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2. "Ojos esmeralda"

ZACK.

Intentar hablar con mi tío estos días ha sido una misión imposible. Él se la pasa de un lado a otro y no es para menos: la panadería está sufriendo un mal momento. Quisiera ayudarlo, pero él no para de decirme que cuando cumpla los dieciocho podré hacerlo; por el momento, mi prioridad es estudiar. Lo entiendo, pero él ha hecho tanto por mí que me encantaría pagarle un poco y mostrarle mi agradecimiento. Después de todo, es mi única familia.

En fin, supongo que debería ponerme en marcha al instituto si no quiero llegar tarde. Tomo mis cosas y salgo de casa. En el camino, no puedo evitar pensar en esa voz sin sentir un escalofrío; la sensación de temblor se apodera de mí y un fuerte frío recorre mi cuerpo.

«El chico que controla el hielo»

Miro la palma de mis manos pálidas y luego cierro los puños con fuerza. No puedo seguir con estas dudas, necesito hablar con mi tío cuanto antes. Sigo caminando y llego al instituto, una gran instalación con paredes de vidrio, jardines enormes y una gran marea de estudiantes entrando. Hacerme destacar entre la multitud es sencillo; nadie más tiene este cabello blanco ni la piel tan pálida que parece que nunca hubiera conocido el sol. Las personas que conozco piensan que es tinte; solo basta enseñarles una foto de cuando era niño para dejarlos en shock, y yo solo me río... supongo que ahora sé la razón de que mi cabello sea de este color.

Atravieso las puertas del instituto. Por dentro, mi instituto es como cualquier otro: casilleros, pasillos largos y distintas aulas. La mía es la 2A, clase de lenguaje. Genial, nótese el sarcasmo. Qué mujer tan irritante. Por suerte, estamos en la hora cero, es decir, la hora que tienen los estudiantes para prepararse para las clases, aunque la mayoría lo que hace es socializar. Yo, por mi parte, acostumbro a reunirme con mis amigos, aunque me parece extraño no haberlos visto en la entrada.

—Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí —esa voz. Una corriente eléctrica atraviesa todo mi cuerpo. No quiero darme la vuelta, no quiero verlo a los ojos, no quiero.

—¿Qué pasa? ¿Estoy tan feo que no quieres verme? No puedes esconderte de mí, tu cabello no te lo permitiría —siento su mano en mi hombro, su respiración en mi nuca, y cómo lentamente voltea mi cuerpo para mirarme la cara—. Siempre tan lindo como el invierno.

—Aléjate, Alberth. No creas que olvidé lo que pasó, lo que hiciste —respondo con tono frío, aún sin verlo a los ojos. Alberth, el chico que me lanzó un balón en la cara y subió el video en redes. Podrá parecer una tontería, pero fue un completo idiota.

—Ya te he pedido perdón y también te he pedido la oportunidad para enmendarlo, pero a ti te gusta ponerte en plan de rey del hielo. Aunque no te niego que la idea de derretir tus paredes no me desagrada para nada —siento su mano en mi mentón levantando mi mirada hasta que sus ojos se conectan con los míos, sus ojos verdes como una esmeralda, atrayentes como un imán al metal, tan profundos como el mar.

—Las oportunidades se ganan —quito su mano de mi mentón y trato de irme, pero él es rápido, toma mi mano y me acerca a su cuerpo, su alto, musculoso cuerpo. Siento calor en mí y como inicia un duelo de miradas entre nosotros, él con picardía, yo con frialdad. No estaba dispuesto a ceder.

Veo cómo su rostro rompe la conexión de nuestras miradas mientras se acerca a mi oreja.

—Pues entonces, yo mismo tomaré la oportunidad, porque siempre obtengo lo que quiero y tú estás en mi lista, Neige —su voz me pone la piel de gallina, pero no le demostraré que tuvo ese efecto en mí. Esta guerra la gano yo.

—No soy tu lista del mercado para que me tomes tan fácil —empujo su pecho con fuerza, zafándome de su agarre y caminando en dirección opuesta a él. Bueno, eso me hubiera gustado decir, pero él es más fuerte que yo.

—No eres una lista del mercado, pero eres como ella, pues ahí está escrito todo lo que me gusta y quisiera tener —lo confieso, no creo resistir más tiempo a esto.

—Déjame ir, Alberth.

—¿Para qué? Si te ves bien acá —responde con una sonrisa—. Además, no estoy haciendo nada de fuerza. Si en tu mente estuviera irte de mis brazos, ya lo hubieras hecho hace rato.

Me atrapó, pero no me juzguen. Desde este ángulo, sus ojos, su piel morena, todo es tan atractivo, tan hipnótico.

—Alberth, suéltalo —esa voz, suena a mi héroe.

—¿Por qué debería escucharte, Patrick? —pregunta desafiante.

—¿Estás seguro que te gustaría saberlo? —responde en tono desafiante, la tensión es fuerte.

—Igual ya pensaba en irme —suelta una sonrisa sarcástica, y luego siento cómo se acerca a mí—. Ya nos veremos de nuevo.

Y con esto me libera de su agarre. El calor se esfuma, reemplazándolo con frío. Casi le digo que no se vaya, pero me niego a hacerlo y menos a demostrarlo. Tengo orgullo, vale, así que no está en mis planes esto. Sin embargo, algún día mi autocontrol me va a fallar.

—Menos mal que llegué a tiempo, ya estabas a punto de besarlo —dice bromeando.

—No lo creo, soy fuerte ante esas situaciones —le sigo el juego. La verdad, es un cincuenta y cincuenta. No soy fácil.

—Seguro —su cara tiene plasmada una sonrisa de esas que dicen «no te creo un poco»—. Ven, tengo que llevarte a la cafetería, o ya sabes quién va a matarme.

—Tengo suerte de que pronto será mi cumpleaños, o ese también sería mi destino.

—Ella jamás te haría lo que me hace a mí, eres su favorito.

Xxxx

En la cafetería, una chica pelirroja, con ojos rojos como el fuego, esperaba pacientemente la llegada de sus amigos, su mente llena de preguntas e información. Entre tantas cosas, destacaba una sola.

«El hielo en él está a punto de despertar. El momento se acerca, Zack... el chico de cabello blanco que controla el hielo, el... elegido»

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