6

40 6 4
                                    


Narra ___*

-¡Muchas gracias!

Por fin logré terminar la conversación con aquella señora que por lo que me contó es muy amiga de la abuela, no paraba de hablar de lo mucho que había cambiado y que sería muy buena pareja para su nieto. <Señora, ¿Cómo le explico que yo no puedo tener nada con su hijo? Yo sólo tengo ojos para el Madrigal>. Reí para mis adentros. Ni en un millón de años estaré enamorada verdaderamente de él.

Tal vez estaba muy distraída, tal vez fue porque el destino es milagroso o muy soplón que hizo que chocara con alguien y se me cayeran unas cuantas manzanas del canasto. Solté un bufido frustrado y me agaché a recogerlas, pero vaya que el destino es muy "sabio" y le gusta la diversión.

-Lo siento mucho, no vi por dónde venía.

Escuché, levanté mi cabeza y divisé a un chico, era evidente que era unos años más joven que yo, pero vamos, que no era mucho la diferencia, tal vez un par menos. El chico era de tez morena y tenía unos cuantos rulos en su cabello corto, sus ojos eran negros como la inmensa oscuridad pero reflejaban un brillo precioso en ellos, expresaba preocupación en su rostro y por alguna muy extraña razón se me hacia familiar.

-No te preocupes, en cualquiera de los casos discúlpame tú a mi, iba distraída y no veía por donde caminaba.

Me levanté al ver que ya no había ninguna manzana en el suelo y lo divisé desde arriba, él me miraba con mucha profundidad y parecía un pequeño cachorro apunto de ser devorado. Me gustaba esa expresión en su rostro, me provocaba cierta satisfacción. Y creo que no está de más decir que el joven era bastante atractivo.

-No se preocupe señorita, acepto sus disculpas sólo si usted acepta las mías primero.

Por fin se levantó y ahora los papeles habían cambiado, él era más alto que yo, por lo menos me sacaba una cabeza de más, y su expresión de repente cambió, ahora tenía la misma que yo había puesto, por poco pareciese que me comería con la mirada. Lo que más me intrigaba es que su mirada no era provocadora o excitante, era un imán, un imán lleno de deseo.

El chico repentinamente levantó su mano y la extendió hacia mi, por instinto di un paso hacia atrás y lo miré directamente a los ojos sin levantar mucho la cabeza.

-Mi nombre es Carlos, mucho gusto.

Nuestros ojos no se despegaban, estábamos en una guerra de miradas, no quería perder, de verdad que no, pero mi educación me impedía seguir en ella.

-___, el gusto es tuyo, Carlos -sonreí de lado.

Levanté mi mano y la estreché con la suya, aún sin despegar mi mirada de la suya. Parecía un lobo, uno muy hambriento, por poco y pareciese que me devoraría con la mirada, aunque, bueno, eso no me molestaría en lo más mínimo.

-Créeme ___, lo es -comentó sonriendo de lado.

Debía admitirlo, su sonrisa era radiante. Buen físico y lindo rostro, no me sorprendería si es el Don Juan del pueblo.

-Ho Carlos, amigo mío ahí estás.

Escuchamos de repente y voltee hacía donde provenía aquella voz, acto que por inersia soltara la mano de Carlos y despegar por fin la mirada de sus ojos.

-Te hemos estado buscando, ¿por qué siempre desapareces de la nada?

Venían hacia nosotros un par de chicos un tanto parecidos, tal vez y fuesen familiares. Ambos eran un poco más bajos que Carlos, uno tenía el cabello castaño y el otro negro como la noche, ambos con ojos azulados. Tenían una sonrisa en sus rostros y de un momento a otro sus miradas se posaron en mi.

-O Carlos, ¿así que por eso habías desaparecido? -comentó el de cabellos negros con una sonrisa divertida.

-No te juzgo, yo también desaparecería si se tratase de un mujer tan hermosa como ella.

El de cabellos obscuros se recargó en el de cabellos castaños y no apartaban la mirada de mi presencia. Debía admitirlo, me incomodaba hasta cierto punto las tres miradas de aquellos chicos, <¿Ahora cómo salgo de esto?>.

-Chicos, ella es ___ , ___ ellos son Axel y Alex, son mellizos -comentó Carlos presentándonos.

-Un gusto linda -comentó uno de ellos.

-Es un placer tener a una mujer tan hermosa en el pueblo de Encanto -dijo el otro.

-El placer es todo mío -comenté regalandoles una sonrisa.

-Y dinos ___, ¿es tu primera vez en el pueblo? -comentó Carlos acercándose a nosotros.

-En realidad no, yo nací aquí -dije con una sonrisa.

-¡¿De verdad?! -expresaron los tres al unísono.

Reí para mis adentros, eran graciosos y se notaba que eran bastante cercanos. Será divertido jugar un poco con ellos en mi estadía en el lugar.

-¿Jamás te conocí de niño? -preguntó el de cabellos castaños, Axel.

-Estoy seguro que si te hubiera conocido antes jamás te hubiera olvidado, eso lo apuesto -comentó el de cabellos negros, Alex, mirándome detenidamente.

-Ey, tranquilos, agovian a la señorita -comentó Carlos.

-Descuiden, no tengo ningún incoveniente en explicarles esa situación.

Dije para después dar media vuelta en mis talones, sonreirles un poco y caminar hacia mi casa. Tal como había pensado, aquel trío me siguió de inmediato.

-Deja que cargue el canasto por ti ___ -escuché decir a uno de los mellizos.

-No, espera, mejor lo hago yo, recuerda que tu tienes dañada la mano, hermanito -comentó el otro con recelo.

-¿De qué hablas? Yo estoy perfectamente bien, no te preocupes por mi -le devolvió la respuesta el contrario.

Mientras esos dos peleban y una sonrisa aparecía en mis labios, sentí una mano tomar mi brazo, quitándome el peso de la canasta que llevaba.

-Por favor disculpalos, son un poco tontos a veces, pero te prometo que son buenos muchahos -dijo Carlos con una sonrisa.

-Descuida, son divertidos.

Ensanché una sonrisa y cerré los ojos. Realmente iba a divertirme un poco con ellos.

Al abrir mis ojos divisé al trío con un sonrojo en sus mejillas, acto que provocó que soltara una carcajada y provocar que el sonrojo ya no fuese sólo en sus mejillas sino en todo el rostro de los tres jóvenes.

<Que divertido.>





Hasta aquí mi reporte Joaquín. 

Mi venganza ➵Camilo Madrigal 🕯️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora