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Jungkook estaba unos centímetros más alto de lo que recordaba, tenía el cabello más corto y llevaba aún ese pendiente de plata en sus orejas, como la última vez que había tenido el placer de verlo.

El pelinegro abrió los ojos de golpe al ver al otro príncipe de pie, frente a él.

—Hola, kookie... —saludó el príncipe Min. Se sintió nervioso de repente al ver al menor de pie, frente a él.

YoonGi había planeado ver a Jungkook al día siguiente, por la mañana, y darle la sorpresa de su llegada, pero al parecer no estaba escrito a que el encuentro entre el príncipe jeon y el príncipe min fuera como este último lo había querido y planeado.

No hubo respuesta por parte del menor por unos largos dos minutos. Jungkook oyó lejana la voz de YoonGi, aunque realmente estaban a un escaso metro de distancia. Cuando el menor volvió en sí del pequeño trance causado por la sorpresa, YoonGi le sonrió amenamente, sintiendo un leve temblor sacudir su delgado cuerpo. Min sabía que Jungkook tenía esos pequeños trances cuando se sorprendía de ver, oír o recibir algo, por lo que no se apresuró de agregar algo más a su saludo.

—Hola, hyung... ¿Hace cuánto llegó? —preguntó el príncipe jeon con una voz suave y melodiosa, que resonó en la cabeza del príncipe Min como una dulce, bendita y melodiosa melodía.

YoonGi desvió su vista a otro extremo del pasillo, nervioso.

—No hace mucho en realidad...

Jungkook asintió levemente con la cabeza, no sabiendo qué decir o preguntar para seguir el hilo de la pequeña conversación o lo que fuera que había tenido con el príncipe Min. En realidad, nunca le resultó sencillo hacerlo, pero lo intentaría esta vez.

—¿Mis padres le dieron la bienvenida? —preguntó el menor en el mismo tono que anteriormente había usado.

Esta vez sus miradas se encontraron. Los ojos gatunos del mayor y los de bambi de Jungkook brillaron, ambos sintiéndose extraños y avergonzados de ver el sonrojo en las mejillas del otro. YoonGi asintió. Jungkook siempre se había referido a YoonGi con honoríficos y respeto al ser mayor, hecho que al príncipe Min siempre le pareció lindo.

YoonGi debía aceptar que Seokjin tenía la maldita razón por una vez en la vida. Él veía todo hermoso y sin perjuicio si Jungkook estaba allí.

Tal vez porque es un niño. Se dijo a sí mismo el príncipe Min.

—¿Cómo estás? —YoonGi soltó un suspiro luego de haber hablado. Debía dejar a un lado todos sus pensamientos en esos momentos.

—Bien, Hyung ¿Y usted?

—Yo estoy bien, kook

Jungkook asintió, encogiéndose en su lugar al sentir la brisa fría azotar su piel. Al parecer habían olvidado cerrar las ventanas. Jungkook solo tenía puesto su pijama favorita, una de color azul marino con diminutas figuras que el príncipe Min no distinguía que eran.

Jungkook cruzó los brazos sobre su pecho, buscando un poco de calor, siendo algo en vano, pues se encontraba descalzo y el piso estaba realmente helado.

—Es tarde, ¿tuvo inconvenientes en el camino? —YoonGi se encogió de hombros.

—Por la lluvia un poco. El camino estaba intransitable, pero del resto todo estuvo en orden. —Min soltó una risa nerviosa. Realmente lo estaba. —Salí del palacio por la tarde, así que de igual manera llegaría a estas horas —apoyó la espalda en el marco de la puerta de la habitación que le había sido asignada para pasar la noche los reyes y miró esta vez de reojo al menor.

Hijo de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora