Capítulo 8: Altibajos

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Jack fue el primero en despertar en cuanto su alarma comenzó a resonar en la habitación. Se levantó a regañadientes, puesto que no había dormido mucho que digamos. Hace apenas un rato se encontraba sentado en una escalera junto con el lobo que roncaba a su lado.

Tuvo que hacer un esfuerzo impresionante para no aplastar el teléfono con sus propias manos. Últimamente comenzaba a detestar ese dichoso ringtone de un gallo que cotorreaba a todo pulmón; sentía que le perforaba el oído. Además, desde que le diagnosticaron aquella enfermedad y tuvo que comenzar a medicarse, comenzó a padecer el sufrimiento de tener que oírla repetidas veces al día. Definitivamente tenía que cambiar ese ringtone o, aparte de un paro cardíaco, también le daría un colapso mental.

Sorprendentemente, el resto de la habitación era de piedra. Jack era el único que configuraba la alarma tan temprano, mientras sus compañeros se daban el lujo de dormir por un rato más. Era una costumbre adquirida, producto de las exigencias de su familia en cuanto a la disciplina; si quería ser el mejor debía esforzarse, levantarse antes que todos y aprovechar ese tiempo en algo productivo. Ahora que lo pensaba, sonaba como esos típicos videos de motivación que uno se podía encontrar en las redes.


"5 AM: La hora de los ganadores"

"¿No tienes disciplina? Levántate a las 5 AM"

"Los animales más exitosos se levantan a las 5 AM"


Le pareció divertido, aunque de todos modos no era su caso. Eran ya las 6:30, tampoco es que tenía una ventaja tan significativa sobre sus compañeros que se levantaban a las 7:30. Pero ahora se preguntaba: ¿Alguna vez quiso ser el mejor? En realidad no, sacar las mejores calificaciones también fue una costumbre adquirida, una obsesión inculcada por su padre.

¿Aprovechaba realmente esa hora extra que tenía al levantarse un poco más temprano?

Se paró a analizar. Realmente no hacía mucho: se levantaba, iba al baño a lavarse la cara y los dientes y tomaba una ducha. Luego de eso se ponía a revisar su mochila y verificaba que tenía las cosas al día, por más que la noche anterior ya lo hubiese hecho. Era alguien muy organizado, sus cosas siempre estarían al día. Después se quedaba en la habitación sin más que hacer, leyendo un libro o usando su celular. Bien podría usar ese tiempo para estudiar sobre algún tema, pero no lo necesitaba. Estudiar nunca le fue necesario en realidad, su cerebro ya retenía la información sin muchas complicaciones. Era una de las pocas cosas buenas que tenía ser un perro de su raza.

Entonces, ¿qué sentido tenía levantarse temprano si no iba a hacer nada del otro mundo? ¿Quedarse ahí de mala gana cuando podría seguir durmiendo?

¿Estaría mal si, por esa vez, simplemente volvía a la cama?

Lo pensó una vez, lo pensó dos veces y lo pensó una tercera vez, y al final sucumbió ante la idea. Al diablo la disciplina, en ese momento se moría por volver junto a Legoshi.

Abandonó el teléfono y lo dejó sobre el escritorio para luego caminar hasta el cubículo. Se sentía nervioso, como si estuviese desafiando una autoridad importante o como si estuviese rompiendo una regla de oro en la que alguien moriría si la desobedecía. Se dio cuenta de que ese sentimiento era producto de lo acostumbrado que estaba a las exigencias de su familia, pero ellos no estaban ahí, ellos no se enterarían.

¿Y qué si dormía hasta tarde por una vez? La última vez que lo hizo fue el día anterior, pero fue debido a que no había clases y además sus amigos habían cancelado su alarma.

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⏰ Última actualización: May 20 ⏰

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