Albus Dumbeldore destacaba bastante mientras caminaba por las calles de Whimpwell Green, una localidad costera al norte de Londres,La brisa marina corría bastante fría aquella mañana otoñal, Dumbeldore vestía una túnica morada que resultó muy inusual, para los pocos muggles con los que se había cruzado.
No tardó mucho en llegar a un edificio rodeado por una valla y que a diferencia de las demás casas blancas o de madera, estaba hecho de ladrillo viejo.
Al entrar le recibió una mujer mayor vestida de monja, que le dedicó una mirada impasible y tras una escueta charla, le dirigió hacia una habitación muy particular.
"Buenas suerte con ella" dijo con un resquemor oculto y le dejó solo, frente a rahída madera de la puerta.
Por primera vez muchos años, tantos que ni siquiera podía contarlos, Albus Dumbeldore sintió los nervios a flor de piel.
Pero era demasiado mayor, demasiado sabio para dejar que le controlasen.
Abrió la puerta para encontrarse una sala vacía, con el suelo y las paredes polvorientas. Los únicos muebles eran un par de sillas de madera viejas colocadas en el centro de la habitación.
La estancia estaba tenuemente iluminada, ya que la única entrada de luz era una ventana no demasiado grande.
Una niña de aproximadamente 11 años, con el cabello negro como el carbón, la tez impolutamente blanca y los ojos marrones avellanados.
"¿Es usted el médico?" Preguntó cortésmente la niña sin girarse para mirarlo.
Dumbeldore se sentó calmadamente en la silla más cercana a él "No, no soy médico"
La pequeña niña se giró con una mirada inquisitiva, claramente dudando del mayor.
Estaba casi preocupantemente delgada, pero su pequeño cuerpo no le impedía mostrar una actitud fuerte.
"¿Ah, no?" Dijo finalmente.
Dumbeldore le dio una cálida sonrisa "No, no soy un médico, soy un mago"
La pequeña niña estuvo a punto de reírse, pero entonces recordó la dura lección que le habían dado las monjas a causa de cuestionar a los adultos. Así que simplemente se quedó mirando fijamente la inmensa barba blanca del hombre con curiosidad, ignorando su última confesión.
Dumbeldore se rió lo que pillo desprevenida a la niña "Eres una muchacha inteligente, bien...bien"
"¿Te gusta la playa?"
Lia se desconcertó ante el cambio de tema, pero asintió.
El hombre se levantó y caminó hacia ella, en consecuencia la pequeña retrocedió cautelosamente.
Dumbeldore tan solo le ofreció una sonrisa tranquilizadora y apoyó una mano en su hombro.
Entonces la niña sintió una sensación rarísima y no muy agradable. Fue como un tirón muy fuerte en el estómago y después como si alguien sacudirse su cuerpo violentamente de un lado a otro.
Abrió los ojos y vio el mar. Había aterrizado estrepitosamente en la arena.
Se levantó atónita y miró al viejo que había venido a verle.
Dumbeldore miró satisfecho como había roto la actitud indiferente de la niña. "Impresionante, la gran mayoría vomita la primera vez" dijo con esa enigmática sonrisa.
"¿Que ha pasado?" Preguntó la niña cuando salió de su sorpresa.
"Acabas de aparecerte, como ya te he dicho soy un mago, pero dime, ¿no has notado por tu cuenta que no eres una niña normal?"
La niña se quedó mirando fijamente al anciano, esta vez con nuevos ojos, a primera vista le había parecido un viejo chiflado pero ahora ya no sabía que pensar.
Era cierto que cosas extrañas solían pasar a su alrededor, por ejemplo, las horribles faldas por debajo de las rodillas de las monjas se acortaban "mágicamente" de la noche a la mañana. Había desquiciado tanto a la vieja Higgs con eso que le había obligado a llevar pantalones.
Otra vez había sentido como sus asquerosas e insípidas gachas tomaban un ligero regusto a chocolate, y una vez había hecho desaparecer un jarrón que había roto accidentalmente.
Después de reflexionar sobre estos que pensó que habían sido obra de su mente asintió hacia el viejo.
"Pues te aseguro que no hay nada malo en ti, pequeña, simplemente vives en el mundo muggle, y eres una maga"
La niña le miró con una mezcla de emoción y duda "¿Muggle?"
"Personas no mágicas" aclaró Dumbeldore y luego revisó la hora en su reloj de bolsillo "Vaya como pasa el tiempo, me temó de que es hora de irme, aquí tienes" dijo para luego entregarle un sobre de papel amarillento con un sello rojo carmesi con un escudo con un león, un águila, un tejón, y una serpiente.
En cuanto la niña tocó el sobre, volvió a aparecer en la sala donde se habían encontrado, que por cierto era la sala de pensar, según las monjas, pasaba mucho tiempo allí.
No había rastro del anciano.
Escuchó el crujido de la vieja puerta al abrirse e instintivamente escondió la carta que le habían entregado entre sus ropas, esa era la única prueba de que lo que acababa de vivir era real.
La señora Higgs apareció con una expresión clara de molesta.
"Has tenido suerte, ese anciano va a pagarte un internado para niños especiales, más te vale aprovechar la oportunidad" dijo secamente. "Y te quedarás tres horas más para que reflexiones bien sobre lo que le has hecho a la hermana Martha" sentenció.
Tuve que reprimir una risa cuando me acordé de como había cambiado el azúcar por la sal en el café de la hermana Martha.
No lo habría hecho si nos dejaran usar azúcar o sal a los niños, pero si no había para nosotros no había para nadie.
En cuanto la vieja Higgs salió por la puerta me apresuré a sacar y abrir la carta con mucho cuidado.
Señorita Lia Belvina Black
Habitación 13 del orfanato público de Whimpwell Green
Norwich, InglaterraQuerida Señorita Black,
Estamos felices de informale que ha sido aceptada en la escuela Howarts de magia y hechicería.
Encontrará una lista adjunta con el material y equipamiento necesario para su próximo año escolar.
El curso comienza el 1 de Septiembre, por favor esperamos su respuesta antes del 31 de Julio.
Minerva Macgonagall
Subdirectora.
Lia releyó la carta un par de veces, mierda, ¿esto era de verdad?
Podría salir de este horrendo lugar, podría ser libre? No no podía ilusionarse, no tan fácilmente.
Dentro del sobre había dos pergaminos más, uno de ellos era la ya nombrada lista, y el otro era una nota escrita con tinta azulada.
Querida Lia
En exactamente 1 semana mandaré a alguien para que te acompañe a comprar tu material escolar.
Dumbeldore
Lia contuvo la reparación, esto era real, le estaba pasando, a ella, a una don nadie.