Capítulo 2

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El suspiro de Horner se escuchó cansado. Checo vio su mano y la volvió a bajar. Cuando Horner usó el adjetivo antipático, Sergio creyó que podría estar siendo exagerado, pero no era así.

—Deja tus cosas, luego de darte un pequeño recorrido, puedes regresar y familiarizarte con Max. Pensé que él estaría dispuesto a dártelo— Horner se acarició la barba.

Sergio, por alguna razón, se sintió usado.

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Justo como pensó, Max se presentó en su oficina. Horner se apretó el puente de la nariz, deseando tener un vaso de whisky. Lidiar con los Verstappen jamás había sido fácil, pero, Horner tenía fé en que el varón frente a él podría ser diferente, con la ayuda adecuada, por supuesto.

—No lo quiero en mi habitación. Es un Omega. Se supone que ellos tienen su propia ala. Son las reglas— Max cruzó los brazos.

Si el chico pusiera toda esa ferocidad en ser una mejor persona, Horner no dudaba que levantaría más el apellido de su familia.

—Yo puedo cambiar las reglas si es necesario.

—¿Mi padre sabe que es un Omega? No creo que le guste la idea— una de las cejas rubias se alzó.

—Si, lo sabe. Ahora, retírate. Las clases todavía no terminan.

Max salió y azotó la puerta. Él tenía suerte de que Horner tuviera un cariño por la familia Verstappen, porque sino, él ya estaría expulsado.

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Sergio recibió un nuevo teléfono. Toda la información que podría necesitar estaba en el aparato. Un mapa, información de las clases y los profesores, las actividades extracurriculares y otros aspectos que pronto descubriría. Sergio había intentado llamar a su familia, pero recordó que el horario era diferente y sus padres aún debían de estar trabajando.

Comenzó a observar la habitación. El otro lado le pertenecía a Max. Él parecía organizado y limpio. Eso le pareció reconfortante. Si no hubiera conocido ya a Max, pensaría que la habitación estaba vacía. No había fotos o algún otro afiche. Las paredes desnudas y el escritorio con solo un par de lápices y algunos libros.

Sergio sacó la bandera que Toño le dio para que no olvidara sus raíces, pero eso jamás iba a suceder. La colgó en la pared, y por lo menos, la habitación ya tenía un poco de color. Las fotografías que trajo consigo eran demasiadas, pero conseguiría llenar la pared y así no extrañar tanto a su familia. Comprendía lo que su padre había hecho para dejarlo ir, a pesar de su educación un tanto conservadora. Los omegas se quedan en casa y son buenos esposos, Checo. Era lo que su padre le decía cuando Sergio hablaba sobre convertirse en un abogado o en un manager deportivo. Sergio se quedaba callado y él pensaba: ¿Por qué no podía ser un buen esposo y un excelente profesional al mismo tiempo? Era capaz. Sergio se lo demostraría. Por eso trabajó en un restaurante para poder pagar las clases de inglés, y por eso abandonó su hogar. No iba a darse por vencido.

Horner le dio la indicación de incluirse en las clases lo más pronto posible, pero primero tomaría un baño. El agua siempre lo relajaba.

•••••

Al salir de la habitación, un chico atractivo se detuvo frente a él.

—Ah, ¿qué haces aquí? No es tu ala. ¿Estás perdido?

Sergio se acarició la nuca. No estaba perdido, ¿o sí?

—Mmm, no lo creo.

El chico entonces le preguntó su nombre, y al contestarle, sus ojos se abrieron por la sorpresa.

—Eres el compañero de ese gilipollas. Espero que no te vuelva loco— el rostro del chico lo puso a pensar. ¿Realmente Max era tan malo? —Buena suerte, tío. La vas a necesitar — el chico le apretó el hombro y Sergio se quedó en el pasillo.

•••••

Por la noche, luego de la cena y de conocer a otros chicos y de escuchar las advertencias, Sergio intentó acercarse de nuevo a Max.

—Soy Sergio, pero puedes llamarme Checo. En México, a los Sergios se les...

—Cállate. No vamos a ser amigos.

Max se metió al baño y cerró la puerta de un portazo. Las ventanas retumbaron mientras Checo, por segunda vez, mantenía su mano al aire. Qué cálida bienvenida, Sergio pensó. Su expresión de incredulidad fue reemplazada por una sonrisa.

—Max, Max, no sabes que me encantan los retos.

*Gracias por leer c:

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