Capítulo uno.

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 En broma

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 En broma

Olvidaba lo tedioso que era encontrarme en esta situación.

Probablemente, en muchas situaciones de mi vida, me he visto envuelta en momentos en los que quiero desaparecer. Solo que, digamos que esta vez, tenía más razones para querer que la tierra me trague.

Algo que no sucedió. No, eso no sucedió.

En su lugar, solo un nombre salió de los labios de aquella mujer.

—La señorita Eloise Cox, nos honrará a todos con su participación más esperada en este recital de ballet.

Cerré un momento mis ojos, fingiendo que los aplausos no me causaban náuseas. Había pensado en rendirme, pero la entrenadora me convenció de hacer una última presentación, según ella, estaba segura de que esto me convencería de quedarme.

Lo cual, no fue así.

No salí por más que las demás me miraban a espera de mis pasos, mis pies no pudieron moverse, el espacio se me hizo pequeño y simplemente, mi estómago se cerró abruptamente. Solo podía sentir la sensación de un hormigueo en mis manos y el temblor impidiéndome pensar en algo coherente.

No, no pude.

Llevé una mano a mi abdomen, tanteando la tela de aquel traje que usaba.

Y tragué grueso, a pesar de que no podía deshacer ese nudo en mi garganta.

Creo que vomitaré, sí, lo haré.

Eso lo confirmé cuando oí un par de gritos de voces conocidas del otro lado del telón.

—¡Vamos princesa! —mi madre exclamó

—¡Demuéstrales quien manda, amor! —le siguió papá

Apreté aún más mis párpados

Esto fue específicamente lo que les pedí que no hicieran.

No quería que nadie se enterara de que mis padres estaban en primera fila apoyándome.

Bueno, al menos solo son ellos dos.

O eso creí.

—¡A ver, aplaudan! ¡Quiero oírlos animando! ¡Eloise, Eloise, Eloise...!

Los demás le siguieron como algo automático.

Abrí los ojos repentinamente a causa de la sorpresa que me llevó oír esas palabras proviniendo de otra voz que hace demasiado tiempo no escuchaba.

No, por favor.

Debe ser una broma.

Una de mis compañeras me miró

—¿Es tu novio?

—¿Mi qué? —arrugué el ceño—. No, solo es un idiota.

—¡No soy un idiota! —escuché que dijo otra vez

Sonrisas en primaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora