Doblando la esquina (i)

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Tú nunca rogabas.

Ni implorabas.

Preferías perder...preferías enarcar una ceja, tomar tú mochila y colgarl una correa en tú hombro derecho.

Y aquella vez no fue la excepción,

aunque claro que jamás imaginé, 

que ésas largas zancadas,

el claxon del auto que casi te arrolla

y tú respiración agitada,

eran los síntomas de lo que no hiciste desde "la ocasión especial"...

Desde que tú abuela murió.

Llorar me parecía algo...normal.

Apaga el fuego que arde en nuestros pulmones.

Después de mostrarte mis cartas,

después de que cada naipe dio vuelta frente a nostros,

me abrazaste como nunca antes,

como sostener una rosa,

tomarla fuerte entre tus manos para que el viento no la aleje de ti.

De pronto las espinas se adieren a tu puño,

las gotas rojas brotan,

 se deslizan en tú palma

y sabes que es el momento,

de dejar que la rosa encuentre su lugar en el jardín.


Te dije que debías tomar una decisión, 

dijiste no poder tomarla en ése momento,

pero yo ya había tomado la mía.

Estabas tan escondido en ése pequeño y huesudo espacio,

entre mi hombro y mi cuello,

que no me dí cuenta hasta que sollozaste,

y sentí a ésa pequeña gota recorriendo el cuenco de mi clavícula.

Te apartaste de mi y alguien parecía haber un muerto ante ti.

Era yo, cariño.

Te dije que eras fuerte,

que eras decidido,

que todo estaría bien en la mañana.

No quiero ni acordarme de tu voz suplicante,

de tus largos brazos envolviendome,

de aquella voz de niño, tan temblorosa, tan sabor a despedida.

Eran apenas las 2 de la tarde.

Tomé mi mochila de el suelo,

me separé de ti,

te lanzé un rápido vistazo mientras alisaba mi falda,

pero tu boca entre abierta 

y tus ojos, parecían haber aterrizado sobre mi.

No te acercabas ni un poco, al tipo que solía joderme...

bien, seguías siendo él,  sólo  que ahora, lo estabas haciendo de una forma que lastimaba.


Levanté mi cabeza,

me giré a la derecha y por el rabillo del ojo,

pude presenciar aquella espinada flor,

aquel jardín en donde parecía no encajar más.


El sonido de los autos era distante,

la banqueta comenzó a tornarse borrosa.

Doble la esquina y dejé de sentirme yo,

porque tú ya no eras tú.

Porque jamás habría un nosotros.


Caminabas al otro lado de la acera,

apretando la mandíbula.

Llegué a mi autobus,

me asomé por la ventana.

Mis auriculares no dejaban escuchar mis propios pensamientos...

Ya habías tomado tú decisión.



Tal vez llegó un momento en donde éste escrito pareció aburrido...Me disculpo por ello, es decir, olvido que la mayoría de las cosas aquí, sólo tienen sentido para mí. Aún así, siento que logro coincidir con muchas personas. Pero sólo es ésa mierda, ésa mierda a la que llaman: "corazón roto".


Para estar seguros, de nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora