4. Testimonios

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Elena estaba nerviosa, la receta del acido fólico le quemaba en el bolso. Sabía perfectamente que tomar esas pastillas, aunque no se quedara embarazada, no le haría ningún daño pero el simple hecho de tener la receta contravenía el acuerdo pactado con Frank. Ahora era un tema tabú pero lo hablaron largamente durante su estancia en la residencia, Frank parecía más liberado entonces, a decir verdad. Frank, realmente, había cambiado tanto... Quizás su deseo de vivir con ella le había obligado a aceptar demasiadas condiciones. Nunca se lo había preguntado abiertamente, no sabía si existían otras condiciones a parte de la presencia de Quim en casa pero sospechaba que así era. Nadie pasa de estar ilusionado por ser padre algún día a catalogarlo de locura por sus problemas de salud. Elena no se consideraba enferma salvo cuando cogía un resfriado. Su discapacidad no pasaba de ser una característica más de sí misma y así siempre se lo expuso a Frank. Pero la negativa fue inamovible como todo lo que tiene su oscuro origen en sus queridos suegros.

Nada había cambiado en realidad, salvo ese pequeño papelito en su bolso y la idea haciendo run run en su cabeza. Esa idea tantas veces acallada. Quizás ese era el problema, enterrar un deseo sin ni si quiera investigar o indagar un poquito.... Era tan fácil como abrir el navegador y teclear las palabras adecuadas "maternidad y discapacidad". El 99% de los resultados dados ofrecían consejos a padres con hijos con discapacidad pero buscando entre la paja se encuentra el grano. Un blog por aquí, un grupo de Facebook por allá.... Parece que el raro espécimen de padre o madre con discapacidad existía. Entró en esos grupos y se presentó como una escritora interesada en escribir sobre experiencias reales sobre maternidad cuando se tenía una discapacidad. Solo pretendía conocer la verdad de primera mano. Nadie podía culparla por ello. Con su madre poco o casi nada había hablado del tema, pero sabía perfectamente que albergaba la esperanza de ser abuela.

Como si la invocara sin pretenderlo, su madre la llamó por teléfono. Hablaban casi a diario y se veían una vez a la semana. Elena sabía perfectamente lo que su madre opinaba del tema, así que ni se molestó en sondearla. Para su madre todo estaba clarísimo, ella debía quedarse embarazada y así pillar al rico heredero definitivamente. Ya se ocuparían ellos de cuidar a su querido nieto, querido de verdad, eso por supuesto. Realmente, ese enfoque del asunto no atraía ni lo más mínimo a Elena. Así que, sabiamente, no sacó el tema en la conversación.

—¿Qué tal, nena? ¿Quedamos donde siempre?

—Si, mamá, ya lo sabes, esta tarde ¿por qué no quedamos aquí, en casa? ¿O voy yo a tu casa?

—Ay, no.... Que hace un sol espléndido. Quedamos en la Plaza de Diagonal Mar y tomamos algo.

Su padre era taxista y tenía estos pequeños inconvenientes. Su madre chasqueaba los dedos y aparecía en su barrio, de repente. Aunque viniera de otra ciudad. Otra reticente a venir a casa de Frank.... No sé hasta qué punto tendría la casa llena de gente a este paso como vaticinaba él la otra noche, en caso de ser madre.

—Está bien, mamá —desisistió antes de discutir.

Efectivamente, lucía un sol espléndido cuando salió de casa para acudir a la cita con su madre en la terraza de un bar pero en cuanto la vió, empezaron los nubarrones:

—¡Ay, nena! ¿te has peinado? Mira que debes cuidar tu aspecto que los hombres enseguida buscan fuera lo que no tienen en casa —sentenció su madre nada más verla.

— Si, mamá, me he peinado —contestó Elena con infinita paciencia asimilando la primera puñalada de su madre — ¿Cómo estás?

—Bien, bien.... Yo siempre estoy bien, ya lo sabes ¿y tú qué me cuentas? ¿Cómo está Frank? ¿ya le cuidas?

—Pues....

—Mira que es un encanto de chico y te quiere con locura. Con la suerte que tienes no debes dejarlo escapar. Él es un deportista de élite y va conociendo a demasiada gente por ahí, y a mujeres....

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⏰ Última actualización: May 10 ⏰

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