La Prisión de Cristal

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Pómulos desgastados,
cabello desordenado.
Me siento a tu lado...
Me siento defraudado.

Una vida no muerta:
me llevas a las nubes
y tan pronto me despiertas.

-Jovencito, este no es lugar para siestas.-Una gruesa voz procedente del oscuro abismo del que no quería regresar jamás, despedazó mi fantasmagoría sin un ápice de piedad-. No creo que deba recordarle la enorme estupidez que simuló el otro día. Quizás eso le refresque la memoria y vea que, precisamente usted, no es el más adecuado para saltarse otra de mis clases. Si usted prefiere la interpretación antes que el álgebra, solo dígamelo, y yo, seré el primero en darle facilidades para que se cambie a Artes Escénicas. Seguro que ahí triunfa. Dada la actuación digna de un Óscar que nos presentó el lunes pasado...
-No actué nada-respondí seriamente. Me levanté de inmediato y le miré desafiante. No iba a permitir que me hablara así, y menos sobre eso. Menos si era él quien lo hacía o si alguno de mis ecpáticos compañeros lo hicieran en su lugar-. Aquí lo único actuado es tu patética preocupación frente a los alumnos, cuando eres un maldito egocéntrico más que no conoce ni comprende ningún sufrimiento humano.
-Muy buena objeción, señorito Nix-aplaudió con sarcasmo, sin darle la mínima importancia a mis palabras-. Ahora haga el favor de salir por esa puerta y contarle a la directora lo que usted me acaba de decir. ¿Quién sabe? Tal vez hoy también se vaya a su casa a descansar, como la anterior vez. Se ve que su pasión por el actoraje recoge sus frutos, incluso si estos están sin madurar.
Apreté los dientes, resignado. Solo era una broma para él. Una broma para él, y un objeto de exhibición para todos esos acosadores ojos de mis compañeros que se posaban en mí como si fueran los mismos que miran a una extraña y solitaria criatura, encerrada en la mugrosa e infernal Prisión de Cristal.

Divago desorientado,
sin saber aún quién es el malo.
Desconociendo el momento dado
en el que todos me odiasen con tal descaro.

-¿Cómo vas a empezar a entenderme cuando echas la cabeza a un lado cuando ves que puedes salir afectado?-Dije, girándome con una mirada de repulsión hacia el encargado de alimentar a los monstruos que desgarran mi piel día a día-y tú-señalé a la única persona que fue relativamente humana conmigo, en su momento-. ¿Cómo eres capaz de seguir durmiendo después de abandonarme de ese modo y reírte de mí tras hacerlo? Reírte de un problema que tú misma tuviste y que, al igual que a mí, todo el mundo te dio la espalda.-No permití que formulara respuesta alguna y continué; sin filtros-. ¿Todo porque te acepten en un grupo de mierda en el que lo único que saben hacer es: criticarse, reírse unos de los otros y ser más falsos que la ropa "de marca" que le compran sus papis en el chino?-Suspiré, conteniendo la rabia que sentía en ese instante-. Me das pena, Bethy. Esa gente de tus alrededores, sin ninguna duda, no tienen salvación ni del mejor dios...¿Pero tú? Pensaba que conservabas un mínimo de criterio propio. Pero ya veo que, en esta parentela, hasta el alma más pura se desorienta.

Tal vez no debí abrir la verja:
El pasado de lo que fue,
no es el futuro quién lo encomienda

Salí del aula, con paso firme, sin permitirme dar un paso atrás o dejar que los animales sin domesticar vieran algo más que no fuera la figura de mis espaldas; alejándose sin pausa ni indecisión alguna.
Mi cuerpo pedía a gritos un soplo de aire fresco, mientras que mi mente rogaba por la llave de La Prisión de Cristal. O, al menos, por un martillo con el que poder hacerla trizas.
En definitiva, el conjunto de estos dos desastres naturales me hizo cambiar el sentido de mi dirección hacia una muy distinta a la inicial.
Subí las escaleras con paso retardado. Algo en mí me decía que yo no quería eso; que era otra de mis muchas otras tonterías temporales que desvanecerían de inmediato en cuanto pusiera la cabeza fría y pensara con claridad.

Sin embargo, ya lo había pensado varias veces antes de que la última gotita procedente de mi querido profe colmara el vaso del que, al parecer, el mundo entero se había puesto de acuerdo para rellenarlo. Todo aquel mundo cruel que se había dedicado a realizar pequeños gestos para hacer mi vida imposible de vivir: Hacerme una zancadilla, robarme el desayuno, fingir ser mis amigos, hacerme romper en lágrimas en innumerables veces; llamándome débil en cada una de ellas. Darme una paliza a la salida, inculparme de todos sus errores intencionados, cortarme en un brazo dejando un mensaje que ponía "FREAK", negar mi verdad y verificar la suya; mentir, mentirme, mentirles, mentirla; asesinar a mis ganas de vivir... Matarme en vida.

El único motivo de mi existencia era el de observar a la brillante estrella regresar a su escondite del oeste. El único motivo por el que me levantaba cada día cuando sonaba el despertador era para esperar al fin del día, y reencarnar la preciosa y limitada tradición que tenía con mi madre.
Hoy en día, prefería pensar que ella forma parte de alguna de las fugaces estrellas que pasan por el infinito espacio, lejos de este planeta. Lejos de la gente, de todo, de todos...incluido yo mismo. A veces me pregunto: ¿Qué pasaría si yo también quisiera convertirme en una de esas estrellas fugaces? Lo más seguro es que, en mi caso, sería imposible, ya que no hay nadie que pudiera brillar más que ella. Y mucho menos lo haría su hijo.
Pero, a lo mejor, me convertiría en otro astro: un helado cometa, un áspero asteroide o tal vez en un destructivo meteorito. Entonces, ya podría volar junto a ella y surcar parte del espacio exterior, hasta que alguno de los dos cayese en algún planeta y se desintegrase en polvo de estrellas.
Eso sería maravilloso.

El viento acariciaba mi piel con ansia, mi energético corazón impulsaba mi sangre con calma y mis asombrados ojos miraban el paisaje con terror, acompañados de una satisfactoria sonrisa que expresaba a la aliviada Tristeza, en los primeros días del Apocalipsis.

Detener mi paso,
hacer a mi mente caso.
Si camino en falso,
volveré a ver al Ocaso.

No daré la vuelta.
No quiero ser una nube,
quiero ser la estrella.

Poemas y microrrelatos de un artista perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora