5. Esa mirada

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Violeta continuó caminando, ahora distraída, pensando en aquella chica con la que se acababa de cruzar. Su cabeza era incapaz de parar de reproducir constantemente imágenes de esos ojos verdes agua.

Pero, sorprendentemente, no eran los que acababa de ver, o más bien la imagen que acababa de ver. Veía perfectamente los ojos de aquella chiquilla de 5 años, aquellos que se prometió no olvidar nunca. Aquellos que la apoyaron tras la desaparición de sus padres. Aquellos que, sin saberlo, la impidieron entrar en las tinieblas que acechaban su corazón y su consciencia.

Ella, en sus 22 años de edad, no recordaba haberse encontrado con otros ojos iguales, que lograran transmitir tanto, con tan solo una mirada.

Hasta ahora.

La pelirroja siguió andando bajo el soleado día hasta sentarse en un banco, aún con los sentidos embotados por lo que acababa de ver. Se quedó mirando fijamente el manso movimiento del agua turbia del estanque que tenía en frente, pero sin prestar realmente atención a lo que pasaba a su alrededor.

Echaba de menos el mar, la tranquilidad del sonido de las olas al romper contra la costa, el olor de la sal inundando su nariz, y el sentimiento de calma que aquello le transmitía.

Poco a yopo el vaivén del agua consiguió aclarar sus pensamientos, devolviéndola al presente. Fue entonces cuando escuchó que alguien decía su nombre. Giró su cabeza buscando aquel sonido, era una voz familiar, pero que no conseguía identificar. Tras un escaneo rápido encontró a quién la llamaba.

Martin y Ruslana estaban sentados en el banco de su izquierda, mirándola sonrientes mientras la saludaban efusivamente con la mano. Sonrió ampliamente. Le encantaba que esos chicos, a los que conocía desde hacía apenas doce horas, fueran tan agradables y se alegraran tanto de verla.

«Que monos son y que alegría conocer a personas tan buenas» pensó.

—Hola chicos, ¿cómo estáis? Qué casualidad que nos veamos aquí —saludaba alegremente al acercarse.

—Hola Vio, la verdad que sí que es raro —contestó Ruslana—. ¿Qué te trae por aquí a estas horas? Me imaginaba que seguirías durmiendo.

—Digamos que he pasado una mala noche, y cuando se ha hecho de día era mejor salir de casa a despejarme un poco que seguir en la cama incómoda. ¿Y vosotros? ¿Qué hacéis por aquí tan temprano? Cualquiera diría que no habéis ido a dormir —siguió la conversación la de gafas de sol. Se acababa de dar cuenta de que ambos llevaban la misma ropa que en la fiesta de ayer, por lo que no habían pasado por casa, ninguno. Quería averiguar un poco más sobre ellos.

—Algo parecido, tampoco hemos pasado muy buena noche.

—Vaya, cuanto lo siento chicos. Por cierto, ¿dónde os habéis dejado a Omar? —preguntó entre risas.

Ambos amigos se miraron con sorpresa. Mierda, Omar. No se habían acordado de él desde que salieron del edificio. Deberían volver en cuanto Chiara regresara para comprobar el estado de Pol. Además, estaría preocupado. No habían dado señales de vida desde la noche anterior.

—¿Martin, Ruslana, todo bien? —dijo Violeta preocupada al no recibir respuesta.

—Eh, sí. Perdón. No sabemos dónde está Omar, no le vemos desde anoche.

La cabeza de Violeta había vuelto a ponerse en funcionamiento, haciendo un gran esfuerzo para conseguir unir todas las piezas de aquel rompecabezas que, sin haberlo buscado, la perseguía desde pequeña. Pero sentía que le faltaba información que no sabía dónde conseguir. Primero, el mal presentimiento en la fiesta y la rápida salida de los tres amigos, los recuerdos que llevaban acechándola todo el día, la chica a la que se había cruzado, y que ambos amigos no supieran nada del otro chico, cuando parecían tan apegados. Más allá, no habían pasado la noche en su casa.

Aquella madrugada del domingo- KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora