Eins

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Aquella noche ni siquiera podía dormir. Su estómago le dolía y tenía un mal presentimiento rodeando su cuerpo. No solo era la lluvia densa que podía ver por la ventana. Ni siquiera por el frío de octubre. Había muchas cosas que le preocupan del día siguiente, tanto que su mayor miedo era que tan solo fuera un día común.

Se tapó la cara con sus mantas. Su corazón estaba acelerado por la ansiedad, sus ojos se pusieron llorosos ¿Y si nada pasaba? ¿Y si nadie se acordaba? Un sin fin de escenas desastrosas mojaban su cabeza como si fuera la propia lluvia de afuera. Seguía sin poder dormir y cuando sonó la alarma, se dio cuenta de que iba a tener un mal día solo por el sueño que iba a tener. No había nada más importante para ella que sus respectivas siete horas de sueños.

Agarró con fuerza una de las esquinas de sus mantas y destapó al mismo que se levantaba, haciendo volar unos de sus peluches de tal forma que chocó con el techo y calló sobre su cabeza cuando miraba el amanecer con una sonrisa, autoconvenciéndose que iba a ser un gran día. Aunque bueno, el peluche ya le había advertido como sería ese 30 de octubre. Totalmente inesperado.

Eso no la detuvo, agarró sus lentes gruesos y caminó hacia el baño para darse una corta ducha antes de ir al colegio. En desayuno fue silencioso. Su padre y su madre se dedicaron todo el momento en mirar sus celulares, leyendo los correos que debían de atender en su horario de trabajo. Su madre fue la primera en despedirse, dándole un corto beso en la frente, sin apartar la mirada de su celular. Su padre tan solo se fue, ordenándole sin mirarla que no se le olvidara lavar los platos antes de salir.

—Feliz cumpleaños, hija—susurró Aeri—¡Oh gracias! Pensé que se les olvidaría ¡Qué hermoso regalo!—se levantó de la silla—¿Como sabías que quería esos lápices? Cierto, estuve hablando de eso todo el mes, eres muy atento, papá—miró la cocina y se dio vuelta para salir de su casa.

No estaba en ánimos para lavar platos y ordenas mientras llorase. No iba a llorar en su cumpleaños, esperaría hasta las doce para hacerlo, así no sería tan triste.

En el autobús se mantuvo sujetada como podía en el fierro, estirada hacia al frente para atravesar a toda la gente que no veía más allá que su mundo. Estaba de puntitas, con el cuello estirado y leyendo los mensajes de una mujer que le estaba preguntando a un chico si podía tener una cita con ella. Que la había pasado bien en la noche anterior. Aeri notó el sonrojo de la mujer mayor, pero cuando notó su mirada, la menor rápidamente se concentró en la ventana que estaba detrás de la mujer, como si la niebla fuese lo más interesante del lugar, mucho más que su conversación del celular.

Cuando se bajó, agarró su mochila y se tapó el cabello para que no se mojara por la fuerte lluvia. Fue corriendo lo que más rápido podía, no se quería volver a enfermar en el año, la última vez tuvo la fiebre tan alta que le tuvieron que inyectar algo para bajarla. Mala experiencia, no le gustaba ningún tipo de inyecciones. Soltó un insulto cuando pisó un charco de agua.

—¡Perdón!—exclamó sin dejar de correr, ya que su pisada hizo que se mojara una de las tres chicas que no corrían por la lluvia.

—¡No te preocupes! ¡Me seco rápido!—respondió la chica que usaba la falda más corta que el resto.

Al llegar al edificio del colegio, se sacó los zapatos mojados, lo puso en su casillero y sacó los blancos para utilizar dentro de los salones. También se sacó los calcetines y con eso en mano, caminó descalza hacia su primera clase. Un par de profesores le reclamaron por no llevar nada en los pies y ella les prometió con una sonrisa que se colocaría los zapatos cuando se consiguiera algunas calcetas secas. Eso no fue suficiente para evitar el reto "Debió traer un par extra, señorita" le dijeron los dos.

Cuando se sentó en su puesto, se recostó en la mesa y soltó lo que parecía el suspiro más largo de su vida. Todo estaba saliendo mal, como siempre. Se sacó los lentes y se concentró en la lluvia que comenzó a aumentar a la misma velocidad que su tristeza. Al notarlo, pegó su frente en la mesa y comenzó a hacer un plan para no llorar, un plan un poco lejano.

Thirsty [Aespa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora