Roma 2022
Salvatore había nacido en el norte de Italia, en Portofino, un enjambre de casas arremolinado sobre el mar Mediterráneo. Una ciudad turística por excelencia, aunque él no podía apreciar la belleza que le rodeaba Cada mañana se despertaba con las luces de la bahía y era fácil verse envuelto de turistas mientras iba al colegio aferrado a la mano de su madre mientras bajaba las escaleras de la calle. Mientras las bajaba, siempre miraba a una ventana fijamente. Sabía que esa mirada le sería devuelta por una niña, algo mayor que él, que aguardaba la visita de un sacerdote a diario. Su madre le había explicado que era una niña que no podía ir al colegio por su debilidad física y un párroco al borde de la jubilación le hacía las veces de maestro. Portofino no era amable con los que eran diferentes en esa época.
Quizás algo quedó en su subconsciente de aquella imagen cotidiana que le llevó por el camino del sacerdocio. Hacía mucho tiempo que no pensaba en su niñez pero la imagen de aquella mujer en su balcón, le había despertado ese recuerdo. Una con cara triste, la otra con cara sonriente pero ambas atrapadas en sus casas con veinte años de diferencia entre ellas ¿Por qué deseaba volver a encontrarse con esa mujer del balcón o con Elena? ¿Por qué le venía el recuerdo de su vecina ahora? En su maravillosa comuna todo era hermoso pero hay cosas que los turistas no veían ni oían. Como a su vecino Jovani, que con cinco años no hablaba e iba a un colegio fuera del pueblo. Por las noches, le oía gritar. Más tarde descubrió que su vecino tenía algo llamado autismo y no pudo averiguar nada más.
A su vecina que recibía clases en casa si que la veía en ocasiones en la calle. Era claramente mayor que él, quizás cercana a la pubertad. Le pareció hermosa con su melena morena y rizada. La explicación de su madre sobre los huesos de cristal de la niña, le parecía imposible. Él sabía cómo se creaba el cristal, lo había visto en una feria. La única explicación que encontró su mente infantil para sus piernas retorcidas fue, sin lugar a dudas, que esa niña era una sirena. Una sirena que había quedado atrapada entre tantas casas y se le había secado la cola antes de poder volver al mar. De ahí, la tristeza de sus ojos azules.
Se puede decir que esas tres imágenes marcaron su destino. Vio en el sacerdocio una manera de huir del canto de sirena. Porque se alejó de esa chica, pero a lo largo de su adolescencia, en la universidad de filosofía, antes de tomar la decisión por la vida sacerdotal, siguió sintiendo atracción por mujeres diferentes y el sentimiento de culpabilidad que le acompañaba. Solo vio una salida a esta situación: el sacerdocio y la vida del voluntariado para estar cerca de personas con discapacidad. Quizás Elena no iba tan desencaminada al acusarle.
Pero no, ahora que tenía el hábito para disfrazar sus pecados de caridad, estaba libre de toda culpa. Al fin de cuentas, solo sentía amor y eso no podía ser malo. Un poco más intenso hacía ciertas personas pero eso es muy fácil de camuflar bajo una sotana, con la etiqueta de caridad cristiana como le acusó Elena. Nunca había dado rienda suelta a su fantasía, nunca había buscado pareja con alguna discapacidad aunque eso era lo que más deseaba. Tuvo novia formal unos meses pero la relación pasó de ser insípida a evaporarse en cuestión de meses. No sintió que esa compañía le llenara de dicha como se supone ha de hacerlo el primer amor. Ni su corazón latía desbocado como cuando bajaba las escaleras esperando ver a su sirena. No, no era lo mismo. Acabada la licenciatura de filosofía, empezó su carrera sacerdotal, creyendo haber encontrado su verdadera vocación después de mucho meditar sobre todo el pensamiento humano que le habían mostrado en la facultad.
Es curioso encontrarse en el seminario con un licenciado en filosofía, casi contradictorio pero Salvatore creía que así dominaría todos sus miedos y dudas en cualquier ámbito de la vida. Encontró la paz mental que necesitaba y creía que sus dudas eran parte de su pasado. Su vida se había convertido en una plácida senda bien marcada y aplaudida por su entorno. Su madre se enorgullecía de tener un hijo casi sacerdote, después de haberle amonestado en varias ocasiones por estudiar una carrera inútil.
