Capítulo 11. Hospedaje sacerdotal

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Las sirenas de los policías y el retumbar de las camionetas de la Guardia Nacional se podían escuchar a lo lejos

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Las sirenas de los policías y el retumbar de las camionetas de la Guardia Nacional se podían escuchar a lo lejos. Se dirigían a la Plaza de las Tres Culturas donde había ocurrido aquel trágico tiroteo. Sin embargo, al llegar, solo encontraron montículos de polvo dispersos en diferentes áreas, fragmentos de roca de la iglesia destruida, cuerpos de las víctimas mortales y a los sobrevivientes en un estado semiconsciente en una de las ruinas de la zona arqueológica. Poseían diferentes plantas medicinales con los cuales fueron extrañamente curados, casi como si nunca hubiesen sido heridos, pero al ser interrogados apenas recordaban los detalles de lo sucedido. Solo concordaban en que notaron la presencia de un grupo de jóvenes desconocidos que pensaban, probablemente, les habían salvado la vida.

Las autoridades no encontraron culpables, y las evidencias de los valientes que grabaron los sucesos resultaron dañadas o con extraña estática, haciendo imposible apreciar con mayor detalle las identidades de los involucrados. A pesar de ello, confirmaron que un grupo de personas valientes fueron los que salvaron la vida de 14 de las 23 víctimas, aunque gran parte del misterio persiste.

Eso fue lo que se comentó en las noticias tras lo sucedido en Tlatelolco, mientras que los semidioses, Huehuecóyotl y la familia de Morgan lograron huir del lugar antes de ser descubiertos, junto con las bolsas que quedaron y poseían los cuerpos de los colibríes a los que revisaron, más -lamentablemente- ninguno pudo sobrevivir. 

Regresaron a la calle de donde partieron, envueltos en el humo de Tzil y protegidos por la invisibilidad otorgada por Tezcatlipoca. En ese lugar, habían tomado la decisión de borrar los recuerdos de Rafael y Leonor, más Morgan se opuso firmemente a esta opción y logró convencerlos de confiar en ella. De entre los argumentos que dio, el más importante fue que si los mestizos continuaban viviendo con ella en intervalos regulares, mientras en otros momentos desaparecía sin explicación, era preferible que supieran la verdad en lugar de ser sometidos a las medicinas de Xihuitl o causar sospechas; aunque aún no sabía cómo explicaría todos los detalles a sus familiares. Si su plan fracasaba, Morgan estaba dispuesta a aceptar la alternativa propuesta por los hijos de los dioses.

Huehuecóyotl, por su parte, decidió separarse de ellos. Su tarea era llevar a los nahuales fallecidos a Tepeyóllotl y entregarlos a sus respectivos hogares para que su gente se encargara de darles una apropiada sepultura. Además, debían esperar las instrucciones de Tezcatlipoca, quien había partido apresuradamente, dejándolos como supervisores en incógnito.

Al regresar a la fonda, los amigos de Morgan, su tía y abuela, así como el resto de los semidioses corrieron al verlos para abrazarlos y revisar su estado de salud. A pesar de las heridas y golpes que algunos presentaban debido a las peleas, más que nada por las riñas que se dieron entre ellos mismos, todos estaban aliviados de que estuvieran completos.

La tía Malena abrazó fuertemente y entre lágrimas a su hijo y a sus sobrinas, ya que la preocupación la estaba consumiendo por no saber nada de ellos. Al sentir alivio y ante la necesidad de respuestas, anunció que cerraría la fonda por ese día para tener tiempo de charlar con ellos.

Monarca InfernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora