En este omegaverse a los alfas, sin importar si son hombres o mujeres, se les dice papá y a los omegas, hombres o mujeres, se les llama mamá.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La guardería Smile no era una gran guardería, pero tenía una buena reputación. Los cachorros eran bien cuidados en ese lugar, la mayoría de los trabajadores eran omegas, por lo que llevarse con los pequeños eran sus especialidades.
Allí era donde trabajaba Lisa desde hacía un par de años. Cuando se graduó de la universidad esa fue su decisión y no se quejaba de eso, tenía un título en cuidado de cachorros y maestra.
Le gustaba mucho pasar tiempo con los pequeños de cuatro años, enseñándoles a leer y escribir. Era una de las cosas que más le gustaba, estar rodeada de pequeños cachorros, dulces y muy tiernos.
Tenía la esperanza de encontrar algún día a un alfa y formar una familia, pero claro, fuese más fácil si ella no fuera una asocial. En parte, pues era alguien muy tímida y reservada. A sus veinticinco años, nunca había ido un fin de semana a fiestas.
Prefería estar en casa leyendo un libro o viendo anime, ni siquiera se quedó en la fiesta de graduación de la universidad en la que estudió, solo fue con su madre por su título y después se fueron a casa para celebrar comiendo haemulpajeon.
Se logró independizar después de eso, consiguió un pequeño apartamento en un buen precio y el trabajo en la guardería, cuidaba de los pequeños casi como si fueran propios.
Todos sus compañeros eran amables con ella, quizás era casi la más joven, pero no había problemas con eso, lo único que sí la tenía un poco triste era que, es la única omega sin pareja, ni marca.
Quizás teniendo en cuenta que era la más joven no habría tantos problemas, pero Sana era mayor que ella solo por un año y tenía una marca que lucir en su cuello.
Le hacía sentirse muy sola, y lo peor del caso: era una virgen. No podía siquiera pensar en la palabra "nudo" para llenarse de vergüenza.
Vergüenza debería de darse ella misma, ¡era una adulta, por todos los santos! Pero no tenía toda la culpa, cuando era pequeña no tuvo experiencias muy agradables con desconocidos.
En la primaria y secundaria sufrió de abusos escolares por parte de sus compañeros, eso hizo que se volviera aún más insegura de lo que era antes. Por esa misma razón siempre quería estar sola, pues si estaba sola, nadie la miraría mal ni trataría de hacerle bromas pesadas.
Así fue como pasó su juventud escondida en la biblioteca y en el cuarto de su casa. Pero aunque quisiera estar siempre metida allí, la vida adulta la sacó a rastras. Trabajar, si no trabajaba, no tendría dinero, y sin dinero, solo sería una carga para su madre, y ella ya había dado gran parte de su vida cuidándola.
Entonces, al estar en la universidad, pensó mucho en lo que iba a hacer, y se fue por lo más seguro para ella, cuidar de los pequeños.
Se graduó como especialista en eso, incluso tomó algunos cursos de pediatría. Trabajar en una guardería era lo mejor, tanto para ella como para los del lugar, pues si algún cachorro se enfermaba, Lisa sabría qué hacer.
Un día en particular, cuando llegó a su trabajo en la hora habitual, fue recibida por un gran lloriqueo, se preocupó por eso y fue hasta el origen de este.
—¿Qué ocurre? —preguntó cuando llegó, habían por lo menos tres omegas tratando de calmar a una pequeña de cabellos castaños, nunca antes la había visto, por lo que supuso que era una nueva integrante en la familia.
—¡Ya no sé qué más hacer, lleva llorando desde que su padre la dejó y eso fue hace casi una hora! —la pobre Yeri mecía a la pequeña en sus brazos, pero esta seguía llorando y pataleaba para quitarse del agarre de la mayor.
Sus mejillas pequeñas estaban rojas y llenas de lágrimas. Entendía que quizás era la primera vez que se separaba de sus padres y por eso estaba así, había lidiado con un par de esos cachorros antes.
—Ya, pequeña, ya. Tus papis vendrán después por ti, deja de llorar —Yeri estaba frustrada, al igual que lo demás, parecía que la joven también se pondría a llorar en cualquier momento.
—¿Ya le dieron de comer? ¿Su pañal le incomoda? —preguntó un chico poniendo un dedo sobre su mentón, y los demás asintieron.
—Tratamos de darle su biberón, pero no lo quiso y su pañal está bien, ni siquiera está húmedo —explicó otro omega mirando a la pequeña.
A Lisa le partía el corazón verla de esa forma. Se miraba tan triste, tal vez no estaba acostumbrada a los extraños, y eso solo hacía las cosas peores.
—Ven, préstamela, creo que tu angustia solo la altera más —Lisa había acabado de llegar, así que estaba tranquila, en cambio, los demás tenían un aire de preocupación.
Yeri asintió y le dio a la niña, quien se puso a llorar con más fuerza al ver que la estaban pasando a otra persona. Lisa trató de sostenerla con cuidado y la acostó sobre su hombro, cerca de su glándula del aroma.
Le empezó a dar palmaditas en la espalda tarareando una canción de cuna. Para su milagro, los lloriqueos fueron bajando de intensidad en cuestión de minutos y se volvieron sollozos.
Lisa sintió cómo la pequeña se aferró a su ropa y acercó su carita a su cuello, aspirando de manera tartamudeante por sus anteriores lloriqueos. Los demás se le quedaron viendo entre asombrados y aliviados, al menos ya no había más ruidos estridentes.
—¡Bien hecho, Lisa, pudiste calmarla! —Yeri fue quien habló primero y la menor se sonrojó con algo de vergüenza, no estaba acostumbrada a recibir halagos.
—N-no fue nada, solo quise ayudar —respondió y los demás solo sonrieron más tranquilos, cada uno se fue a hacer sus cosas con los demás pequeños que iban llegando y Lisa se fue hasta un salón.
Ella era encargada de seis cachorros, tenía que estar al pendiente de ellos y al parecer tenía que cuidar de otra más. Se llevó consigo la mochila de la pequeña que dormía sobre su hombro, revisarla con una sola mano no fue fácil pero tampoco imposible.
Kim Jiwon, un año de edad, alergias a las moras. Se sorprendió un poco por eso, no había muchos pequeños de un año en esa guardería, normalmente llegaban más de dos en adelante.
Los omegas eran muy protectores con sus pequeños en el primer año de vida y apenas podían despegarse un poco de ellos cuando tenían el año y medio.
Pero Lisa no era nadie para juzgar, quizás sus padres eran muy ocupados y no podían cuidarla como les gustaría.
—Bien, pequeña Jiwon, hay que llevarnos bien, ¿te parece? —habló en un susurro mientras acariciaba con suavidad la espalda de la cachorra, que solo dio un suspiro. Al parecer, dormiría más.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.