Así había llegado él a Roma, con su hábito apenas estrenado y con muchas ganas de colaborar con las obras de caridad de la santa sede. Pronto se vio envuelto en la burocracia absurda para realizar cualquier actividad apoyada por la universidad pontificia pero su idea de ser voluntario en el colegio de educación especial de la ciudad, siempre necesitado de mentes y manos abiertas para ayudar a sus alumnos con diferentes discapacidades. finalmente, fue aceptada. Sus funciones, eran muy variadas, acompañando en las tareas escolares. En algunos casos, contención de los niños con autismo que sufrían una crisis, lo cual le hacía entender algunos episodios misteriosos de su infancia. Y así fue acallando su mente, volcándose en el trabajo que no era poco y sintiéndose bien por ello ¿era eso reprochable? Por sus estudios en filosofía o, simplemente por su experiencia en la vida, sabía muy bien que estaba sublimando la parte que le asustaba de él mismo.
Dos días después recibió un Whatsapp de Elena. Su corazón se desbocó aunque intentó racionalizar el hecho. Elena no conocía a nadie más en la ciudad y quizás se sentía sola. Solo le proponía tomar un café o un helado en la heladería Trevi disfrutando de la maravillosa vista de la monumental fuente. Se ofreció recogerla en su furgoneta y ella aceptó, le pareció mucho más receptiva que el otro día. La soledad pesa demasiado en un país que no es el tuyo. Intentó racionalizar esa cita al máximo, solo era una nueva amiga. Nada más.
Elena lo estaba esperando en la calle y no le costó demasiado subirla a la furgoneta pero al quedar en la parte de atrás, su conversación se volvió incómoda y el viaje transcurrió en silencio. Una vez aparcados relativamente cerca de su destino, pudieron pasear juntos hasta la famosa fuente. Salvatore cumplía a la perfección su función de cicerone y le explicó en qué se empleaba la escandalosa suma de dinero que los turistas echaban diariamente a la fuente, se destina a la manutención de familias romanas en situación de precariedad. Realmente, era un buen uso para una costumbre tan popular. Elena pudo contemplar a Océano en el centro y a Abundancia y Salubridad a los lados, un conjunto escultórico impresionante.
En la heladería pudieron disfrutar de deliciosas copas de helado mientras la conversación fluía entre ellos. Elena se mostró más amable y le hizo saber que le admiraba por su labor fuera de la iglesia. Él le concedió admitir que la iglesia, históricamente, se había valido de las personas con discapacidad para argumentar ideas insostenibles, en realidad pero confiaba plenamente en la evolución de la iglesia hacía una vertiente más justa y abierta
- Aunque no lo creas, hay mentalidades nuevas y jóvenes en la iglesia, poco a poco irá abriéndose.
- Es cierto, habéis pasado de considerarnos castigo divino a llevarnos de excursión -se mofó Elena pero enseguida rectificó - Perdón, prometí enterrar el hacha de guerra. Reconozco que esta ciudad es más incómoda de lo que esperaba. Intentaré seguir utilizando el bus lo máximo posible para ir al trabajo pero estoy viendo que no es fácil por sus múltiples averías, aun tengo que averiguar el intrincado procedimiento de pedir un taxi adaptado en esta ciudad. En cada ciudad hay una disponibilidad diferente. Te propongo algo: Me gustaría volver a aquella calle donde nos conocimos porque esa chica del balcón nos presentó. Me gustaría volver por allí contigo para ver en qué forma podemos ayudarla. Me recuerda a mí de niña, sentada en el balcón esperando que mi madre decidiera sacarme de paseo.
Es curioso que la misma situación, a Salvatore también le despertara también recuerdos de la infancia. Estuvo completamente de acuerdo con Elena en intentar mejorar la vida de esa mujer. ¿Por qué Elena siempre le tocaba la fibra sensible? Parecía que no podía tener secretos para ella cuando los había tenido para todo el mundo.
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El viaje de Elena
RomanceElena es una mujer atrapada en una relación conveniente pero no se siente plena. Su discapacidad no le corta las alas para soñar y no se conforma con una vida aparentemente plena. Desea algo más. Esa es la clave. Su vida se ve impulsada por el deseo...