Rosa.

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Era extraño cómo funcionaba el tiempo para una persona.

Algunas veces se sentía como si avanzara tan rápido como un parpadeo, y otras veces se sentía como si estuvieras atrapado en el mismo segundo, pero la verdad era que el tiempo nunca se detenía.

Avanzaba y avanzaba, contigo o sin ti. El tiempo nunca se detiene, solo te detienes tú.

Hace años que HuaiSang lo sentía de esa forma. 

Como si el tiempo avanzara a una velocidad alarmante, pero él seguía igual. Sin moverse, sin seguir.

Atrapado en un mundo, en un tiempo, en una vida que no le pertenecía. Pero entonces, Nie MingJue había llegado a su vida.

Era extraño mencionarlo, teniendo en cuenta que no se conocían desde hace tanto, pero la verdad es que, el simple hecho de estar cerca de él, lo hacía sentir pleno. Completo, por primera vez desde que lo puede recordar.

No tenía muchas ambiciones de joven, solo tenía a su madre cuando era niño. Una mujer delicada y enfermiza, hermosa como todas las madres amadas lo son para sus hijos, pero solitaria. Solía tejer frente a la ventana como si estuviera esperando la llegada de alguien, pero lo único que recibía era un cheque mensual por una módica cantidad para vivir establemente.

Nunca habló de su padre, como si fuera un tema prohibido aunque sus rasgos se retorcían con pesar cuando preguntaba. Sin embargo, recuerda una ocasión, cuando tenía aproximadamente siete u ocho años, cuando el cheque que siempre llegaba, fue entregado personalmente por una mujer, alta y fuerte, tan diferente a su madre cómo podía ser.

HuiaSang no lo sabía entonces y realmente tampoco lo sabía ahora. A pesar de tener un conocimiento básico de lo que era un embarazo, para él solo era una mujer alta, fuerte y gorda, sin embargo, cuando expresó su pensamiento en voz alta, el rostro de su madre se llenó de vergüenza y comenzó a disculparse como si no hubiera un mañana; sin embargo, la mujer solo rió, con una jovialidad que sus rasgos duros no deberían permitir, y se agacho de su imponente altura para acariciar la mejilla rellena de HuaiSang con una suavidad que no debería existir en alguien con un rostro tan severo.

“Hay un bebé creciendo dentro de mi.” Susurro, su voz suave y al mismo tiempo dura, pero sus rasgos eran tan felices que no pudo ofenderse por el tono que seguramente alejaría a las personas de ella.

“¿Sí?” Contestó HuaiSang. “¿Cómo?”

La mujer asintió, retirando su mano para acariciar su bulto con cariño. “Con mucho esfuerzo, si soy honesta.”

“¿Y vale la pena?” Murmuro HuaiSang, sin retirar los ojos del bulto de la mujer, perdiéndose la sonrisa en su rostro. 

“Definitivamente. Es amado aunque todavía no esté aquí.” 

Si hubiera estado más consciente, el movimiento repentino del bulto lo hubiera asustado. Pero en ese momento, no había visto nada más interesante, tanto, que ni siquiera pensó cuando colocó la mano en la panza de la embarazada donde había visto el movimiento, y antes de que cualquiera de las dos mujeres pudiera reaccionar, el movimiento volvió a ocurrir justo en el lugar que estaba tocando, y fue, como si por primera vez, pudiera ver todos los colores de un arcoiris sin tener el efecto natural de luz solar y lluvia tenue.

No volvió a ver nunca más a aquella mujer con rostro feroz, y nunca más supo de ella, a pesar de que los cheques seguían llegando mensualmente y nunca se detuvieron, incluso con la muerte de su madre años después.

Al final del día, el tiempo seguía avanzando.


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