CAPITULO 2

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  A la hora del almuerzo estaban todos en silencio. No hablaban. Los Tres estaban sentados al final de la mesa, como es de costumbre. Rígidos.

 A mi lado està Caulys. Entiendo que trate de no pasar ni una sola mirada conmigo. Aunque en momentos siento que me mira de reojo.

 ― ¿Cuántos niños tendrás hoy? ― le pregunté a Eddard, quien està sentado junto a su hermano gemelo.

 Son tan idénticos. Ambos de cabello largo, de color dorado, ojos azules como el mismo cielo, y la piel bronceada. Con sus músculos tan definidos como los míos. Si no es porque crecimos juntos, los confundiría, pero sabemos perfectamente quién es quien.

 Se miraron. Si no hubiera respondido, habría entendido. No me sorprendería que les prohibieran hablarme por haber fallado la misión.  Aquí no existe la piedad ni la comprensión. Somos armas.  Armas humanas. Para unos serìa una vida amarga, y dura de soportar, pero asì es, en esto crecì.

 ― Tendré a tres de ellos ― respondió finalmente luego de tomar de su copa para tragar el pedazo de pan que tenìa aùn en su boca, cosa que le sirviò muy bien de excusa para alargar la espera de su respuesta.

 ― Este año hemos recibido menos niños ― dijo La Dama de Negro ―. Eso se debe porque las misiones de ustedes han sido muy pocas como para solventar la Casa del Silencio― me mirò de soslayo.

 ― Pero también están los de La Luna Roja ― comentó el otro gemelo, Edd. Con su mano derecha se echó un mechón de cabello hacia atrás ―. Es injusto que bajemos solo porque no pidamos apoyo― presionò un poco la mandìbula.

  Nadie dijo nada. Todos intentamos no mirarnos, no dar la razòn con algùn gesto. Puedo percibir la incomodidad de su sugerencia... bueno, otros dirìan que es un comentario inoportuno.

 Enseguida se afirmó en su silla, tomó un pan del centro de la mesa y lo mordió. Sabía lo que significaba el silencio: No debes meterte en eso. Sin embargo, obtuvo una respuesta.

 ― Con los lingotes de oro que habían pagado por la misión de Yerko, repararíamos las ballestas dañadas, traeríamos más dagas, y otras armas. Y comida. Mucha comida ― dijo Emeterio ―. Pero con lo que hizo Yerko, tuvimos que regresar la mitad. Más de la mitad ― se lamentó con rabia, con los ojos  directo hacia a mí. Si no es porque es ciego, podría jurar que me està mirando ―. Pero con su nueva misión, repararemos un poco esta situación.

 ― Si no recibimos más peticiones, tendremos que bajar la comanda de niños para este año entrante ― anunció Darling, la Dama de negro―. No podremos sostener la Casa en las próximas lunas.

 ― Pero ya el verano terminó ― dije ―. Todo será renovado. Nunca falta el que desea la muerte para alguien, y las donaciones de los Altos Lores, nunca cesa, porque necesitan que todos crean que son bondadosos con los niños de la calle...

 ― Mientras tanto, nos moriremos de hambre ― acotó la única que aun tiene su careta puesta. La de serpiente. Siempre la tiene puesta ―. Todo por tu culpa. El único que recibió una misión en estos cuatro largos meses, y fallas.

 ― No fallé ― protesté en defensa ―. Maté al Señor Sarys, por eso no se le regresó todo el oro a quien pidió su muerte, pero la otra mitad fue porque... admito ― respiré con pesadez ―. maté a quienes no debía. Y ya me disculpé por eso.

 Por más que lo hiciera, no lo olvidarían tan pronto. De sus fosas nasales solo sale rabia.

― Y mi pregunta es ― tomé toda la fuerza necesaria para poder formular la pregunta de manera correcta, para tener la respuesta correcta ―. ¿Resolverá algo el hecho de que me envíen a la casa de los Sarys?

EL CUERVO Y LA ROSA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora