éste último nombrado asintió con la cabeza y, con mucho cuidado intentó bajar sus últimos escalones, pero la escalera de aluminio le jugó una mala pasada y con su pie izquierdo se resbaló, provocando que casi caiga al suelo de parado.

—Epaa... —Ivo lo atajó por su cintura. Literalmente Ivo rodeaba toda su cintura con su brazo grande y fuerte. Tan fuerte como para sostener a Joaquín y que no caiga—. ¿Estás bien? —Murmuró sobre su rostro, serio y preocupado. Sus respiraciones apresuradas se sentían a milímetros y los ojos verdes de Joaquín, en esos segundos, pudieron analizar mucho más de cerca a Alfredo. Tanto así, que tardó en reaccionar todo un minuto completo.

—S... Si —se soltó rápido de Ivo y dejó sus manos en el aire. Las mismas que se sostenían por los hombros del morocho.

Luego, se quedaron miraron algunos segundos.

—¿Seguro…?

—¿Sabés? Deberías de juntarme los libros que hiciste que se me cayeran —contestó rápido, casi interrumpiendo a su compañero, alejándose de a poco de él.

—Si, ¡de nada por salvarte! —rodó los ojos e hizo lo pedido: levantó los libros. Pero mientras que elaboraba esa acción, dentro de su cabeza revivía el recuerdo de hace a penas unos segundos en donde tenía a Cordovero muy de cerca. Tan cerca que se replanteó hasta lo impensado.

Pudo sentir que debajo de toda esa ropa holgada, lleva una diminuta cintura. Pudo ver los lunares en su rostro y el iris de esos ojazos. Pudieron ver incluso todo lo que pensaban, pero no se decían.

...

—Ay... ¡Basta! —Soltó enojado y se agachó a juntar los libros—. Parece que lo hacés a propósito, flaco —agregó enfurecido, sin siquiera mirarlo.

—Perdón, estaba fijándome en otra cosa. —Ivo lo ayudó a juntar, pero esa acción de buena fe no le importó a Joaquín porque está bastante molesto como para creer ahora que Ivo es buena persona.

—Bueno, fijate en tu trabajo mejor —respondió irritado y tomó el último libro en el suelo, pero justo Ivo también lo agarró, entonces empezaron a tironear del mismo para quedarselo—. ¡Ash! Sos insoportable —lo soltó y el otro se rió.

𝗮𝗹𝗲𝗷𝗮𝘁𝗲 - 𝘬𝘢𝘺𝘯𝘦𝘢.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora