Capítulo 5.Final

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— Candy, tenemos que llevarnos a los bebés a la incubadora. Estan bien, no te asustes, pero al ser prematuros tenemos que vigilarlos.

—Pero... No les ocurre nada, ¿Verdad?

—Estan perfectos, quédate tranquila ¿Sabes cómo se llamarán?

Candy negó con la cabeza. Aún no habían decidido los nombre. Terry tenía dudas. Ojalá estuviera allí para ayudarla a decidir.

—Está bien, por el momento serán los pequeños Grandchester . Vamos a terminar contigo para que puedas subir a planta.

Candy sintió como se llevaban a sus pequeños de entre sus brazos. Los metieron en una pequeña cuna de cristal y los sacaron de allí. Ella cerró los ojos y vencida por el agotamiento, el cansancio y el dolor se dejó ir.

El sonido amortiguado de las voces de los médicos le llegó como un ligero eco dentro de la nube de sopor que se estaba apoderando de ella.

—¿Crees que su marido esté vivo?

—Si salió antes de que los edificios se derrumbaran puede ser, si no ha sido así...

Candy despertó al sentir un pinchazo en su vientre. Notaba su mente embotada, le dolían los pechos y se notaba sin fuerzas. Una sucesión de imágenes llegó a su mente; sirenas, ambulancias, fuego y humo... ¡Sus bebés! ¡Su marido!
Llevó la mano a su ahora plano vientre y abrió los ojos de golpe. No había sido una pesadilla, todo absolutamente todo era real.

Intentó incorporarse en la cama y enfocar su vista borrosa pero una cálida mano en su hombro se lo impidió.

—Tranquila, amor mío o te harás daño.

Candy giró la cabeza para ver al dueño de esa voz que reconocería en cualquier parte. A través de las lágrimas vio como dos ojos azules la miraban intensamente. Su rostro estaba magullado, tenía un pequeño vendaje sobre su ceja izquierda y estaba sentado en una silla de rueda, pero estaba vivo. ¡Vivo!

— ¡Oh Dios mío, Terry! —Rompió a llorar incorporándose en la cama hasta abrazarlo, tarea que no resultó fácil debido al estado de ambos. Él se aproximó en la silla de ruedas para facilitarle el contacto y en cuanto lo tuvo cerca se aferró a su pecho con todas sus fuerzas; llorando, liberando todo el dolor y la angustia que la había embargado al no saber de él.

—Shhh, tranquila, mi amor.. —Intentó calmarla besando su pelo.

—¡Estás aquí! ¡Por un momento creí que...!

— Estoy aquí. Es lo único que importa, mi amor.

—¿Estás bien? —Preguntó observando la escayola en su pierna, escayola en la que no se había fijado antes.

—Sí, solo tengo una pierna rota y algunos golpes.

—¿Sólo una pierna rota? —Preguntó enarcando una ceja.

— Debo considerarme bendecido. Estoy vivo, es lo principal teniendo en cuenta todo lo ocurrido.

—¿De qué hablas? ¿Pudieron evacuar las torres?

Terry la miró sorprendido. Ella no tenía conocimiento del alcance de lo ocurrido.

— Cariño, el World Trade Center ya no existe. Es un amasijo de hierros. No sé sabe cuánta gente ha fallecido, pero... Es una desgracia. —Confesó sin ocultar el dolor que le invadía.

—¡Santos Dios, Terry! — Se llevó las manos a la boca horrorizada — ¡Menos mal que estás a salvo! Saber que estabas allí y qué podrías haber....

—Tranquila, puede decirse que he tenido suerte, lamentablemente para otra mucha gente no ha sido así. Incluso si me hubieran cortado una pierna me sentiría afortunado por estar contigo y con nuestros bebés.

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