El día estaba lluvioso; el patio del orfanato estaba todo lleno de lodo, el cielo estaba gris y hacía mucho, pero mucho frío. Amaba los días lluviosos, pero no me gustan los truenos y rayos. Irónico, ¿cierto?
Estaba aburrida. Ya había hecho todo lo que me habían pedido las monjas. Ver cómo llovía podía ser divertido hasta cierto punto, y ese punto ya había llegado. Con pereza, me levanté del sillón donde estaba y subí a mi habitación. Agarré la libreta que me regalaron los señores Ivanov y empecé a escribir en ella lo que había sentido cuando vi a cada uno de los hermanos que había visto hace unos días. Eran lindos, ¿qué digo lindos?, eran guapísimos.
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Había perdido la noción del tiempo cuando vi a la ventana; ya era muy tarde. Tenía que bajar a cenar antes de que cerraran la cocina. Comí sola, como de costumbre, ya que no tenía amigos en el orfanato porque el dúo de tontas había creado rumores horribles sobre mí, y desde entonces nadie se quiso juntar conmigo.
Terminé y me fui de nuevo a mi habitación. Había sido un día muy aburrido. Al principio del día parecía un robot, como si todo lo hiciera por pura inercia, y ya por la tarde me sentía como nueva, como si me hubiera quitado una carga de encima.
Ya estaba acostada en mi cama cuando recordé a los señores Ivanov, los extrañaba. Y sin más, caí dormida recordándolos.
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Escuché una voz distorsionada a lo lejos, decidí ignorarla y volver a dormir, cuando un grito hizo que me parara de la cama demasiado rápido, provocando que cayera al piso por el mareo repentino que tuve.
—Mocosa inútil, recoge tus cosas, te largas de acá de una vez por todas. Y como no bajes por las buenas, te jalo de las orejas. —Gritó Dolores y salió de la habitación. Estaba confundida y me dolía mi cabecita.
¿Hacer mis maletas? ¿Largarme?
No entendía lo que estaba pasando; sin embargo, metí lo poco que tenía en una mochila un poco desgastada de color rosita. Ya que terminé de meter todo a la mochila, me cambié y me puse un vestido celeste y mis guaraches blancos.
Todo eso lo hice lo más rápido que pude y sin pensarlo mucho, bajé encontrándome a Dolores en la entrada del orfanato.
—Tardaste mucho, niña. —Molestia y envidia era lo que predominaba en su voz.— Fuiste adoptada.
—¿Adoptada? —Estaba confundida. ¿Quién querría adoptar a una adolescente de 16 años en vez de un niño de 3 o 4 años? Aunque tenía una idea de quiénes podrían ser, no me quería ilusionar.
—Sí, lo que escuchaste. —La puerta se abrió de par en par, dejando ver a un hombre y una mujer con sus sombrillas. Entraron y guardaron las sombrillas. —Señores Ivanov, fue un gusto conocerlos. —Su tono era dulce, y aun así, me empujó hacia ellos.
El señor Ivanov me atrapó cuando casi caigo de boca. Sin decir una palabra, volvieron a abrir las sombrillas y salimos por la puerta delantera; todo iba en cámara lenta.
Era demasiado sorprendente el que me hayan adoptado. Pensaba que toda mi vida iba a vivir en el orfanato hasta los 18 años.
La señora Ivanov me cubría con su sombrilla mientras caminábamos hacia el auto. La miré y me dio una sonrisa, una cálida que irradiaba amor y cariño.
Me abrió la puerta trasera del auto, y subí. Ella se subió de copiloto, y el señor Ivanov del lado del piloto.
Todo se sentía tan raro y extraño, pero no de mala manera, sino que se sentía irreal.
El camino fue largo. Después de unas tres horas, llegamos a un pueblo. No entendía en qué puto momento había un pueblo cerca del orfanato.
Me sorprendía que haya un pueblo cerca del orfanato ya que la única ciudad cerca está a por lo menos 5 o 6 horas del orfanato, es extraño que el orfanato esté muy alejado de la ciudad, sin embargo no era algo que me importara mucho.
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| ~ Adoptada ~ |
Short Story-Adoptada?- Mi voz suena incrédula. Tenía 16, quien en su sano juicio querría a una adolescente en vez de a un bebé? -Sí empaca tus cosas y baja, te están esperando.- La voz de Dolores se escuchaba enojada como si le diera envidia que pudiera salir...