PRÓLOGO

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    El omega de cabello negro bajó el arma que había estado apuntando a la frente del alfa

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    El omega de cabello negro bajó el arma que había estado apuntando a la frente del alfa. Suspiró, dejándola caer al suelo, todo bajo la atenta mirada del alfa. Sus ojos no se apartaban de él; ni siquiera había parpadeado una sola vez.

Unas cuantas lágrimas rebeldes escaparon de los ojos oscuros del omega, trazando un sendero salado por sus mejillas. Se las limpió con brusquedad y suspiró de nuevo, sin desviar la mirada del alfa.

—Escúchame, te puedo jurar que... —El omega lo interrumpió con una bofetada en la mejilla derecha.

—¿Jurar? —dijo con una sonrisa amarga. —Tú eres el verdadero Judas aquí, en este momento, ¿y vienes a jurar? ¿En serio? —Chasqueó la lengua, negando con la cabeza. Sentía un dolor punzante en las sienes. —Deberías ahorrar tiempo y hacer lo que realmente viniste a hacer. —La mirada del alfa lo tentaba, por la diosa luna que sí, pero estaba tan herido que, en lugar de seguir lo primero que cruzó por su mente, le dio otra bofetada.

El alfa soltó un quejido apenas audible y lo miró fijamente unos segundos después. El aroma del alfa intensificándose, llamándole. Y joder, esos ojos avellanos.

El omega estaba a punto de ceder, de darse por vencido y correr a los brazos de ese alfa para que este lo impregnara con su aroma.

—Por favor, créem-

Los ojos del omega brillaron tenuemente con un destello zafiro. Sin expresión alguna, miró al alfa y le propinó otra bofetada en la mejilla derecha.

El alfa tenía la mejilla enrojecida por las tres bofetadas que ya le había dado el omega, pero aun así lo miró de nuevo. Esa expresión seria en el rostro del menor no desapareció.

—¿Por qué no me cre...?

La pregunta quedó en el aire cuando el omega lo golpeó por cuarta vez. Esta vez, el alfa sintió que el golpe fue más fuerte que los anteriores. Su piel ardía.

—¡¿Cómo demonios esperas que te crea tal cosa, Kim?! —Los gritos del omega eran tan amargos que parecían superar el aroma a chocolate que desprendía.

El alfa bajó la cabeza, suspirando, rindiéndose ante el intento de hablar.

—¡Mira lo que me hiciste! ¡Me engañaste de la forma más...! —Las lágrimas recorrían aún más sus mejillas, y el dolor en su pecho lo hacía sentir incómodo. —¡Nunca debí confiar en ti, Kim!

—Mi trabajo era eso... —Aunque lo dijo despacio, el tono del alfa era firme, casi con enojo. Esa dureza hizo que el omega llorara aún más.

El ambiente estaba tan cargado que los aromas amargos parecían a punto de intoxicar a ambos.

—¿Enamorarme era tu trabajo, eh? —El omega golpeó el pecho del alfa, lo que le dio a este la oportunidad de sujetarlo por los brazos y apretarlo contra sí, en un abrazo forzado.

Quería sentir más de cerca a su omega...

—No miento cuando digo que te amo. Lo juro, Kook.

El omega negó con la cabeza y se apartó bruscamente. Ambos estaban luchando contra sus instintos.

—No juegues conmigo, Kim. —Sollozó. —Te lo ruego, por la diosa luna. Ya sé quién eres y por qué hiciste todo esto. —Lo señaló con un dedo. El alfa guardaba silencio. —Querías atraparme... Bien, aquí me tienes. Hazlo. —Juntó las manos y las presentó frente al alfa, mirando las esposas que colgaban del uniforme de este.

Kim lo miró con los ojos muy abiertos, sintiendo que iba a romper a llorar en cualquier momento.

Por favor... —suplicó el mayor, mirando al omega con desesperación. —No quiero. —Realmente no quería. El alfa cayó de rodillas justo cuando percibió el aroma a odio que el omega desprendía. Su omega lo odiaba.

—Captúrame y acabemos con esto, Kim.

El Omega De La Mafia (TaeKook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora