Mi paz con Ibeth era algo especial, algo que mi madre veía con alegría, pues había encontrado una novia encantadora a pesar de ser tan jóvenes. Nuestra relación era sana, basada en más que simples palabras dulces. Aunque nos prohibieron besarnos, a pesar de que ya lo habíamos hecho, respeté la decisión de no hacerlo de nuevo.
El día que la llevé al lago, nuestro lugar especial, sentí que el amor que crecía entre nosotros hacía que olvidara mi pasado. Nunca le conté a Ibeth que mi padre nos golpeaba a mi madre y a mí.
Mi madre me dijo que nadie debía saberlo, así que le mentí diciendo que mi padre había fallecido y que prefería no recordarlo. Ella no preguntó más al respecto, pero pude notar que sintió pena al saber que no tenía un padre, aunque no lo demostró abiertamente, pude percibirlo a través de mi intuición.
—Naín, mira esos peces dorados —me llamó Ibeth, deseando que me acercara a ella para observar juntos los peces. Tomamos fotos y pasamos un rato agradable. Al caer la noche, la dejé con sus padres y regresé a casa. Fue un sábado encantador.
Ibeth comenzó a escribirme cada hora, y yo no podía pasar mucho tiempo sin responderle, pues cada detalle de ella me encantaba.
Los días pasaban y todo iba bien entre mi madre y los padres de Ibeth. Sin embargo, una noche, mientras dormía, mi celular sonó y pensé que era mi novia. Pero al escuchar la risa burlona de mi padre, mi corazón se aceleró. ¿Cómo había conseguido mi número? Eso no me gustaba para nada.
—¡Hola hijo! ¿Cómo has estado? —dijo mi padre, y yo no respondí, salí de mi habitación para buscar a mi madre, pero no la encontré.
—¡Dónde está mi madre, maldito! —me alteré tanto que me costaba respirar al darme cuenta de la situación.
—Ven a nuestra antigua casa, estoy con mi querida esposa. Si no vienes, la mataré y te encontraré, no importa dónde te escondas —me amenazó antes de colgar, dejándome con la respiración agitada y el temor de lo que pudiera suceder.
Antes de salir de casa, reuní algunas cosas que me servirían durante mi viaje. No tuve tiempo de tomar un autobús, así que llamé a un taxi a pesar de que cobra más, pero nada de eso me importó.
Después de llegar una hora, vi la casa de mis pesadillas con esa noche fría acercándose, y no sabía cómo terminaría esto.
Una vez que llamé a la puerta, vi al miserable hombre que se hace llamar mi padre con una sonrisa que exuda maldad.
—Naín hijo, llegaste justo a tiempo para la fiesta—lo ignoré, apartándolo de la puerta.
Entré, buscando frenéticamente a mi madre. Mientras trataba de gritarle, me apuntó con un arma.
—Qué hombre tan valiente te has convertido solo. Todavía eres un niño pequeño, tuviste suerte antes, no esta vez. Me enviasteis a la cárcel, eso es imperdonable.— Dijo, sacudiendo la cabeza decepcionado.
Me agarró por la camisa y apuntó con el arma a mi boca.
—Mi valiente hijo vino a salvar a la perra de su mami—Se burló de mí a la cara. Luego me empujó con brutalidad.
«Voy a matar a ese bastardo»
Mientras intentaba atacarlo, dos hombres que parecían criminales salieron y agarraron mis brazos con fuerza.
—¡Átenlo!—ordenó el muy despreciable entrando en la habitación. Esos dos hombres gigantes me ataron a una silla con cadenas para que no pudiera liberarme. Se rieron en mi cara cuando vieron mis inútiles intentos de escapar.
Atado con esas malditas cadenas, en presencia de esos dos delincuentes que el miserable de mi padre había traído a casa, me siento impotente. No tengo las fuerzas suficientes para acabar con ese hombre que solo nos hace daño.
—¡Mátame a mí, no le hagas daño a Naín, te lo suplico!—ruega mi madre al desgraciado de mi padre. Él la trae amarrada del cabello y mi sangre hierve al verlo.
—¡Déjala, maldito!—Intento con todas mis fuerzas frenar la ira que estoy presenciando.
—Amigo, tienes un hijo con cojones—, se burla uno de esos matones que están a mi lado.
Mi padre dibuja una sonrisa y empuja bruscamente a mi madre, lastimándola. Ella me mira preocupada, con sus ojos enrojecidos.
—Naín será como yo, tiene mi sangre, ¿verdad, hijo?
«Maldito enfermo», piensé para mis adentros.
Al ver que no digo nada, se me acerca, mirándome a los ojos.
—Hoy te voy a enseñar cómo se debe tratar a las mujeres. Cuando crezcas, entenderás la causa del comportamiento de tu padre. Ahora no lo entiendes porque eres un niño.
Agarra a mi madre del cabello y comienza a arrancarle el vestido en mi presencia. Ella pide que pare, yo casi no tengo voz para gritarle. Es demasiado para mí, no quiero ver esto.
—Papá, por favor, para—le suplico, con la esperanza de que su corazón se ablande, pero no lo hace. Se ríe y le dice a uno de sus hombres que me abra los ojos en caso de que no quiera seguir viendo la función.
—A las perras se las trata así—, dice mientras la penetra con extrema violencia. Jamás había presenciado algo tan extremo, y que la primera vez sea así. Un trauma se colará en mis recuerdos para siempre.
Soy obligado a ver cómo realiza actos sexuales con mi madre y encima llama a uno de esos criminales para que siga la función. Las lágrimas y la impotencia me consumen, la rabia de no poder soportar cómo maltratan a mi madre sin poder ayudar es abrumadora.
La sensación de impotencia y desesperación se apodera de mí. ¿Cómo puedo detener esta atrocidad? ¿Cómo puedo proteger a mi madre de este monstruo que es mi propio padre? Las cadenas que me atan físicamente también me atan emocionalmente, impidiéndome actuar, paralizándome en mi dolor y enojo.
Pero en medio de toda esta oscuridad, un destello de determinación comienza a brillar en mi interior. Aunque ahora soy solo un niño indefenso, sé que algún día creceré y tendré la fuerza y el coraje para enfrentar a mi padre, para proteger a mi madre y para romper estas cadenas que nos atan a este infierno.
La semilla de la valentía ha sido plantada en mi corazón, y aunque la tormenta sea feroz, sé que algún día florecerá y me dará la fuerza para liberarnos de este tormento. Mi madre merece justicia, merece ser protegida, y yo haré todo lo que esté en mi poder para asegurarme de que así sea.
Así que, mientras las lágrimas siguen cayendo y la impotencia me consume, también crece la determinación en mi interior. No seré siempre un niño atado por cadenas, seré un hombre con la fuerza y el coraje para enfrentar el mal y proteger a los que amo. Y cuando ese día llegue, mi padre conocerá la verdadera fuerza de un hijo con cojones.
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No te perdí ( Próximamente)
RomanceEl tono de voz en esta situación es de cierta incomodidad y desconcierto. Después de tanto tiempo sin verse, ambos protagonistas se encuentran de repente en un lugar inesperado y no saben cómo reaccionar. Aunque en el pasado tuvieron una buena relac...