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Fernando.

Despierto con la luz del sol filtrándose a través de unas cortinas que no reconozco, tiñendo la habitación de un tenue dorado. Mi cabeza late con el ritmo de una vieja canción de rock, cada pulsación es un recordatorio de la noche anterior. A mi lado, bajo las sábanas blancas, descansa Oriana, su cabello esparcido sobre la almohada. Apenas la conozco, pero de alguna manera, terminé aquí, lejos de mi hotel, en un lugar desconocido para mi.

Durante unos minutos, me quedo inmóvil, tratando de enlazar los fragmentos de memoria que bailan al borde de mi consciencia. Oriana se remueve ligeramente, su respiración tranquila es lo único que llena el silencio de la habitación. Entonces, como si fuera la pieza faltante de un rompecabezas, los recuerdos comienzan a ensamblarse.

Las carreras, la policía, el BESO.

Ahora, mientras observo su rostro tranquilo y dormido, me pregunto qué significa todo esto. ¿Fue solo la aventura de una noche? Muevo la mano con cuidado para apartar un mechón de cabello de su frente. Oriana susurra algo ininteligible en sueños y se acurruca más cerca de mí. Una sonrisa se dibuja en mis labios.

El sonido del teléfono corta a través del silencio matutino como un cuchillo, arrancándome de mis reflexiones y a Oriana de sus sueños. Con un gruñido de molestia, me estiro fuera de la cama y busco el aparato, mis ojos todavía luchando por enfocarse en la realidad del nuevo día. Veo el nombre de Alberto parpadeando en la pantalla, y una oleada de culpa me recorre. No había sido precisamente prudente la noche anterior, y Alberto, siempre el guardián de mi carrera y mi bienestar, seguramente tendría unas cuantas palabras para mí sobre eso.

Antes de poder contestar, Oriana se desliza fuera de la cama. La miro, incapaz de desviar la vista mientras camina hacia el baño. Su figura es un dibujo perfecto contra la luz que se cuela por entre las cortinas, y por un momento, olvido el teléfono zumbando en mi mano. Ella me lanza una mirada coqueta por encima del hombro antes de desaparecer detrás de la puerta del baño, dejándome con la mandíbula colgando y el corazón acelerado nuevamente.

Sacudo la cabeza, intentando reenfocarme, y finalmente contesto la llamada.

—¿Fernando? ¡¿Dónde diablos estás?! Antonio me dijo que fuiste a las carreras ilegales. ¡Estás loco! Podrías haber arruinado todo," grita Alberto sin dar tiempo a saludos.

Intento calmarlo mientras me paso una mano por el cabello, aún intentando controlar mi respiración después del espectáculo que Oriana acaba de ofrecer. "Lo sé, Alberto, lo sé. Me dejé llevar, pero estoy bien. Lo siento, no pensé en las consecuencias en ese momento."

—¿Y dónde estás ahora? ¿Estás a salvo? ¿Puedes volver al hotel?" La preocupación de Alberto es palpable, y me recuerda que, a pesar de su tono severo, está preocupado por mí.

—Estoy en... un lugar seguro. Volveré al hotel en una hora más o menos," respondo, mirando hacia la puerta cerrada del baño. "Hablaremos más cuando llegue, ¿de acuerdo?"

Alberto suspira del otro lado de la línea, la frustración aún evidente en su voz. —Está bien, Fernando. Pero por favor, sé más cuidadoso. Nos vemos pronto."

Colgamos y me siento en la cama, el teléfono todavía en la mano, mientras espero que Oriana salga del baño. La adrenalina de la noche anterior se mezcla con la ansiedad de enfrentar las consecuencias, pero una parte de mí no puede dejar de sentir que, tal vez, todo valió la pena. Mientras espero, decido que necesito hablar con Oriana, entender qué significa esto para ambos, si es que significa algo más allá de una aventura impulsiva. Sin embargo, parte de mí desea prolongar este momento de calma un poco más, antes de volver a la realidad que seguramente me espera.

𝖚𝖓𝖈𝖔𝖓𝖉𝖎𝖙𝖎𝖔𝖓𝖆𝖑𝖑𝖞|Fernando Alonso x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora