Capítulo 14. Papá

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ADVERTENCIA porque el que avisa no es traidor: el siguiente capítulo posee menciones de actividades violentas y de violación

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ADVERTENCIA porque el que avisa no es traidor: el siguiente capítulo posee menciones de actividades violentas y de violación. Tienes todo el derecho de odiar al personaje detestable, más sigo mencionando que se recomienda discreción.

Corgan no pudo más que retroceder de la puerta al ver a su padre en su flanco izquierdo, un hombre en cuya apariencia se le notaban algunas arrugas, sobre todo cerca de sus ojos de color café; parte de su pelo negro ya era levemente canoso, pero largo y amarrado a una coleta. Portaba ropa un tanto campesina, usando una guayabera blanca y un pantalón del mismo color, junto a un par de huaraches reforzados.

Corgan permanecía negada por completo a acercarse a él, pues no importaba si lucía diferente a cuando lo vio por última vez, lo pudo reconocer y no entendía la razón de su presencia.

          —Qué grande y hermosa estas. No recordaba tu cabello tan largo, pero sin duda te pareces mucho a tu madre —la sonrisa en el rostro del padre de Corgan era sincera al mirarla, a pesar de que su voz se notaba áspera y ligeramente cansada. Intentó dar un par de pasos para acercarse a ella, extendiendo sus brazos en su dirección, en cuyas manos tenía un par de bolsas de tienda.

          —No te atrevas a mencionarla —casi en un susurro, aun sin creérselo, la joven retrocedió la misma cantidad de pasos que su padre con tal de evitar su acercamiento—. ¿Qué chingados haces aquí?, ¿No se suponía que te fuiste a vivir feliz a la pinche sierra después de lo que hiciste?

          —Ah, eres Corgan, pero aun así esos no son modos de hablarle a tu padre, mi niña, mucho menos después de tanto tiempo —el señor descendió los brazos aceptando que no recibiría ninguna muestra de cariño de su hija—. Solo pensé que podría venir a visitarlas, quisiera hacer las paces con ustedes y...

          —¡Papi! —la voz de un tierno infante se hizo presente repentinamente, cuando el pequeño corrió desde detrás del padre de Corgan y lo abrazara de una de sus piernas, desconcertando a ambos, en especial a la joven quien miraba con horror al pequeño.

          —Perdón, cariño. ¿Tardamos mucho? Ramsés no podía dejar de ver los aparadores de las joyerías —comentó una mujer de cabello castaño oscuro, de una voz dulce con un ligero acento yucateco, acercándose de forma maternal a cargar al niño y, luego, románticamente al padre de Corgan para un dulce beso en su mejilla—. La Ciudad de México es tan hermosa, no entiendo cómo pudiste dejarla por vivir en el campo conmigo, Rogelio. Ya quiero ver las escuelas donde pueda estudiar nuestro Ramsés.

          —Lo sé, linda, pero hablemos de eso después, ¿ok? —Rogelio, nervioso por lo que decía su mujer, trató de limitar el entusiasmo de esta al colocar su mano sobre el hombro de la chica que parecía 30 años más joven que él. Sacó de su billetera un billete de 500 pesos para dárselo a ella—. Karina, ¿qué tal si vas a comprar un refresco? Necesito cambiar el billete y tengo sed, por favor, princesa.

Monarca InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora