Cintura - KiKasa

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Kasamatsu no entiende cómo es que la cintura de Kise pude ser tan pequeña.

De verdad que no lo entiende, desde que la vio por primera vez no le entra razón en la cabeza para que sea tan pequeña.

Fue en los vestidores, algunos días después de que el ciclo escolar comenzara. Jamás puso atención en los nuevos integrantes mientras se cambiaban, en su mente estaban solo asuntos relacionados con el club y lo deberes escolares. Algunas veces platicaba con Moriyama y Kobori, por lo que jamás prestó atención a los recién llegados. Hasta un día.

Kise había empezado a ser más recurrente en su circulo social después de ser nombrado titular en el equipo. Aunque era molesto con el afán de llamar la atención de las chicas, soportándolo menos que a Moriyama, su compañía era reconfortante, como un viento fresco al instituto de uniformes azul rey. Pese a eso, Kise solía terminar los entrenamientos e irse en ropas deportivas a su trabajo de modelo, declarando que allá se ducharía para estar fresco en la sesiones.

No le interesaba lo que hiciera fuera, mientras que en la escuela se comportara. Petición que era pocas veces escuchada y muy bien castigada por él.

Pero un día Kise descansó y se cambió en los vestidores como todos los demás. Y él, como otras veces, no le prestó mucha atención a los recién llegados.

No hasta que Moriyama desató el infierno lascivo con una sola pregunta que lo hizo voltear.

—¡Oh, Kise! ¿También usas ese jabón?

Era un simple jabón de marca, una muy cara, que Moriyama dejó de usar hace tiempo cuando para su gusto encontró uno más barato y de un aroma que iba de acuerdo a su personalidad. A Kasamatsu le disgustaba, de hecho, pero no le interesaba.

Esa pregunta fue suficiente para llamar su atención y dirigir sus azules ojos a los dos chicos que iniciaban una conversación. Moriyama ya estaba vestido con el uniforme. Kise, a su lado, se deshacía de la sudada camisa con una lentitud que debía ser ilegal.

Así lo sintió Kasamatsu.

La espalda de Kise se dibujaba como un perfecto triangulo invertido, los hombros masculinamente anchos y una cintura tan fina que de no ser por el trasero del menor acabaría en punta. Kasamatsu se le quedó viendo fascinado, preguntándose como un hombre más alto que él podía ser dueño de una cintura fina, sensual y diminuta. Los rastros de sudor que brillaban pegados a su blanca piel solo lo hacían ver más erótico.

Y preguntándose a sí mismo cómo luciría esa cintura vista desde el frente se sonrojó, se llamó loco e un idiota por pensar eso de un compañero y se vistió antes de huir del lugar avergonzando.

Pero Kasamatsu Yukio era un hombre que donde ponía el ojo daba la bala, aunque fuera inconscientemente.

Tiempo después y sin saber cómo terminó siendo el más amado novio del rubio enfadoso de la generación de los milagros. Lo amaba, en verdad, era un chico sensible y que le correspondía con tanta pasión que en un principio se sintió abrumado. Kise, además de respetarlo como el buen capitán que era, lo amaba por la persona que Kasamatsu era y no podía pedir más.

Emocionalmente hablando, porque sexualmente sí.

En su primer beso se puso muy nervioso. Kise se le había declarado en uno de esos momentos donde se quedaban jugando uno a uno en el gimnasio, después de los entrenamientos. Si el rubio estaba sonrojado, a Kasamatsu le faltaba piel que pintar de rojo. Él se quedó sin palabras, Kise le acorraló hasta que toparon en pared y le robó un beso. Uno casto, tierno, un simple choque de labios con el tacto más inocente del mundo.

Y como Yukio no le rechazó se sintió correspondido.

Lo era, de hecho. Kise, al verse aceptado le brindó un beso más. Uno que implicaba más contacto, más movimiento, más humedad. Sin dejar de estar lleno de amor, porque, aunque el rubio quisiera comérselo y hacerlo suyo tampoco iba a presionar. Kasamatsu era más que un deseo carnal.

Fue cuando el mayo vio la necesidad de tener más contacto que puso sus manos en aquella cintura. Al ser también un hombre sus manos no eran especialmente delicadas, eran como las de cualquier otro chico. Se sintió fuerte al ponerlas en esa cintura tan pequeña, sintió que con una presión descuidada podía romperla. Kise estaba tan ocupado sosteniendo sus mejillas y disfrutando el primer beso con su superior que no se preocupó ni un poco por las caricias que le brindaba el mayor por encima de su negra camisa de entrenamiento. Kasamatsu suspiró varias veces en el beso.

Entonces se volvió a cuestionar, ¿cómo es que Kise, con ese aroma tan varonil, poseía esa cintura?

Dejó de preguntarse eso cuando tuvieron sexo.

Fue muy vergonzoso abrirse a un acto tan íntimo con un hombre, pero su deseo de volverse uno con el hombre que se llevó sus primeras veces era más fuerte para hacer la vergüenza de lado. Hasta que ese hombre idiota insistió en hacerlo de misionero.

¿Habría sido mejor darle la espalda? ¡Por supuesto que sí! Pero en el momento que Kise lo propuso no racionó, no concibió la idea de alzarle su trasero en vez de su rostro. Estúpido fue, pues Kise no le dejó esconderse entre sus manos o la almohada con la excusa de ver su linda cara.

Maldito Kise.

Kise se acomodó entre sus piernas y entró, entró y salió varias veces que ahogado en el placer no logró contar.

Y lo mejor fue cuando sus piernas se quedaron sin fuerzas y las dejó caer sobre esa condenada cintura.

Los costados de sus rodillas, donde su algo bronceada piel se encontraba con la blanquecina de Kise, ardió por el choque de temperaturas. Kasamatsu cerró las piernas alrededor de su circunferencia, aprisionando al menor y jalándolo a sí, provocando que su miembro entrara más profundo.

Le fascinó el contacto de los vellos de sus piernas con el torso de Kise. Le encantó tanto, si tenía pena de que lo vieran en esa posición se le habría olvidado. Descubrió sus ojos solo para admirar mejor la imagen de la cintura de Kise siendo aprisionada por sus piernas.

¿Cómo podría tener una cintura tan pequeña y aun así seguir viéndose varonil?

¿Cómo él, Kasamatsu Yukio, el hombre más admirado de Kaijō, estaba bien siendo penetrado por un rubio sensual cuya cintura le ganaría al 90-60-90 de cualquier mujer?

Kasamatsu quería apretarla cuando lo besara, abrazarla mientras su oído recargado en el pecho se mecía con sus latidos, besarla antes de bajarse al sexo oral, aprisionarla mientras era penetrado por su lindo novio.

Quería, amaba, ansiaba saber cómo es que la cintura de Kise pude ser tan pequeña.

Fetishism: αDonde viven las historias. Descúbrelo ahora