Capítulo 1

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La noche era tranquila mientras me acomodaba en la terraza del jardín, disfrutando de la paz que me rodeaba

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La noche era tranquila mientras me acomodaba en la terraza del jardín, disfrutando de la paz que me rodeaba. La luz de la luna iluminaba suavemente las flores, creando un ambiente mágico en la escena.

En medio de ese momento de calma, noté un camión de mudanzas que se detenía frente a la casa vecina. Pensé que mi tranquilidad se vería interrumpida con la llegada de nuevos vecinos. Mi curiosidad se despertó al preguntarme quién podría salir del vehículo.

Mientras observaba desde la distancia, escuché a mi madre llamándome desde el interior.

—¡Ibeth! ¡Entra, querida!

Ignorando su llamada, seguí mirando cómo una mujer, que parecía tener aproximadamente la misma edad que mi madre, salía del auto acompañada por un joven apuesto. Solo pude ver sus espaldas mientras ayudaban a la mujer a descargar varias cajas.

Intrigada, me acerqué para escuchar lo que decían y descubrí que eran madre e hijo mudándose al barrio. El joven se llamaba Naín y tenía una sonrisa encantadora que captó mi atención al instante. Aprovechando la ocasión, decidí presentarme.

—Hola, soy Ibeth. ¿Necesitas ayuda con algo?

La mujer sonrió con gratitud y aceptó mi ofrecimiento de ayudarles a llevar algunas cajas a su nuevo hogar. Mientras colaborábamos, me di cuenta de que Naín era un año mayor que yo y compartíamos intereses y pasatiempos similares.

En los días posteriores, me vi cada vez más atraída por mis nuevos vecinos. Comencé a pasar más tiempo con ellos y a conocerlos a fondo. Naín y yo rápidamente establecimos un lazo especial; compartíamos historias y risas mientras recorríamos el vecindario juntos. Su personalidad serena y su sentido del humor hacían que disfrutar de su compañía fuera un verdadero placer, y empecé a esperar con ansias nuestros encuentros diarios.

Conforme nuestra amistad se fortalecía, una emoción indescriptible me invadía cada vez que veía a Naín. Su presencia trajo una nueva energía a mi vida, llenando mis días de risas y alegría. Pasábamos horas hablando sobre nuestros sueños y metas, y descubrimos una conexión profunda que trascendía la simple amistad.

Sin embargo, con el paso de las semanas, comencé a darme cuenta de que mis sentimientos por Naín habían evolucionado hacia algo más intenso. Mi corazón latía con fuerza cada vez que estaba cerca, y sentía esas mariposas en el estómago cada vez que él sonreía. Todo esto eran señales claras de que me había enamorado de él.

Pero al reconocerlo, una ola de incertidumbre y miedo me invadió. ¿Y si Naín no sentía lo mismo? ¿Y si mi confesión arruinaba nuestra amistad? Estos pensamientos llenaban mi mente, haciéndome dudar y reprimir mis verdaderos sentimientos.

Ahora, me despierto cada día con entusiasmo para asistir a clases, viendo la preparatoria desde una perspectiva completamente nueva. Todo gracias a mi vecino nuevo, quien me ha mostrado que la vida escolar puede ser mucho más gratificante cuando tienes a alguien especial a tu lado.

—Disculpa, Naín. Me distraje un momento. ¿Podrías repetir lo que dijiste? —le digo, intentando ocultar mi inquietud.

—Claro, te explicaba que para simplificar la fracción debes dividir ambos términos por el mismo número. ¿Lo entendiste? —me pregunta Naín, notando mi nerviosismo.

—Sí, lo entiendo perfectamente. Gracias por tu paciencia —le respondo con una sonrisa, tratando de disimular mis verdaderos sentimientos.

Continuamos estudiando hasta que el día se convierte en noche. Decidimos tomar un descanso y ver una película en Netflix. Mientras buscamos qué ver, Naín se acerca a mí y, en un susurro, me dice:

—¿Te importaría si pongo mi cabeza en tu regazo? Me duele un poco el cuello.

Su cercanía provoca una corriente eléctrica en mi cuerpo.

—No, para nada. Siéntete cómodo —le respondo, esforzándome por mantener la voz firme.

Empezamos la película y Naín apoya su cabeza en mi regazo. No puedo evitar acariciar su cabello con suavidad mientras él cierra los ojos y se relaja. En ese instante, me siento tan feliz y tranquila que olvido todas mis preocupaciones y solo disfruto de su compañía.

Sin embargo, esa paz se interrumpe cuando Naín se incorpora y me mira a los ojos. En ese momento, siento que el tiempo se detiene y solo existimos él y yo.

—Ibeth, tengo que confesarte algo. Desde hace tiempo tengo sentimientos por ti y no sé cómo decirlo sin arruinar nuestra amistad —su voz es suave y temblorosa, demostrando la sinceridad de sus palabras.

Sin pensarlo dos veces, me acerco a él y le doy un beso suave. Es un beso lleno de emoción y ternura. Nos separamos y nos miramos a los ojos, sabiendo que compartimos los mismos sentimientos.
Desde ese día, Naín y yo dejamos de ser solo amigos; ahora somos pareja.

Aunque al principio temía que eso arruinara nuestra amistad, ahora sé que nuestro amor es más fuerte y que nada podrá separarnos. Ese día en su casa me permitió descubrir que el verdadero amor siempre estuvo a mi lado.

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