3. Un poco de normalidad, por favor

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Dejo caer el lápiz que estaba sujetando entre mis dedos, y miro de mala gana mi celular, ha estado vibrando por los últimos quince minutos. El nombre de Vlad baila en la pantalla, al ritmo del sonido tecno que tengo como tono de llamada. 

Apoyo mi mano sobre mi mejilla, y miro el teléfono que se queda en negro, para vibrar nuevamente. 

No le quiero responder. Ha pasado un mes desde que nos vimos, pero tan solo 2 horas desde la ultima vez que respondí un mensaje suyo. No es un prometido cariñoso, es un prometido asfixiante y desconfiado. Confisco cada milímetro de libertad que tenia, y ha hecho que toda mi rutina, sea aprendida y coreografiada por su equipo de seguridad. No tengo ni un momento a solas, ahora mismo estoy tratando de estudiar en la biblioteca de la universidad pero puedo ver a tres guardaespaldas cerca de mi. 

Tener reputación de perdida e inmoral no ayuda con mi causa, ya que mi familia tampoco ayuda mucho, nadie interviene para ayudarme a quitarme un poco de su control, lo ven como algo normal. Más bien pienso, que siente que me lo merezco y es una manera de castigarme. 

Matteo es el único que lanza comentarios a mi favor, pero como lo consideran igual de inmoral y perdido que yo, no toman muy en serio sus comentarios de autogestión. 

- ¿A las cuantas llamadas atiendes el teléfono? - Murmura cabreado, en cuanto respondo y pego el dispositivo a mi oreja, estoy recogiendo mis cosas para salir de allí antes de que me digan algo por estar haciendo ruido. 

- A las 25, debes sentirte afortunado solo hiciste 23, creo que te di un privilegio de prometido - Mascullo con los dientes apretados, odio que me controlen. Pero así va nuestra relación en el ultimo mes nos decimos cosas odiosas y sarcásticas todo el tiempo. 

- ¿Por qué estás murmurando? ¿Dónde estás? - He aprendido que el acento de Vlad se vuelve más marcado cuando esta molesto. 

Sergei uno de los guardaespaldas ruso, toma mi mochila y me ayuda a terminar de recoger mis pertenecías, le agradezco con un movimiento de cabeza y una sonrisa, que siendo honesta quizás ni merezca, es el chismoso número uno - En un motel de la autopista 64, y mi amante esta dormido, no quiero despertarlo - Vlad se queda callado por unos segundos, que parecen minutos. 

Bueeenooo, tal vez no es muy listo de mi parte bromear con eso, considerando como nos conocimos, y todo eso. 

- Al menos ya vas a un motel, y no en un carro, en un callejón de mala muerte - Parece palabras divertidas como si me estuviera siguiendo el juego, pero la realidad es inflexiva, están intencionadas en dañar - Hay progreso... - Concluye camuflando la ira. También he aprendido que es posesivo y celoso. Que sorpresa. 

Maldito. Hijo. De. Puta. Si mamá la católica hasta la medula supiera las malas palabras  que cruzan por mi mente con frecuencia, seguramente para navidad, me regalaría un exorcismo como el mismísimo papa. 

- Sabes donde estoy, pero no me llamaste para eso ¿Qué quieres? 

- Estoy en la ciudad y quiero verte. 

Detengo mis pasos, no quiero verlo. A duras penas y reúno el valor suficiente para contestarle las llamadas. Verlo en vivo y a todo color, no es lo que necesito en este momento. 

- ¿Cuándo? 

- Hoy

- Hoy no puedo - Pienso rápidamente en un excusa. 

- No te estaba preguntando, lyubov'. 

- No puedes decidir por mi, tengo voz y voto... - Y me colgó el maldito teléfono, no es la primera vez que lo hace - Idiota - Murmuro a la pantalla. 

I REINA DE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora