Capítulo tres

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James se mordió las uñas mientras removía las papas cocidas en su plato

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James se mordió las uñas mientras removía las papas cocidas en su plato. El bullicio del Gran Comedor le golpeaba la cabeza como un bate.

—¡Es que es rarísimo! —exclamó Sirius, levantándose de su silla—. ¡Nos ve en el pasillo y escapa! ¿Es que acaso no te parece raro?

—¿Qué podría parecer raro? ¿Qué Peter sólo quiera estar a solas y hacer sus propias travesuras sin nosotros? —Lunático bajo la cabeza—, ¿qué hay de malo en eso? 

James suspiró. Agarró los huevos cocidos del plato más cercano y los partió Estaban pesados sobre su palma. Con regularidad, cualquier objeto alcanzaba un grado mayor de peso del habitual sobre sus manos. No sabía si se debía al cansancio o la fatiga (quizás ambos, pensó).

Les quitó la cáscara con las uñas (que, notó, estaban recortadas de forma desigual y ligeramente rojas alrededor), y las observó con pereza.No tenía ganas de llevarse ninguno a la boca.

—¡Pero es que sigue pareciendo raro!

—¿Qué es lo qué te parece raro? —Remus arqueó la ceja. El pecho de Sirius se expandió tomando aire, mientras el rostro se le enrojecía ligeramente:

—Primero: nos deja de ver cuando nos reunimos; segundo, apenas nos ve, huye… y su apariencia…

—Pienso que estás exagerando.

—¡No lo hago! —Sirius apretó las manos hechas puños y se dejó caer sobre la silla—. Lunático… sabes que digo la verdad, ¿y aún así no te atreves a darme la razón? Piensalo: la cantidad de veces que escapa…

—Sólo fue a terminar su detención, Sirius, tranquilízate —Remus frunció el ceño. Había dejado su ensalada a un lado, y le daba a Sirius una mirada paternal—. No veo porque últimamente andas muy estresado cuando no nos ves a todos aquí, ¿sucede algo?

Sirius se mordió el labio y giró la cabeza. James suspiró.

—¿Te sucede algo, Canuto? —preguntó sin ganas.

—¿Por qué te importaría ahora, James? —la voz de Sirius sonó ronca y furiosa; de pronto, lo observaba con un ceño fruncido—. Generalmente andas por ahí paseando y preocupándote más por la prefecta Lily que por mí, o Remus, o Peter...

—Eso no es cierto.

—¡Claro qué lo es!

—Y estás gritando, deberías bajar la voz... —el rostro de James enrojeció un poco cuando reconoció la mirada de Snape sobre él. Las manos le temblaron, por lo que las apoyó sobre la mesa—. Ahora, lo mío con Lily no es nada que te incumba... ni ella ni yo estamos haciendo nada malo, ¿entiendes?

—Claro que lo entiendo, pero eso no te da derecho a dejarnos por ella. Dime James, ¿acaso no te importamos?

—Claro que me importan  —contestó James—. Que no esté con ustedes todo el tiempo no significa nada.

My first confession (Snames)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora